Tobogán y obscenidad

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Por Silvana Melo
  (APe).- El sur del conurbano es un hormigueo fatal de millones de sobrevivientes. Changarines, cartoneros, pibes y pibas en la calle, cada vez menos trabajadores con el privilegio del registro y la obra social, hacinados en barrios populares y asentamientos, precarizados en la moto o en los vagones de los trenes, jugándose la muerte. En el medio de Temperley, partido de Lomas de Zamora, primer cordón sur del conurbano, se alza un edificio. El más alto de la zona. Extravagante y caro. Con un tobogán de más de veinte metros sobre la terraza, que se ilumina a la noche. Como una corona brillante, la frutilla en la crema de la obscenidad. Para uso exclusivo del propietario del departamento 28. Que gozará mirando desde su juguete el mundo que cae a sus pies. A su alrededor, el 51% del vecindario del sur es pobre. Un 15%, indigente. En la plaza de Fiorito las hamacas son de neumáticos colgados de los árboles. Y juegan todos. En el centro de Temperley, el tobogán es de oro y cielo. Y sólo para uno.

Ahora el departamento está en venta. En Mercado Libre. Con su tobogán acuático de uso privado y un sistema de iluminación que se activa al anochecer. Para disfrute de los sobrevivientes, que vuelven de sus días demoledores y la noche vecina le regala Miami y Orlando juntas en la vena cool del sur del conurbano.

Cuesta 700 mil dólares. Una cifra que no puede encerrarse en la cabeza ni en el deseo ni en el sueño complicado de los comunes.
El 73 por ciento de las chicas y los chicos del conurbano son pobres. Si se pudieran cortar, serían siete y medio de cada diez. Sólo dos niños y pico no son pobres en los cordones que rodean a la capital.

El tobogán, extenso y audaz, da la vuelta a la cabeza del edificio y desemboca en la pileta. Desde su recorrido se ve el abismo ciudadano de los de abajo.

En los 24 partidos del conurbano viven 11 millones y medio. El 25% de las gentes del país. El 65 % de las gentes de la provincia de Buenos Aires.

4.300.000 viven en ese sur. El 37,4 % de esa ola populosa que rodea a la ciudad rica y europea.

Hace siete años, en Temperley, los vecinos tomaron una decisión paraestatal. Juntaron 18 mil pesos y alzaron un paredón de 2,80 metros de altura. No querían que pasaran por su cuadra los que vivían del otro lado.

“El famoso tobogán cerrado dice la nota del diario-, de 23 metros lineales (…) roza los límites del edificio, dando un efecto de precipicio a casi 100 metros de altura: sólo para valientes”.

¿Valientes? Valientes son los pibes y las pibas que se asoman a cada amanecer para vivir una vida que no merecen, exenta de calidez en inviernos crueles, liberada de nutrientes y comida calentita, relevada de todas las dignidades, puesta a luchar por cada día como si fuera el último. Sólo para llegar a la noche con tanta panza vacía y dormir, contando los panes y las manzanas en retirada.

Por las tardes, cuando el lujo-que es vulgaridad- esconde sus luces, la infancia se encuentra en las hamacas de neumáticos. Y las comparte con la alegría de lo que hay.

Sabe que habrá un día en que los toboganes sean para todos. Y acá, abajo, en este mundo.

Edición: 4346

 


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