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Por Carlos Del Frade
(APe).- El año que viene se cumplirán los cuarenta años del “Manifiesto de 18 Obispos del Tercer Mundo”. Una fenomenal insurrección que surgió desde el interior de la institución y que cuestionó su rol dentro del capitalismo. Y que en la Argentina adquirió la forma del Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo. En estos días finales de 2016, esas postales sirven para pensar, como siempre, en los crucificados y crucificadores del presente y cómo sería echar a los mercaderes del templo.
El 11 de octubre de 1962 comenzó uno de los capítulos que mayores movimientos originó en el interior de la Iglesia Católica, el Concilio Vaticano II. La idea fue de Juan XXIII.
Su propuesta fue ventilar la institución.
Hasta la fecha se intenta restaurar el viejo y denso clima. Pero nada fue igual a partir del concilio.
Entre sus principales consecuencias, se encuentran sin dudas las Conferencias Episcopales Latinoamericanas de Medellín, Puebla y Santo Domingo, más allá que la primera se había dado en Río de Janeiro en 1955 pero que no tuvo la repercusión social, cultural y política de las otras.
Le tocó conducir a Pablo VI los cimbronazos del Concilio en todas partes del mundo.
El principal se generó el 15 de agosto de 1967, con la publicación del "Manifiesto de 18 Obispos del Tercer Mundo".
Los 18 firmantes fueron Helder Camara, arzobispo de Olinda y Recife, del Brasil; Jean Baptiste Da Mota e Alburqueque, arzobispo de Vitoria, del Brasil; Luis Gonzaga Fernández, de Vitoria, Brasil; Georges Mercier, obispo de Laghouat, Sahara, Argelia; Michel Darmancier, obispo de Wallis et Futuna, Oceanía; Armand Hubert, Heliópolis, Egipto; Angel Cuniberti, Florencia, Colombia; Serverino de Aguiar, Pernambuco, Brasil; Frank Franic, Split, Yugoslavia; Francisco Austregesilo de Mesquita, Pernambuco, Brasil; Gegoire Haddad, Melquita, Beirut, Líbano; Manuel Pereira da Costa, Paraibo, Brasil; Charles Van Melckebebke, China; Antonio Batista Fragoso, Ceará, Brasil; Etiene Loosdregt, Laos; Waldir Calheiros de Novais, Volta Redonda, Brasil; Jacques Grent, Maluku, Indonesia; y David Picao, obispo de Santos, Brasil.
1968 se inauguró con conflictos políticos y clericales en distintas regiones del país, como en Tucumán, San Isidro y, con posterioridad, en Rosario.
Entre el primero y el dos de mayo, se concretó el primer Encuentro Nacional del Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo, del cual participaron 21 clérigos, representantes de 13 diócesis.
Entre el 22 y el 26 de agosto, se desarrolló el Congreso Eucarístico de Bogotá, con la presencia de Pablo VI, seguido de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín. El 15 de setiembre, apareció el primer número de la revista "Enlace", el "boletín de los sacerdotes del III Mundo".
Nada menos que Antonio Quarracino asumió en octubre de 1968, el obispado de Avellaneda. El 20 de diciembre, el MSTM se concentró ante la Casa Rosada para entregar una durísima crítica al presidente Onganía. Entre el 23 y el 24 de diciembre, los sacerdotes del MSTM advierten sobre la contradicción de celebrar navidad en medio de una profunda crisis social.
El notable análisis de José Pablo Martín sobre el MSTM en la Argentina, indica que este movimiento "precedió en el tiempo a las recientes manifestaciones de la teología de la liberación; que absorbió energías del clero como ninguna otra iniciativa presbiterial anterior o posterior lo haya hecho; que duró solamente una década, en la que por momentos ocupó la primera plana política y religiosa; que produjo un debate social hacia el que se desplazó la atención anteriormente despertada por el hecho del Vaticano II.
Cuantitativamente, el MSTM agrupó al menos a 524 personas, es decir, a un 9 por ciento del clero de la época, a un 15 por ciento del clero diocesano, a un 30 por ciento de los sacerdotes que habían hecho sus estudios durante el concilio Vaticano II. Con el correr de los años, un tercio de estos 524 sacerdotes se alejó del estado clerical, y dos tercios de ese número permanecieron en el mismo.
Entre los miembros del movimiento, una decena o poco más optaron en algún momento por el camino de la guerrilla; mientras al menos 16 de sus miembros murieron víctimas de la violencia política o se encuentran entre la nómina de desaparecidos. Casi un tercio de los sacerdotes padecieron en algún momento alguna forma de exilio. De este número, un centenar se vio obligado a alguna forma de emigración interna y medio centenar se vio empujado al exilio externo durante la década de los 70, de los cuales al menos veinte no han regresado a trabajar al país".
Sigue diciendo el estudioso que "el movimiento hereda del catolicismo argentino una fuerte tendencia a pensar la propia fe en función de un acto transformador de la sociedad, sin excluir los horizontes políticos concretos. Por otra parte, el movimiento se inclina hacia una autocrítica histórica del apoyo político que el clero diera a las fuerzas que derrocaron a Perón en 1955, prefiriendo por su parte una actitud favorable a los pobres y marginados, que se identificaban con los excluidos de la legalidad política desde aquella fecha.
Estas direcciones preexistentes unen sus fuerzas con los oleajes propios de la década, de los cuales se han destacado tres: la proyección continental de la revolución cubana, el ciclo del exilio y del retorno de Perón, la novedad religiosa del Concilio y de Medellín. La simultaneidad de estos acontecimientos permitió con frecuencia que cada uno de ellos fuera interpretado a la luz de alguno de los otros, o que los tres fueran vistos cual idéntica configuración histórica, sin que se advirtiera, a veces, las diferencias de forma y de contenido que los separan".
Martín asegura que "las ideas mayoritarias del MSTM (expresadas en 321 documentos, 182 de los cuales editados por la revista "Enlace") tienen en común la fuerza con que se liga lo político y lo religioso, aunque se diferencia del mismo por haber retraído el punto modélico de las formas religiosas políticas al cristianismo primitivo, en su etapa anterior a la conjunción con formas sociales del imperio romano (el modelo para pensar la relación religioso política era el medioevo y su proyección en la política hispánica como el punto de relación ideal)".
En relación a la historia personal de los integrantes del MSTM, "algunos sacerdotes del movimiento se apartaron completamente de la pertenencia a la iglesia institucional, otros quisieron permanecer en la misma en situaciones de extrema ruptura con sus obispos; pero la gran mayoría de los STM terminó por encontrar una situación de entendimiento o al menos de no beligerancia con sus propios obispos, o con otros lazos en nuevas diócesis, mientras concentraban sus críticas en los modelos sociopolíticos, sin poner en estado de conflicto insalvable su lugar en la organización eclesiástica".
Analizando su visión política en contraste con los resultados prácticos de la misma, Martín sostiene que "sin poder definir claramente el contenido político de su apelación religiosa, el MSTM tiene no obstante manifiesto resultado político desde la oposición al gobierno militar, pero se dispersa cuando gobiernan los amigos justicialistas. A favor de estos, los STM habían legitimado el uso de la violencia defensiva de los oprimidos, como gran parte de la sociedad argentina lo habían hecho; pero quedan en dificultades cuando la violencia armada se generaliza en el cuerpo social.
Pero más allá de la crítica, el estudioso destaca que "ninguna otra corriente del pensamiento teológico logró organizar las fuerzas del catolicismo argentino en el terreno social y político, ni tampoco ocupar el espacio dejado por el MSTM a partir de 1976".
"...en su peregrinación histórica terrenal, la Iglesia ha estado prácticamente siempre ligada al sistema político, social y económico que, en un momento de la historia, asegura el bien común o, al menos, cierto orden social.
Por otra parte las Iglesias se encuentran de tal manera ligadas al sistema, que parecen estar confundidos, unidos en una sola carne como un matrimonio. Pero la Iglesia tiene un solo esposo, Cristo. La Iglesia no está casada con ningún sistema, cualquiera que éste sea, y menos con "el imperialismo internacional del dinero" (Popularum Progressio), como lo estaba a la realeza, o al feudalismo del antiguo régimen y como tampoco lo estará mañana con tal o cual socialismo".
Definiciones como estas conmocionaron a los sacerdotes que se encontraban trabajando y desarrollando su pastoral en medio de barrios marginales de todas las naciones del Tercer Mundo.
La Argentina no fue la excepción.
Edición: 3300
Fuente: “La Iglesia y la construcción de la impunidad”, del autor de esta nota.
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