El quebracho resistirá, por los justos

Es más viejo que la patria. Más antiguo que cualquier cadena rota. Ya estaba en pie cuando en 1813 nacía Córdoba provincia. Crecía para arriba mientras veía matar niños en la guerra del Paraguay. Hasta que un grupo de burócratas lo corrió 25 metros para dejar pasar el ensanchamiento de una avenida. A él, lo corrió. A él que vio pasar la historia durante 300 años.
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Por Silvana Melo

(APe).- Es más viejo que la patria. Más antiguo que cualquier cadena rota. Ya estaba en pie cuando en 1813 nacía Córdoba provincia. Criaba raíces y era testigo del nacimiento de la deuda externa, cuando el 1º de julio de 1824 Rivadavia firmaba el empréstito con el Banco Baring Brothers de Londres. Crecía para arriba mientras veía matar niños en la guerra del Paraguay. Vio destruir un país que se asomaba justo y bello por orden de la vena británica. Y con la obediencia de los argentinos, los brasileños y los uruguayos.

Ya había vivido un siglo cuando nació Villa Allende, ese municipio cordobés que lo incluye en su mapa. Supo de los colonizadores, de las enfermedades, de la esclavitud y del genocidio que vio pasar. Sabe también que los hombres viven y pasan al ritmo de sus fotosíntesis. Que vio desfilar decenas de gobernadores de Córdoba, algunos no recordados por nadie. Que pasaron sin verlo otros tantos intendentes de Villa Allende que no dejaron ni una huella a su alrededor. Y él siguió en pie, inmortal.

Hasta que un grupo de burócratas, tipos sin historia que mañana nadie recordará, lo corrió 25 metros para dejar pasar el ensanchamiento de una avenida. A él, lo corrió. A él que vio pasar la historia durante 300 años. A él que durante un mes fue rodeado por los cordobeses que ven más allá, que saben que un árbol no es un árbol sino un ícono de identidad y sabiduría, que es un reservorio de historia que ningún funcionario vulgar comprende y sólo quiere extraer para que pase la calle. Sin pensar que apenas una curva en el trazado podía convertir el paso por el quebracho en un homenaje a la memoria colectiva, histórica, escrita en su corteza por millones de hombres, mujeres, niños, chimangos, calandrias, iguanas, lagartijas, sapos, ranas, lagartos, chingolos, armadillos, cardenales, tortugas, lampalaguas.

A los burócratas anónimos, que trabajan para intendentes y gobernadores que la historia olvidará mañana no les interesa el árbol nativo transplantado que está condenado a una muerte segura porque lo podaron hasta lo imposible. Porque le cortaron raíces que se extienden hasta 50 metros. Pero quieren que la ruta siga derecha. Una curva es impensable en el pensamiento geométrico a ultranza, peleado con un árbol que ha vivido trescientos años en su mismo lugar y pensando en  vivir otros trescientos si es necesario para seguir la historia de un lugar que conoce y ama en su diversidad. “El  quebracho blanco de Villa Allende es el símbolo sobreviviente de los ambientes nativos de alta biodiversidad que sucumbieron ante las topadoras y el fuego”, dice el biólogo Raúl Montenegro. “Representa a ese bosque nativo del cual apenas sobrevive -por sucesivas torpezas gubernamentales y avidez corporativa- menos del 3% de su superficie original”.

Pero la resistencia los descolocó –a los burócratas geométricos- y le dio un brillo sublime al quebracho blanco que alzó la frente ante sus verdugos. Le temen a la resistencia popular. Por eso fueron con patrulleros y perros para expulsarlos. No soportan a la gente y menos a un árbol destinado a páginas de la Historia que no los incluirá.

Si hervís las hojas del quebracho blanco te cura la fiebre, dice la periodista Silvia Majul, dos días presa, esposada, por el brazo represivo de los gobernantes ocasionales. El árbol le presta sus ramas y la mira tristón. Sabe que acaso su paso desde la historia se esté acabando pero cree que su martirio deberá servir para que todos oigan la denuncia de Raúl Montenegro: quieren pasar una calle sobre la reserva natural de la Defensa-La Calera. Allí donde funcionó La Perla, uno de los más aterradores centros clandestinos de detención del país. El quebracho lo sabe y está dispuesto a persistir. Vio pasar toda la muerte de la historia. Vio correr todas las sangres. Y resistirá por aquellos que lo acompañaron en la avenida de Villa Allende.

Resistirá, como tantas veces, por los justos.


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