El que contrata sicarios

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Por Carlos Del Frade

(APe).- -Contrato sicarios para tirarle tiros a los jueces.

Eso dijo Ariel Máximo “el Guille” Cantero, el jefe de la diezmada banda de “Los Monos”, en un nuevo juicio en su contra, en este caso como responsable de balaceras contra sedes judiciales y domicilios particulares de fiscales, jueces y otros integrantes del poder judicial provincial de la ciudad de Rosario.

El desarrollo histórico de la banda de “Los Monos” es paralelo a la destrucción de la ciudad obrera, portuaria, ferroviaria e industrial que era Rosario.

La primera denuncia y condena contra el padre del “Guille” fue a fines de los años noventa pero recién hacia 2007, en paralelo al inicio del boom inmobiliario y el crecimiento fenomenal de la importación de la efedrina de parte de la Argentina, “Los Monos” se volcaron con decisión al negocio mafioso del narcotráfico propuesto desde hace seis décadas por el capitalismo, junto a sus otras cuatro arterias fundamentales como son el petróleo, las armas, los medicamentos y la trata de personas.

A principios de 2013, seis grupos manejaban la circulación masiva de la cocaína, marihuana y droga sintética en la región del Gran Rosario: “Los Monos”, en la zona sur; Alvarado en el centro; “los pillines” en el norte y Luis Medina en el oeste. Más al sur, en Villa Gobernador Gálvez, los Bassi y en Baigorria y Bermúdez, al norte de la cuna de la bandera, Delfín Zacarías que no era gatillero.

Hasta que el 26 de mayo de 2013 fue asesinado el líder indiscutido de “Los Monos”, Claudio Ariel “el Pájaro” Cantero. Allí cambió todo. Se desbocó. Las bandas narcopoliciales comenzaron la interminable sucesión de venganzas. En aquel año Rosario trepó al triste primer puesto de la tabla de posiciones de ciudades con mayor cantidad de homicidios, nada menos de 264, una tasa que cuadruplicaba la nacional.

Vinieron los juicios provinciales y hasta la justicia federal tuvo la amabilidad de despertar de su sueño tan parecido a la complicidad y “Los Monos” fueron varias veces juzgados y condenados pero su poder económico y de fuego siguen vivos y atizados desde los penales en los que les toca estar.

Una matriz histórica muy parecida a San Pablo, primer cordón industrial de América del Sur en los años sesenta y setenta, cuando el Gran Rosario era el segundo. Después vinieron los años del neoliberalismo y el capital financiero barrió con los puestos laborales industriales, ferroviarios y portuarios, tanto en Brasil como Argentina. En los agujeros negros de la desocupación, entonces, surgieron los dos grandes negocios del capitalismo, narcotráfico y contrabando de armas.

Y como en San Pablo, ahora, en el Gran Rosario las bandas funcionan desde intramuros.

Hay una segunda etapa en esta historia. Las hijas y los hijos de aquellas primeras bandas narcopoliciales disputan los barrios con una mayor ferocidad porque creen que de esa manera tendrán mucho dinero con mayor rapidez.

Desde 2018, nuevas bandas ordenan disparar contra los cuerpos de bebés y trozar enemigos o traidores tal como lo hacen los narcos mexicanos, según pudo comprobarse en la atribulada justicia rosarina al verificar mensajes que emergen desde los celulares utilizados en los pabellones de las principales cárceles de la provincia de Santa Fe.

Pero la frase del Guille tiene para este cronista un sabor amargo.

En varias causas judiciales hablan de contratar a los pibes de los barrios por moneditas.

Esos son los sicarios que usan tipos como Guille Cantero.

Así los trata y esclaviza. Valen moneditas.

También hay que decir que no todos los ataques a blancos judiciales tuvieron como responsables a “Los Monos”. Allí están las órdenes de Esteban Lindor Alvarado que tuvo la deferencia de poner en la lista de sus potenciales asesinados a quien escribe estas líneas.

Tristes y dolorosas anécdotas del negocio mafioso del naroctráfico, una de las principales arterias del capitalismo, tanto el Guille como el Esteban pasarán con mucha pena y sin ninguna gloria al fenomenal baúl del olvido construido por el propio sistema que los usó para otros fines.

Pero queda la sangre derramada de las pibas y los pibes.

La sangre derramada de las que son usadas y usados para multiplicar el dinero.

¿Hablará alguna vez el Guille o el Esteban de los grandes empresarios o políticos que les acercaron sus servicios?.

Mientras las balaceras condimentan este nuevo juicio, las mafias narcopoliciales vuelven a mostrar su vocación política de encorsetar la democracia.

La pibada, en tanto, sigue desesperada buscando realizar sus sueños y no ser la pesadilla impuesta de aquellos que contratan sicarios o se valen de la multiplicación de los nichos de corrupción en diferentes espacios del estado.

Fuente: “La Capital”, viernes 20 de agosto de 2021. “Ciudad blanca, crónica negra”, del autor de esta nota.

Edición: 4376

 

 


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