El Protocolo: la etiqueta del hambre

A 22 años de la masacre de Plaza de Mayo, con treinta y ocho muertos y cientos de heridos, Bullrich anuncia el protocolo“para el mantenimiento del orden público”. Hace más de dos décadas, Alberto Morlachetti ya se preguntaba qué habíamos hecho, comprendiendo que no existe construcción humana posible en alianza con este sistema.

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Por Martina Kaniuka

(APe).-Marchamos para que la Patagonia no sea un lugar ignorado por los gobernantes, para que no se negocien nuestras tierras como fueron expulsados nuestros hermanos mapuches y para que nunca en la Patagonia haya un repositorio nuclear. Para que no nos desalojen de nuestra tierra y se cumplan los derechos de los niños. No debe haber hombres sin tierra ni tierra sin hombres. Porque cuando termina la zafra y la cosecha de limón nuestros padres quedan sin trabajo y porque no queremos ver chicos robando o pidiendo de comer”. En el escenario, quienes fueron circulando la palabra eran niños y niñas de diferentes rincones del país. Algunos de los 300 pibes que recorrieron ocho provincias, durante 12 días, entre octubre y noviembre del 2002 bajo la consigna: "Detrás de cada chico de la calle hay un padre desocupado".

Fue en 2002 cuando el Movimiento Nacional Chicos del Pueblo, organizaba la Marcha por la Vida. Por ese entonces, eran siete de cada diez los chicos que se encontraban sometidos a la pobreza y, Alberto Morlachetti, coordinador del Movimiento y fundador de Pelota de Trapo, ya se preguntaba qué habíamos hecho, comprendiendo que no existía -ni existe- construcción humana posible en alianza con este sistema.

Más de veinte años más tarde, la infancia en Argentina sigue siendo ese limbo incierto donde “futuro” es una de esas palabras que no se enseña a escribir en la escuela, pero se parece bastante a la de “olvido” que, generación tras generación, como una fotocopia impresa con cada vez menos tinta, con el desdibujo de la violencia estampado, se imprime con hambre, desesperación y negligencia.

22 años después

Es jueves 14 de diciembre, el micrófono está encendido y, sin demoras ni especulaciones horarias, habla al país Patricia Bullrich, flamante Ministra de Seguridad del electo presidente Javier Milei y servicio histórico de la derecha.

Esta vez, a 22 años de la Masacre de Plaza de Mayo - que puso en un helicóptero, con treinta y ocho muertos y cientos de heridos, a Fernando De La Rúa - Bullrich anuncia el protocolo “para el mantenimiento del orden público”.

“Dentro de la ley todo, fuera de la ley nada”, gritó Javier Milei, a las decenas de miles que se reunieron en torno al Congreso para aplaudir los compromisos de sufrimiento –el último mal trago para comenzar la reconstrucción de la Argentina– y ajuste – no hay alternativa posible ni hay lugar a la discusión entre shock y gradualismo – el día de su asunción. En sintonía, hijo bastardo de la política económica de shock, el Protocolo nació para mitigar todo intento por manifestar el descontento con las medidas económicas que, en ocho días, ya multiplicaron el hambre y la exclusión.

Las medidas anunciadas por Bullrich contemplan la intervención inmediata de las cuatro fuerzas federales, de acuerdo con "los códigos procesales vigentes", utilizando "la mínima fuerza necesaria y suficiente graduada en proporción a la resistencia que se oponga”, en caso de “delito flagrante".  Asimismo, contempla la redefinición del concepto de delitos flagrantes en el Código Penal y establece, hasta su modificación, la pena de hasta dos años de prisión.

Con el objetivo de “asegurar la libre circulación en rutas y calles ante protestas que puedan derivar en piquetes o bloqueos”, promete sanciones severas a todos aquellos involucrados en impedir la circulación, alcanzando al que corta, transporta, organiza y financia la movilización: "serán identificados los autores, cómplices e instigadores de este tipo de delitos", añadió, y resaltó que "se van a identificar a los conductores y a los vehículos utilizados".

El Protocolo, inconstitucional por su incompatibilidad con el artículo 14 bis, incluye también la creación de un registro macartista de organizaciones que participan de los cortes y deberán pagar los costos del operativo de seguridad. Por último, sanciona la participación de niños o adolescentes en las movilizaciones.

El palito de abollar ideologías

“Con Mis Hijos No te Metas”, se llama la ONG peruana reaccionaria que se manifiesta en contra de la Ideología de Género, por la derogación de Ley de Aborto legal y de Educación Sexual Integral (ESI) y apoya a Javier Milei desde los primeros momentos de campaña. De base católica y evangélica, no sólo no les preocupa generar herramientas contra los abusos sexuales, ni fomentar la salud reproductiva en las infancias, sino que tampoco  se muestran preocupados por el porvenir de miseria que la estanflación, los aumentos de alimentos y servicios, la desocupación y el cierre de los ministerios de Educación, Cultura, Trabajo, Empleo y Seguridad Social; Desarrollo Social y Mujeres, Géneros y Diversidades traerán para los millones de esos hijos que hoy sobreviven en los márgenes. Tampoco levantan las banderas de la compasión o la misericordia, valores por demás cristianos, por el estigma en forma de hambre, el deterioro de la vida cotidiana, con cabezas de familia que no pueden sostener un plato de comida y trasladan la frustración a los vínculos afectivos o por la cantidad de familias que, con esta coyuntura, tendrán que poner el cuerpo a las inclemencias de la calle.

Porque la mayoría de la juventud que acompañó a Javier Milei en la promesa de “cambiarlo todo”, ubicada incómoda en los segmentos socioeconómicos bajos y seducida por la autonomía, la libertad y los principios individualistas que auguraban le harían sombra al Estado - herencia de un sistema educativo que no supo enseñarles la historia que los engrilleta desde las primeras raíces de su árbol genealógico - ya está notando con una rapidez mayor que la que gestó el sueño de su revolución, la desintegración. Entonces quizás el destino inevitable de quienes no tienen ni un lugar al que regresar, se vuelva insoportable y devenga rabia y con suerte, con algo más o menos de espontaneísmo o de organización, la calle, la movilización y la protesta serán el único boleto que acaso los conduzca hacia alguna parte y la lucha, la única herramienta que los salve, por fuera de los podcast, los tiktokers y los gurúes mercachifles que enseñan a invertir salarios precarizados en criptomonedas por Youtube.

Es por eso que no sorprenden ni el anuncio de este nuevo Protocolo, eufemismo de represión y violencia a quienes defiendan sus derechos vulnerados, ni la prohibición de que participen niños y adolescentes en las manifestaciones. No vaya a ser cosa que alcen la voz como en aquellas marchas de los Chicos del Pueblo y que muchos más se enteren de que la muerte no distingue edades y que los pibes son semillas cargadas de ese futuro que hoy les niegan escribir para justificar la violenta y cotidiana injusticia del plato vacío, del primer día de clases sin útiles nuevos, de las cuadras caminadas bajo la lluvia por no poder pagar un colectivo, de los remedios no entregados en la salita, de la desprotección y el desamparo frente a la crueldad, de la frialdad de un aula sin espíritu crítico.

Las infancias siguen siendo las últimas en recibir las migajas que las clases dominantes y los funcionarios de los gobiernos de cada color les arrojan cuando sacuden el mantel de la corrupción y el saqueo. Con un 60% de adolescentes y niñxs bajo la línea de pobreza y los anuncios de medidas económicas que, sin haberse aplicado por completo, licuaron los salarios reales en un 120%, “futuro” sigue sin aparecer en el horizonte de los millones de pibes que quedan al margen de la utopía de una vida digna. Más allá de los protocolos, los palos y la violencia de las fuerzas de seguridad, habrá que abrazar las herramientas de la resistencia porque para muchos niños esta aparente paz sólo esconde bajo una oscura manta, el cotidiano ejercicio de padecer la violencia estructural de un sistema que sigue sin escucharlos ni verlos.


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