El poema inconcluso

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(APE).- Para muchos, aún es posible recordar los tiempos en que la mayoría de nuestros muertos, simplemente se iban. Y en honor del que llegaba al final del camino había lágrimas, pero aún se podía resistir la tristeza con una especie de sereno orgullo, porque dentro de aquel ataúd sencillo -dice Leopoldo Marechal- nos parecía llevar no la pesada carne de un hombre muerto, sino la materia leve de un poema concluido.

Pero estos niños muertos -poemas inconclusos de Carmen de Patagones- por una sociedad que permite que se aniquile el prodigio de la vida, se inscriben en nuestros pensamientos y nos condenan a vivir colgados de una pesadilla sin poder procesar una sola lágrima.

¿Y los viejos asuntos? El hambre que mata niños cada día, sin ese poco de pan que era obligado, sin la ayuda de aquellos que debieron cantarles. ¿No merece una metáfora? ¿Una primera plana? La mejor imagen para impedir la masacre cotidiana. ¿Visten de negro los niños que mueren de hambre con el trigo pegado en sus ventanas?

El espacio vacío, el hueco existente, entre la experiencia de vivir una vida normal en este momento en el planeta y los discursos públicos que se ofrecen para dar sentido a esa vida es enorme. Ahí reside la desolación, no en los hechos dice John Berger.

 


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