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La cultura represora administra el mandato, la amenaza, la culpa y el castigo. Pero no a todos ni a todas, sino segmentando por edad y clase social. Jugar en un pasillo de la villa es castigado con la pena de muerte. ¿Algo más perpetuo que la muerte?
Por Alfredo Grande
Dedicado a Vicente Zito Lema y Alberto Morlachetti. Las varas inalcanzables.
(APe).- El pan siempre fue símbolo de fraternidad y de necesidades básicas satisfechas. El pan nuestro de cada día ya no lo dan hoy. Que el precio de la harina; que la sequía; que los molineros; que los precios cuidados para los empresarios, que los precios justos que de tan justos, justo no alcanzan.
Suponer que lo que el economista Jorge Beinstein llamó en el 2001 la “economía de penuria”, tiene como causa principal a gobiernos de derecha, es ingenuo o canalla.
Ya en 2013 Alberto Morlachetti escribía, con esa prosa poética y lacerante. “Los grandes medios de comunicación se han transformado en la sede de una estrategia temporal de represión y menoscabo de la vida de los pobres. Somos consumidores del espectáculo siempre “deleitoso” de la miseria, de la tragedia humana y del espectáculo “conmovedor” de los esfuerzos de los que la provocan, para luego erradicarla, disparando a las víctimas”.
Y de penalizaciones, o sea de castigos, se trata. La cultura represora administra el mandato, la amenaza, la culpa y el castigo. Pero no a todos ni a todas, sino segmentando por edad y clase social. Jugar en un pasillo de la villa es castigado con la pena de muerte. ¿Algo más perpetuo que la muerte? Esto pasó ayer nomás y ya el nombre de Nayla se perdió en los laberintos de la amnesia colectiva. El Movimiento Nacional Chicos del Pueblo marcó a fuego la siguiente verdad: “el hambre es un crimen”-. Todavía estamos buscando a los asesinos. Muchos de ellos pertenecen al funcionariato estable de cualquier gobierno.
Todo tiempo pasado no fue mejor. Era otra escala nomás. En 1969 Piazzola y Ferrer estrenaban una semblanza desgarradora que ahora parece Disneylandia. “Cada día, en la basura con un pan y un tallarín se fabrica un barrilete para irse ¡y sigue aquí! Es un hombre extraño niño de mil años que por dentro le enreda el piolín” Un chiquilín que todavía podía entrar a Bachín. Ya no puede entrar y menos ir al baño porque no es cliente.
Todo tiempo pasado no fue mejor. Era otra escala nomás. En 1932 se estrena el tango PAN. “Sus hijos no lloran por llorar / Ni piden masitas ¡Ni chiches, ni dulces, señor! /Sus hijos se mueren de frío Y lloran hambrientos de pan. /La abuela se queja de dolor /Doliente reproche que ofende a su hombría /También su mujer, escuálida y flaca, / en una mirada toda la tragedia /le ha dado a entender”
Como el desdichado rompió una vitrina terminó preso. Pero sólo robó un cacho de pan. Hoy sería ejemplo de la inseguridad. Hace tiempo que no se multiplican los panes y los peces. Y despilfarro y carencia son una extraña y siniestra pareja que llegó para quedarse. Y multiplicarse.
Hoy no queda ni pan ni Bachín. Hay poesía porque todavía quedan poetas. Pero los versos no se comen y las estrofas no se beben.
Quizá perdida, quede una sonrisa. Porque cuando la rabia y el amor se unen, aparece un arco iris.
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