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Por Néstor Sappietro
(APe).- El hombre llega a su casa. El televisor está prendido. El noticiero del mediodía con grandes titulares anuncia que el verano está en todo su esplendor, como si él no lo supiera. Justo él, que viene de la calle, del trabajo, de la espera eterna del colectivo, del sol que se incrusta en la piel, del salario siempre escaso. Justo a él le vienen a contar que estalló el verano. Ya lo sabe.
Tampoco hace falta que le hablen del agua que se ausenta, de la luz que se corta, de todos los padecimientos que deberá afrontar el que se queda. Él ya lo sabe. Él lo padece. Como también padece la bronca de no poder tomarse unos días “para cambiar de aire”, “para desconectarse” como recomienda el conductor de noticiero antes de presentar la nota que llega de alguna playa de la costa atlántica. Hace años que sueña que sus pibes y su mujer toquen el mar y dejen de verlo por televisión. Él y millones como él no tienen vacaciones. Siguen peleándola para llegar a fin de mes, para comer, pagar el alquiler, los remedios, los impuestos... Ellos son las mayorías.
Todo aquel que haya trabajado en un medio de comunicación en verano ha escuchado la voz de un productor, un jefe de sección o un director artístico “sugiriéndole” más música y menos palabras, noticias livianas, “buena onda”... como si el verano obligara a llenarse de arena las neuronas, como si la sensación térmica decretara que las cosas han mejorado. Quizás esa sea la razón por la cual se pasan buena parte del día mostrando estaciones de colectivos con la gente apretujada, las playas de Brasil repletas de argentinos que buscan aguas cálidas y cristalinas y plazas hoteleras colmadas para el resto de la temporada...
La pregunta es: ¿Cuántos son esos argentinos? ¿Qué porcentaje de la población representan?
En los números de la bestial desigualdad está la respuesta. En el mes de noviembre recibíamos un informe con datos que corresponden a estudios oficiales que revelaba que el 20 por ciento de la población de mayores ingresos acapara el 50,1 por ciento de la riqueza generada por el país, mientras que el 20 por ciento de las personas más desfavorecidas debe contentarse con sólo el 3,8 por ciento. El 40,5 por ciento de los menores de 14 años de todo el país son pobres, lo que totaliza 2.250.000 pibes, de los cuales el 14,3 por ciento es indigente. Las cifras son inapelables y delatan cuántos son los argentinos que disfrutan de la bonanza, y cuántos la miran por televisión, siempre y cuando, la luz se apiade y no se corte.
Hay un país que no está de vacaciones. Un país que rara vez aparece en los informes veraniegos.
Es el otro país; el de la diarrea estival, el que no accede al agua potable ni a las cloacas, el que está expuesto a la deshidratación y otras pestes que arrastra el calor, el de las familias numerosas que viven hacinadas... El país de los pibes del olvido que tan poca prensa tienen los días de playa. Según parece, estamos condenados a esperar que pasen las altas temperaturas para que el desamparo y la inmoralidad aparezcan en la agenda de los medios.
Mientras tanto; ese hombre que no está de vacaciones,
el que sigue gambeteando la malaria como todo el año,
el que acumula tantas jornadas sin recreo;
busca en vano una noticia que hable de sus ilusiones postergadas
y tome en cuenta el tamaño de sus sueños.
Fuente de datos: Diario Siete Puntas Digital - Corrientes 02-11-07
Edición: 1187
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