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(APe).- Otra vez el cielo se abrió al paso de los chicos andantes. La Marcha pasó por Chajarí y Federal y llegó a Concordia, ciudad estragada por los vientos de los años noventa. Las nubes, una vez más, decidieron aplazar su carga.
Los pibes peregrinos recibieron el saludo de los niños, maestras y familias, de la CTA local, de varias organizaciones y, como siempre, de muchas escuelas movilizadas en torno a ellos.
Allí estaban, como a lo largo de la geografía existencial de los últimos nueve días, los zancos, los payasos, las tiernas manos invencibles y el trencito de la vida.
Y esta vez Fox Sport se quedó sin mucha audiencia aunque jugaran nada menos que Brasil – Argentina. Es que el partido que importaba se jugaba en la cancha grande de la historia, esa en la que se disputa la felicidad de los que son más.
Seis cuadras colmadas de pibes, de pueblo, acompañaron el pasaje de la Marcha de los Chicos del Pueblo.
Hasta llegar a la Plaza 25 de Mayo. Allí, Eduardo Balbuena, hermano de Víctor, uno de los tantos pibes asesinados por la policía provincial, dijo que estaban disfrutando un triunfo. “Le ganamos el juicio a la policía”, decía Eduardo hablando desde el corazón del piberío empobrecido y siempre sospechoso para los guardianes del sistema.
Después le tocó el turno al Padre Servín. Cristiano de andar peleando contra los crucificadores cotidianos, el cura empezó agradeciendo a los chicos: “Gracias chicos porque nos ayudan a seguir soñando con una Argentina en donde los chicos puedan comer con sus familias y no en los comedores”. Agregó: “Que coman el pan ganado por el trabajo de sus padres. No queremos camuflar el hambre porque otros nos ponen un plato de comida”.
Omar Giugliani, del Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo, describió el contraste entre lo que se ve y lo que se vive: “Viniendo para acá atravesamos muchos campos repletos de ganado, al mismo tiempo que nos informaban de la tasa de mortalidad infantil y del número de chicos pobres. Estamos viviendo una especie de genocidio como el sufrido en los años 70. Esto es sencillo de solucionar: hay que distribuir la riqueza”, dijo el dirigente social. Y agregó en tono de promesa: “y le decimos a los funcionarios que si no reparten la riqueza, tarde o temprano la tomaremos”.
Los pibes y el pueblo de Concordia abrazaron esas palabras con aplausos y la ternura subió en los colectivos y también se la vió en los alrededores de las escuelas. La Marcha sigue y la vida fluye, el futuro vuelve a ser pronunciado en cada lugar que los nenes peregrinos convierten en territorio de caramelos, denuncias y risas.
Mañana niños, el trencito de la vida y las canciones de Teresa Parodi nos esperan en José C. Paz.
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