"El Intocable": mago de la contorsión exasperante

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Por Angel Fichera

(APe).- Campeón mundial de medianos juniors, Nicolino Locche, fue el único boxeador en el mundo que no le interesaba pegar. Y las estadísticas así lo confirman: de sus más de 200 peleas ganadas, sólo 18 fueron por nocaut. ¿En dónde residía pues su extrema eficacia? En su tremendo juego de cintura, en la elasticidad imposible de su cuello, en el insólito vaivén de ese torso poco musculoso y enclenque, que le otorgaba el aspecto de un mono loco, un muñeco desarticulado pero lleno de gracia.

Si alguna vez pudo decirse que el violento deporte del boxeo se pareció al arte, fue contemplando la danza de ese exquisito bailarín del cuadrilátero. O porque cada una de sus peleas eran una poética metáfora de la vida real, una fábula en donde las dificultades más siniestras podían evitarse con un simple amague de su cintura de goma. Tal vez por eso, las humildes familias argentinas: las amas de casa, los obreros, los niños, los abuelos, se prendían al televisor para ver, en blanco y negro, como los titanes, los grandotes, los poderosos de turno caían vencidos por la magia de su contorsión exasperante.
Por la misma razón y rápidamente, Nicolino fue bautizado como "El Intocable", en obvia alusión a su habilidad para esquivar los golpes rivales, mientras poco a poco sumaba puntos con sus débiles derechazos, que sin embargo alcanzaban para horadar las fuerzas o la paciencia de sus contrincantes.
Locche comenzó a escribir su historia en el boxeo mundial la noche del 12 de diciembre de 1968, cuando logró el título de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), al derrotar por nocaut técnico en el décimo asalto al japonés Paul Fuji, en el mismísimo Tokio. La corona llegó cuando el púgil oriental decidió no salir más de su esquina, cansado de recibir todos los golpes y apenas largar ridículos manotazos al aire.
Después de su coronación, el argentino realizó cinco defensas exitosas del cetro hasta que fue destronado por el panameño Alfonso "Peppermint" Frazer, el 10 de marzo de 1972.
La figura de Locche obtuvo su último reconocimiento internacional en 2003 con su ingreso al Salón Internacional de la Fama del Boxeo, en Canastota (Nueva York). Sin embargo, en un hecho por demás curioso, y a pesar de su consagración y las sucesivas defensas del título, la AMB nunca le había entregado a Locche el cinturón de campeón. Recién el 23 de agosto de 2005 (a pocas semanas de su fallecimiento), el argentino, enfermo en su casa de Mendoza, recibió la reparación histórica y el reconocimiento mundial después de 37 años de olvido.
Algunos pueblos guardan en su memoria un Picasso, un Mozard, un Fellini...
Los argentinos, acostumbrados a recibir y esquivar golpes, llevamos dentro, aún sin saberlo, la grácil destreza de un Nicolino Locche.

Edición: 2439


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