El hueco azul

Las chicas y los chicos de la escuela de Intiyaco, al igual que la pibada en la secundaria de Fortín Olmos o en la de Hersilia, están preocupados por el futuro laboral, por la democratización de la droga y por los precios de los alimentos, fijados desde Buenos Aires. Ellos intentan recuperar fábricas y prácticas de producción de comida sana.

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Por Carlos del Frade

(APe).- El hombre es un educador popular formado por monjas y sacerdotes que venidos de Francia se enamoraron de la experiencia del tercermundismo y la historia siempre vigente del norte profundo santafesino. Desde hace décadas insiste con construir un lugar que abrace a las pibas y los pibes de Vera, su lugar en el cosmos. Un lugar que se mueve porque desde hace tiempo lleva un carromato del cual bajan títeres, historias, colores, canciones y alegría que intentan llegar mucho más allá de la ciudad cabecera del departamento más grande de la provincia.

Hay algo misterioso y profundamente humano en esta parte de la geografía. Este maestro explica una de las tantas curiosidades de la geografía verense:

-Sobre la ciudad, dicen los que practican parapente, existe algo así como un hueco azul. Una especie de zona neutral en donde no se producen lluvias porque las corrientes de viento suelen cambiar en el cielo de Vera–, dice el sabedor de penas y alegrías de pibas y pibes. Y marca, una vez más, una señal inescrutable de este punto del mapa.

Debajo del hueco azul, en tanto, en una escuela pública que funciona en Intiyaco, allí donde también hay ferias del libro protagonizados por chicas y chicos del norte saqueado pero siempre resistente, las pibas y los pibes estudian con la terminalidad en Ciencias Sociales.

-¿Cómo debería ser para usted una buena política? – pregunta uno de los chicos que está a punto de finalizar la escuela media y siente pasión por el fútbol y periodismo deportivo.

Otros de sus compañeros juegan a la pelota en el club del pueblo que nunca puede jugar de local porque los poderosos de la Liga Norte de Fútbol de la provincia de Santa Fe no les admiten la canchita que está cerca de la ruta de acceso.

Cuentan que en los dos últimos años no pudieron salir campeones, que se quedaron con las ganas por muy poco pero que este año no se les escapa.

Dicen que es maravilloso ver el resultado del éxodo de las familias del pueblo para alentarlos porque no queda nadie entre las casas y las calles. “Ideal para robarse las gallinas”, dice otro de los pibes al recordar esas imágenes que deberían mostrarse en los canales de televisión que todos los días muestran los negocios de los que pervierten el fútbol y que nunca le dejan espacio a estas maravillas colectivas que despierta lo mejor del deporte. Pueblos que se quedan vacíos por partidos que deben jugarse en otros. Amor puro de pertenencia a la comunidad a pesar de los pesares impuestos desde hace décadas.

Pero esos pibes, además de patear, preguntar y escuchar, escriben poesías.

En este mundo,

las apariencias engañan,

las palabras

También.

Pero la esencia de una persona no miente,

se siente en el alma.

La sencillez hace de

una persona común,

una persona excepcional

Lo escribió Fidel de la ESSO 502 de Intiyaco y quedó impreso en un libro publicado por el Ministerio de Educación del gobierno santafesino. Fidel, además, es el diez, el enganche del equipo seguido por el éxodo de la población de su punto en el mapa. Que el diez sea poeta es una síntesis de la poética futbolera.

Lautaro -que juega de dos en el equipo- escribió versos dedicados a un amor que se fue dejando marcas: “Me veo pensando y no pienso sino en verme a través de ti. ¿Qué pensamientos tendrás tú de mí… me siento afortunado de despertar esos sentimientos en la gente que me quiere contra todos los vientos”.

Las chicas y los chicos de la escuela de Intiyaco, al igual que la pibada en la secundaria de Fortín Olmos o en la de Hersilia, en el departamento San Cristóbal, están preocupados por el futuro laboral, por la democratización de la droga y por los precios de casi todos los alimentos. Por eso intentan recuperar fábricas y prácticas de producción y comercialización de comida sana y que además gambeteen a los formadores de precios que desde Buenos Aires fijan los costos de casi todas las cosas.

En estos lugares estragados por el saqueo permanente, las chicas y los chicos insisten en construir un futuro mejor.

En este exacto lugar del mundo, debajo del hueco azul.

La foto de portada es ilustrativa


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