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Por Claudia Rafael
(APe).- Las llamaradas del fuego que asomaban desde el hotelito a metros del obelisco y la muerte de una mujer de 80 años calcinada son la pintura de la desigualdad. Varias decenas de mujeres, hombres y niños se alojan allí, en Lavalle 930 de la ciudad más rica y reconcentrada del país, cuando sus historias vitales los podrían ubicar –y tantas veces lo hacen- debajo de las autopistas. Una habitación de 2 metros por 1,5 les cuesta entre 600 y 700 pesos la noche. Una habitación grande, en la que se hacinan dos adultos y de uno a tres niños, de 20.000 a 30.000 pesos al mes. Al hotel lo gestiona la Iglesia Evangélica del Obelisco –que recibe con un cartel de bienvenida sobre la puerta- a la que entregan puntualmente los billetes que van sumando con la venta de pañuelitos, con los malabares en el semáforo, con el cartoneo o con la comercialización de medias o repasadores en la 9 de Julio. Una mujer con dos niñas pequeñas recibe un subsidio municipal de 10.000 pesos y completa el resto del alquiler ahí nomás del hotel, sentada sobre Lavalle o sobre Carlos Pellegrini, con lo que va juntando en una pequeña caja de cartón y un cartelito que en 5 ó 6 palabras habla de su personal (y colectiva) tragedia, de sus dolores, de su necesidad extrema.
El incendio fue un alerta más, de tantos en sus vidas, que pinceló la fragilidad a la que están expuestos. De cómo una vela, un desperfecto eléctrico, un cigarrillo mal apagado son el inicio de una fatalidad que les marca los días y las noches. Que les puede detonar la vida en un instante o que los devuelve a la calle, donde no hay techo, ni paredes, donde la lluvia o el calor intenso arremeten. Que les arrebata el colchón, los cuadernos, una remera, el par de zapatillas o les deja marcas en la piel como un tatuaje del que no se escapa jamás.
La historia es siempre la misma. Se repite como un mantra con formatos diferentes. Donde la gran pregunta no es la inmediata, la directa, la que simplemente dará respuesta a qué provocó ese puntual incendio. El interrogante de fondo es el que cuenta. Y que llevará a buscar otro tipo de responsables.
¿Cómo llegaron decenas de personas anónimas y olvidadas a vivir en el hotelito que una iglesia evangélica sostiene en una de las peatonales de la gran ciudad? Personas solas o familias enteras que hoy dormirán en una habitación y mañana, cuando ya no hay con qué pagar, con el estómago crujiente y el miedo tatuado en la mirada harán noche en una calle, en un hueco casual, bajo el alero de un negocio cerrado. La Asamblea por los Derechos de las Personas en Situación de Calle contabilizan 7000 sin techo contra los 1900 que suma el gobierno de la ciudad (Censo de 2019).
Ayer por la tarde, cuando ya el sol se había retirado, en las callecitas cercanas a la Plaza de Mayo, casi al unísono, con sus colchones y petates a cuestas, asomaban como caracoles los habitantes callejeros que se instalaban en esa tierra de nadie, de persianas bajadas y negocios cerrados.
Los mismos hombres, mujeres y niñas y niños que –en distintos estadíos de su conciencia- hoy están en el hotelito de calle Lavalle, mañana en una esquina maloliente a merced del mundo, de la crueldad y de la naturaleza y pasado mañana en una toma de terrenos. Y la pregunta sigue siendo qué hay detrás. Cómo se dibujan las pertenencias y dominios de la tierra en las grandes ciudades.
En una aproximación, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se construyeron entre 2005 y 2018 casi 200.000 viviendas. El 38 por ciento entran en la categoría de “suntuosas” y el 12 por ciento en la de “lujosas” (Datos Catastro). El Centro de Estudios Sociales para el Desarrollo Territorial plantea que “desde 2009 a 2019, los precios de los departamentos en venta aumentaron entre un 46 % y 48 %. Además, los departamentos que más aumentaron fueron los de 3 o más ambientes, con destino familiar. Y el valor de m2 en Palermo está aproximadamente 2500 dólares, mientras que su costo es el más barato de la década”. Y en el mismo estudio se refleja que entre 2011 y 2019, se autorizaron 7,5 millones de m2 de construcción en la Ciudad de Buenos Aires. “En el distrito porteño sólo 3 de las 15 comunas concentraron más de la mitad de la superficie permitida. Las áreas que el sector inmobiliario escogió se ubican en el eje norte (Comuna 12, 13 y 14) y, en menor medida, el eje oeste (Comuna 6 y 11), históricas zonas de alta renta”. Y, desde hace años, la Comuna 1 (Puerto Madero) lidera el ranking de zonas con construcciones destinadas a la especulación.
Lejos, muy lejos de esas realidades, hay otro universo paria, ajeno al boom inmobiliario. Que transita sus días y sus noches en el desamparo. Que suda sus dolores ahogándose en el caldo de la inequidad. Que muy de vez en cuando se siente racimo y se organiza. Que ejerce la recuperación de territorios y sabe que, tarde o temprano, habrá quienes –desde el Estado o con las herramientas que el mismo Estado le cederá amablemente a los privados- le saltarán a la yugular, dispuestos a todo.
Una mujer de 80 años murió en el incendio del hotel porteño de Lavalle al 900. Adultos y niñas y niños se salvaron escapando por un techo. Y vieron cómo sus personales y diminutos universos se les esfumaban en un instante. Parias olvidados en un mundo en el que la puja por la tierra sigue siendo la expresión acabada de la desigualdad.
Foto de apertura: Ignacio Sánchez, La Nación
Edición: 4056
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