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Por Carlos del Frade
(APE).- Cuando llega diciembre, en los distintos preescolares del país, las nenas y los nenes argentinos intentan cantar el himno nacional para despedir el año. Es una bienvenida al ciclo primario que vendrá dentro de algunos meses.
Las maestras y los profesores quieren hacerles comprender que la letra de esa canción tiene que ver con sus vidas, con las de sus familias, con las de sus amigos.
Difícil que los chicos entiendan. Especialmente cuando el himno repite la necesidad de vivir coronados de gloria.
¿Qué es vivir coronados de gloria en la Argentina?
Según dicen los que quieren explicar el himno a las pibas y pibes, vivir con gloria significa siempre tener la posibilidad de reírse con ganas, con la boca bien abierta, con felicidad, como suele suceder en el corto tiempo que pasan en el jardín.
Vivir coronados de gloria es pensar que la alegría del jardín estará afuera de las paredes de las salitas de colores.
Vivir coronados de gloria es sentir que las sonrisas de los chicos se multiplicarán en todos y cada uno de los lugares existenciales que ellos recorran.
Coronados de gloria es saber que purretas y purretes tienen lo mínimo indispensable para ser felices. Ni más ni menos que eso. Sin embargo, la cosa no es sencilla en la Argentina.
Su himno libertario no es más que un hermoso deseo todavía inconcluso.
Según las -optimistas- cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, casi la mitad de las chicas y los chicos argentinos son pobres.
No tienen cubiertas sus indispensables necesidades básicas. NBI, números del bastardeo de la infancia. Sigla que debería convertirse alguna vez en No Bastardeen la Infancia. Pero es una consigna de mala literatura.
Hay cuatro millones setecientos mil pibes pobres en la Argentina. El porcentaje expresa que semejante número representa el 46,3 por ciento de la totalidad de los chicos menores de catorce años. Casi la mitad de las pibas y pibes argentinos no tienen para comer bien todos los días o no poseen ropa adecuada o viven hacinados o no se educan. Están mutilados. Les falta algo indispensable para poder ser felices.
Algo que los asome al sabor de un alfajor de chocolate o la fiesta del juego con muñecas o pelotas. La dulzura y la alegría no son permanentes cuando hay urgencias permanentes. Les roban desde chiquitos.
A la mitad de los pibes argentinos les roban un pedazo grande de libertad todos los días. Esa palabra que se repite como grito sagrado en el himno que aprenden cuando todavía están en los jardines, en tiempos preescolares.
Y los lugares más castigados son aquellos en donde por primera vez flameó la bandera y se cantó el himno, en la zona del litoral. Resistencia, Corrientes y Santa Fe, ciudades capitales al borde de las marrones aguas del Paraná, por donde cabalgaron los primeros regimientos que intentaban contagiar el sueño sintetizado en aquella canción.
Mientras los dígitos de los organismos nacionales precisan el despojo cotidiano contra las chicas y chicos argentinos, la letra del himno se pierde como una pelota abandonada, como una muñeca rota. La mitad de los chicos argentinos no entienden qué significa eso de vivir coronados de gloria.
Fuentes de datos: Diarios Clarín 22 y 29-11-06 / La Capital - Santa Fe 30-11-06
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