Gioconda Belli y la nacionalidad arrebatada

El exilio de los poetas

A Gioconda le quitaron la nacionalidad de Nicaragua. Ella que hizo la revolución en las trincheras y en las sábanas. Que fue feminista donde todo se transformaba. Y las mujeres hicieron esa revolución y la sazonaron con el goce de los cuerpos. En ese país ahora exilian a los poetas.

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Por Silvana Melo

(APe).- Gioconda ya no podrá volver a su país. Aquel país que hace 44 años se sacudió de la piel una de las dictaduras más crueles de la América Latina: la que sostenía Anastasio Tachito Somoza. Se la desprendió del cuero como a una garra, con su poesía.

El día en que vencieron al tirano –un 19 de julio de 1979- el Frente Sandinista para la Liberación Nacional irrumpió en las calles de Managua alimentado, como un animal gozoso, de las melodías de Carlos Mejía Godoy, que abrazaban amorosamente las letras de Gioconda Belli. No pasarán, los venceremos, amor, no pasarán, se cantaba con la alegría de la tierra liberada, de las mujeres bajo cuyo paso crujían las cadenas ancestrales, del amor que es fundacionalmente revolucionario, del amor, que se encendía en las trincheras y en las camas como si se estuviera creando el mundo otra vez. Resplandeciente e imparable.

El hombre que me ame /reconocerá mi rostro en la trinchera /rodilla en tierra me amará /mientras los dos disparamos juntos /contra el enemigo.

Gioconda fue parte fundante de ese fuego. Junto a dirigentes como el novelista Sergio Ramírez, el sacerdote y poeta Ernesto Cardenal y Daniel Ortega. Casi medio siglo después el mismo Ortega preside Nicaragua junto a su esposa y sus siete hijos. Gobierna sin voces críticas. En las antípodas de sus compañeros de la más bella revolución de la América. Que por escasa, por mínima en el tiempo, por intensa y erótica y poética es una añoranza feroz. Aquella “Nicaragua tan violentamente dulce”, como la definió Cortázar. Aquellos revolucionarios fueron encarcelados, callados, desterrados.

Gioconda Belli y Ernesto Cardenal: la poesía y la revolución

Gioconda hizo la revolución en las trincheras y en las sábanas. Fue feminista donde todo se transformaba inexorablemente. Y las mujeres hicieron esa revolución y la sazonaron con el goce de los cuerpos. Escribió:

Quiero una huelga donde vayamos todos. /Una huelga de brazos, piernas, de cabellos, / una huelga naciendo en cada cuerpo. /Quiero una huelga /de obreros de palomas /de choferes de flores /de técnicos de niños /de médicos de mujeres.

Quiero una huelga grande, /que hasta el amor alcance. /Una huelga donde todo se detenga, /el reloj las fábricas /el plantel los colegios /el bus los hospitales /la carretera los puertos.

Una huelga de ojos, de manos y de besos. /Una huelga donde respirar no sea permitido, /una huelga donde nazca el silencio /para oír los pasos del tirano que se marcha.

Cuando la dictadura de Somoza la persiguió se exilió en Mexico y volvió cuando el sandinismo expulsó al tirano. Se fue cuando todo ya era un harapo. Regresó a Nicaragua en 2013 y cuando viajó a los Estados Unidos a ver a sus hijas, ya no pudo volver.

Había escrito pocos años antes El país bajo mi piel, una autobiografía que era la misma historia de Nicaragua y su revolución vestida de erotismo y rebeldía. Ernesto Cardenal había dejado el FSLN porque sintió que el sandinismo había sido destruido. Nicaragua perdía su dulzura, perdía sus sueños, perdía sus poetas. Y ya no habría puertas abiertas como escribieron Cortázar e Isella:

Ya ves, viajero, está su puerta abierta, /todo el país es una inmensa casa. /No, no te equivocaste de aeropuerto: /entrá nomás, entrá nomás, /estás en Nicaragua.

La tierra misma, la Managua -a la que a veces se le mueve el vientre y no perdona ni a los dictadores-, los árboles y los pájaros, no son de nadie. No hay notario que las haya escriturado. Por eso siguen siendo de las mismas manos: la revolución –que está en algún muelle escondida hasta que vuelva a romper como aquel oleaje-, los niños y las mujeres. Y Gioconda, a la que el gobierno de Daniel Ortega le quitó la nacionalidad y la dejó en las fronteras de la intemperie histórica, ya no tendrá que decir queda mi ropa yerta en el ropero /Mis zapatos mis paisajes del día y de la noche / El sofá donde escribo /Las ventanas. /Me fui con mis palabras a la calle /Las abrazo, las escojo /Soy libre /Aunque no tenga nada.

Gioconda, desde la tierra, desde la piel, desde el país violentamente dulce, seguirá escribiendo:

Ahora vamos envueltos en consignas hermosas, /desafiando pobrezas, /esgrimiendo voluntades contra malos augurios /y esta sonrisa cubre el horizonte, /se grita en valles y lagunas, /lava lágrimas y se protege con nuevos fusiles. /Ya se unió la Historia al paso triunfal de los guerreros /y yo invento palabras con que cantar, /nuevas formas de amar, /vuelvo a ser, /soy otra vez, /por fin otra vez, /soy.


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