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Por Alfredo Grande
(APe).- El título de este texto no es plagio. Parece, pero no es. La novela de James Cain “El cartero siempre llama dos veces” fue la inspiración directa. Como una vez me dijo uno de mis profesores de teatro “los autores siempre somos ladrones”. Es decir, hay cosas que escuchamos, de distintos lados, y que de alguna manera las usamos, sin darnos cuenta muchas veces. Cuando la escucha es amplia, algo que fue inventado para determinadas situaciones, puede ser útil para situaciones diferentes. Este es el caso.
Me propongo pensar que la desaparición, más allá de la cantidad de desapariciones, llama dos veces. Quizá llame más veces. Pero no menos de dos.
Pondré un ejemplo. La negación, cuya expresión más extrema es lo que llamamos “negacionismo”, es desestimar algo de la realidad. Tiene distintos matices, incluso la apelación a la “memoria completa”. Una especie de recordatorio absoluto, donde todo estaría incluido. El tema es que toda memoria es memoria de clase, y cada clase tiene la memoria que construye desde su propia implicación histórica y política. La negación simplemente borra, “cancela” un aspecto de la realidad que resulta abrumador.
Me consta que, en el movimiento peronista, muchas y muchos niegan la masacre de Ezeiza. Sin embargo, el gran problema es cuando se niega que se niega. Eso se llama “renegación”. Es un paso anterior a lo que denomino “alucinatorio político social”. El negacionismo es un paso anterior al “renegacionismo”: negar que se niega. De ahí a la reivindación de la dictadura no hay un paso. Hay un tercio de pasito. En esa estamos.
Pienso que con la desaparición de personas pasa lo mismo. El, la, los desaparecidos fue política de estado durante años. Pero luego viene la siguiente etapa: que desaparezca la propia idea de los/las desaparecidos. Desaparece que desapareció. Porque una forma de aparición es el recuerdo, la lucha para que con vida los llevaron, con vida los queremos. Pero la memoria, lamentablemente incluso la memoria de clase, se va debilitando por varias razones. Y la única manera de que no desaparezca el desaparecido es la memoria de clase.
Hace pocos meses, el denominado “caso Loan” estaba afirmado. Lo opuesto a la negación. Meses después ha desaparecido que desapareció. Como tantas y tantos otros. Adriana Meyer, a través de una vasta investigación y un ejercicio de memoria, reúne por primera vez en el libro “Desaparecer en Democracia” las desapariciones forzadas a lo largo de cuatro décadas. Todas esas desapariciones han desaparecido. Por eso el desaparecido llama dos veces. Dentro de algunos años, es posible que llame mucho más de dos veces. Hay holocaustos que se recuerdan más. Otros menos. Y otros directamente han desaparecido de la memoria colectiva y de la memoria de clase.
Creo que nuestra tarea militante es que el/la desaparecida no llame dos veces. Ya con uno es una tragedia. Si llama más de una vez, la tragedia se prolonga. Hasta su definitiva naturalización.
El umbral del negacionismo se arma ignorando estos llamados.
Creo que no debemos ignorarlos.
Nunca más.
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