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Por Angel Fichera
(APe).- Para complacer a su cliente estándar, la mayoría de las cadenas de supermercados británicas rechazan las frutas y hortalizas que no tienen un aspecto impecable, aunque sean perfectamente comestibles e igual o más sabrosas que las más atractivas a la vista. Estas exigencias cosméticas suponen que el 30% de las verduras del Reino Unido no se lleguen nunca a recolectar, se pudren en los campos porque no dan la talla visual.
Esta es una de las prácticas que denuncia el informe presentado ayer por el Instituto de Ingenieros Mecánicos británico, que advierte que entre el 30% y el 50% de los 4.000 millones de toneladas de alimentos que se producen cada año en el mundo se echan a perder y no llegan a la mesa.
Diferentes oenegés, agencias de las Naciones Unidas y también la Unión Europea han alertado en los últimos años de que una cantidad inmoral de frutas, carne, cereales, pescado... acaba en la basura, tanto en los países ricos como en los pobres, donde millones de personas siguen muriendo de hambre. En el siglo XXI, el número de hambrientos se acerca a los mil millones, una cifra similar a la de los ciudadanos con sobrepeso.
Si, por ejemplo, en el África Subsahariana o el Sudeste de Asia, el problema radica en unas deficientes infraestructuras agrícolas que propician que los cereales, las frutas o las hortalizas se pudran en el campo antes de la recolección, en el proceso de transporte a los mercados o en el almacenamiento, en Europa las exigencias de alimentos perfectos o las ofertas de "compra uno y te regalamos otro" hacen mucho daño. Sólo en Gran Bretaña el comercio minorista tira cada año un total de 1,6 millones de toneladas de comida.
Los autores del informe recuerdan que, según las predicciones de las Naciones Unidas, la población mundial podría alcanzar hacia el año 2075 unos 9.500 millones de personas, frente a los 7.000 millones actuales. Dos mil quinientos millones de bocas más. Por tanto, el reto será evitar esas pérdidas millonarias en un entorno en el que la presión sobre la tierra, el agua y la energía será muy importante. El estudio considera que mejorando las infraestructuras agrícolas en los países en desarrollo y propiciando un cambio de mentalidad en el consumidor occidental, el mundo podría suministrar entre un 60% y un 100% más de comida para atender las necesidades futuras. En este sentido, los autores del trabajo remarcan que los gobiernos de las naciones desarrolladas deberían implementar políticas para promover que los comercios no rechacen productos únicamente por su aspecto y que el consumidor no compre más de lo necesario alentado por esas llamativas campañas. Al final, esas compras de más se acumulan en la heladera y de allí pasan directamente a la basura.
El Worldwatch Institute de Washington ya advirtió en una de sus investigaciones que para acabar con el hambre en el mundo no basta con obtener más comida, pues actualmente ya se producen alimentos para unos 12.000 millones de personas. La cuestión está en evitar que se despilfarren tantos recursos. Y apunta otro dato preocupante: el 35% de la pesca se descarta por no tener valor comercial. Otra vez una cuestión de apariencia. Tal cantidad de peces lanzados por la borda de los barcos agrava la sobreexplotación del mar. Los descartes responden a distintos motivos: porque los peces son inmaduros; porque la cantidad capturada supera las cuotas asignadas y no se pueden desembarcar, e incluso hay pescadores que los devuelven al agua para ganar espacio en el barco para especies mejor pagadas. Crece la conciencia sobre la necesidad de acabar con estas prácticas tan insostenibles, aunque todavía queda un largo camino por recorrer.
En Europa o EE.UU. la presión de los gobiernos y la pedagogía deben ejercer un papel relevante para frenar el derroche de alimentos. En África, Asia o América Latina el problema es de signo muy distinto. El Instituto de Ingenieros Mecánicos sugiere que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) trabaje con la comunidad internacional para transferir conocimiento y tecnología a los países en desarrollo en el sector agrícola y logístico, con el fin de evitar la destrucción de ingentes cantidades de hortalizas, cereales y frutas durante la cosecha, el almacenamiento y el transporte. En un contexto de crisis alimentaria, son problemas que hay que afrontar con urgencia. Y más teniendo en cuenta que hay otros factores que contribuyen a empeorar el panorama. Uno de ellos es la reducción de la tierra agrícola disponible a causa del cambio climático, la degradación ambiental del suelo, las restricciones de uso para proteger ecosistemas y la competencia ejercida por otros sectores (urbanístico, industrial...). Por otro lado, desde hace años, oenegés de cooperación al desarrollo y organizaciones ecologistas advierten que millones de hectáreas de tierra producen biocombustibles en vez de alimentos. Donde antes se plantaban tomates o papas, ahora crece soja o caña de azúcar que se usará como combustible.
El informe también invita a reflexionar sobre cuáles son las actividades que pueden dar de comer a más personas con la utilización de menos recursos. "Un modelo de producción basado en la ganadería requiere una mayor extensión de tierra: una hectárea puede, por ejemplo, producir arroz o papas para entre 19 y 22 personas al año, mientras que la misma extensión sólo dará carne de ternera o de cordero a una o dos personas", plantea el documento presentado este 11 de enero de 2013.
El debate se repite al analizar los recursos hídricos: una vaca necesita 50 veces más agua que la agricultura equivalente, siempre según los datos del citado estudio. Un elemento que hay que considerar es que el derroche de alimentos también implica pérdida de agua: las cosechas que se echan a perder cada año han consumido 550 billones de metros cúbicos de agua que no han servido para nada.
Fuente de datos:
Instituto de Ingenieros Mecánicos (Inglaterra) y La Vanguardia (España).
Edición: 2409
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