El covidiota

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Por Alfredo Grande
(APe).- Hay una cultura represora buena y hay una cultura represora mala. Como los torturadores. Como el colesterol. La buena se entroniza en un arco que empieza con las democracias formales, con impecable frac constitucional, hasta los denominados estados de excepción. Que van derivando a que la excepción sea la regla, y entonces, de la noche a la mañana, entre gallos y mediodías, irrumpe la cultura represora mala. El Terrorismo de Estado. De Franco a Pinochet. De Somoza a Mussolini. De Isabel Martínez a Jorge Rafael Videla. Sobran los ejemplos. El alucinatorio político social determina que todo lo que se oponga a la derecha y la cultura represora mala, es de izquierda y cultura buena. No me remito a las pruebas, pero presento algunas.

El capitalismo, sistema cruel, profundamente injusto, depredador serial, se lo condimenta con “serio” y se le agrega el ingrediente de los “derechos humanos”, es clonado en algo bueno. Muy bueno. Marca de fábrica del kirchnerismo, que es la máxima izquierda que el kirchnerismo puede tolerar.

Si podemos atravesar el alucinatorio político social, la seriedad del capitalismo se cae más rápido que barbijo de opositor furibundo. Pero de alguna manera, el barbijo político permite que el maldito capitalismo pase de cultura represora mala a cultura no represora buena. Cuando una madre de plaza de mayo se abrazó con un general, el barbijo llegó al suelo.

Ahora mal: la cultura represora necesita en forma permanente una inmensa inversión en todo tipo de condimentos. No creo que se recicle. Pero sí que se maquilla muy bien, y tiene la mejor colección de máscaras de la historia. En la Argentina cercana, el denominado menemismo, que con el debate sobre la hidrovía queda claro que sigue vivo y bien vivo, es uno de los desfiles de máscaras mejor logrados.

Para que la cultura represora mala sea considerada cultura represora buena y necesaria, necesita incrustar en la subjetividad varias ideas. “Lo menos malo es lo mejor”. “Estamos mal, pero vamos bien”. “Así es la vida”, “Deben ser los gorilas, deben ser”. “Con la democracia se cura, se come, se educa”. “Reconstrucción Argentina”.

Con el mismo justificado ahínco con que el Estado sigue buscando a los hijos de las y los desaparecidos, sería bueno que encuentre también a los cientos de miles de niñas y niños empobrecidos. Y que también están, objetiva y subjetivamente, desaparecidos. Y digo Estado y no digo gobierno, porque el hambre es un crimen agravado por el vínculo con el Estado. Y han pasado muchos gobiernos. Lamentablemente algunos se han quedado. Toda la parafernalia para disfrazar a la cultura represora de cultura buena, cada tanto necesita inventar y alucinar un enemigo interior. Exterior mejor no, porque pueden ser peligrosos.

El Estado Terrorista es cruel, cobarde y cínico. Y necesita tapar todos sus errores y excesos con el aerosol de la culpa colectiva. Lo dijimos desde el año pasado. El virus no es un enemigo invisible. Es visible y además no es enemigo. Los enemigos visibles son los que siguen lucrando con la pandemia. Desde los fabricantes de vacunas, incluso los nacionales, hasta el maxi kiosco de hisopados en Ezeiza.
Tampoco el enemigo era el vacunatorio VIP que le costó al Ministro de Salud de la Pandemia su cargo. La actual Ministra de Salud al día siguiente del día anterior, dijo que no había vacunatorio VIP. Pero no vuelvas Ginés que no te perdonamos.

La que parece que vuelve es Pfizer, a la que sí parece que perdonamos. Se ha filtrado una información que se está organizando una agrupación que se llamaría “la Fizer”. La marca de la culpa colectiva, necesaria para enmarcar la culpabilidad del Estado, tiene en este momento su nombre propio: COVIDIOTA. Según su entrada en el DHLE (diccionario histórico de la lengua española) "covidiota" significa: Persona que se niega a cumplir las normas sanitarias dictadas para evitar el contagio de la covid.

El dedo de la cultura represora tiene un nuevo anillo. La pandemia tiene su origen en pandillas, maras, aluviones de covidiotas. Los Estados del Capitalismo Mundial Integrado son inimputables. Un periodista que antes hablaba “a dos voces” y en la actualidad prefiere “una sola voz” (la del oficialismo) fundamenta el tema para quien quiera escucharlo. Como yo no quiero, apenas escuché una ínfima parte de su homilía. Suficiente. El mismo Estado que exige no discriminar, discrimina en forma masiva. Pero también escupe para arriba y además no se corre.

El funeral de Estado del Diego fue seguramente organizado por funcionarios covidiotas. Las filas de jubilados desesperados para cobrar estipendios miserables, también fue organizado por covidiotas. La inflación no controlada, la escalada de precios de los alimentos básicos, otra muestra de los covidiotas. El pago de la deuda externa, en detrimento de un aumento real del salario que no es móvil, es mínimo y para nada vital, armado por covidiotas. Los banderazos de los hinchas mientras las tribunas vacías solo albergan a les VIP, otra obra de los covidiotas.

O sea: que éramos pocos y parieron a los covidiotas, con lo que explicarán todo, y como siempre, no arreglarán nada. La única buena es que como este texto lo escribe un viejo militante covidiota, podrán descartarlo y la vida seguirá siendo bella. Recomiendo que, aunque nos vendan un buen ascensor, sigamos subiendo con calma por las escaleras. No será justicia, pero nos acercaremos a lo justo. Así piensa un covidiota de izquierda.

Edición: 4308

 

 

 

 


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