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Por Silvana Melo
(APe).- Más de 14 mil niños y adolescentes sufren su propia pandemia: se quedaron solos, cuando su madre, su padre o sus abuelos murieron de covid. El bebé de Caá Catí es apenas uno de ellos, nacido en la agonía de julio, en Corrientes. Cuando su mamá moría atravesada por el coronavirus, su papá se quedaba acurrucando a los cuatro más que viven en casa. El bebé de Caá Catí es frágil y solo de toda soledad, en un tiempo en el que tendrá que repartirse el volumen escaso de cuidado y a él le tocará un apenitas aunque necesita tanto. Un millón y medio de infancias quedaron talados de madre o padre en todo el mundo. Con el desamparo colgando del cuello, como un sambenito de los tiempos.
Son 13.003 chicos de menos de 18 años los que en la Argentina sufrieron la muerte de su padre, su madre o de los dos. El dato apareció en The Lancet, la revista británica que legitima informes sobre la salud del mundo. Pero esos números abarcan hasta el 30 de abril. Después llegó la segunda ola y los 500, 600, 700 muertos por día que habrán dejado una orfandad incontada por los organismos internacionales. Justo cuando esta tierra alejada del ombligo global sufría los peores sismos de la pandemia.
Desde el 1 de marzo de 2020 y hasta el 30 de abril de 2021, 2658 niños y adolescentes se quedaron sin mamá. 10.341 perdieron a su papá. Cuatro de ellos a los dos. Son más de 1.100 los que no tienen más a sus abuelos. 14.117 en total.
En el mundo, cada doce segundos un niño queda huérfano.
Esas soledades, provenientes de la pérdida de los responsables de su cuidado, enfrentan a los chicos y las chicas con tiempos sombríos. Cuando estarán más tristes, más pobres, peor alimentados, con el desamparo entrando por las puertas que no cerró el covid cuando invadió los hogares indefensos. Sin armas contra el monstruo que se lleva a los mayores y deja a los niños solos.
El bebé nacido en el Hospital de Campaña de Corrientes tiene cuatro hermanos más y un padre sin empleo. Su madre murió en tiempos en que los gobernantes sueñan con abrirlo todo, masivo y sin barbijo, como si nada pasara. Como si nada hubiera pasado.
Pero él se quedó sin madre. Y su papá no puede con todos. Por eso piden ayuda en Corrientes para el bebé de Caá Catí. Que es el nombre de todos los demás, de los 14 mil y pico a los que el covid les arrebató a su padre, su madre o sus abuelos. Se los arrancó, les subió la fiebre, no los dejó respirar y se los llevó lejos, tan lejos que no alcanzan las manos para acariciar. Ni para dar de comer. Ni para poner en la panza cuando duele.
El virus llegó y sin golpear los contagió a todos en la casa de Caá Catí. Pero se llevó a su madre. Que lo había parido hacía tan poquito. Uno de los 14 mil y pico que ya serán muchos más después del oleaje pavoroso de estos meses. Que se llevó a diez mil en quince días pero The Lancet no los contó.
Desde el 30 de abril (63.865 fallecidos) hasta hoy (105.113) murieron 41.248 más. Muchos de ellos padres, madres, abuelos. La proyección de los niños que los perdieron aumenta desesperadamente a 23.000.
Una pandemia encubierta que se suma a las otras, al hambre, a la mala nutrición, a la pésima atención sanitaria, a la violencia física, emocional y sexual, a las balas de la policía, a la indiferencia del estado.
Una pandemia invisible que se suma a las que apuntan todos los días a la cabeza y al corazón de las infancias de esta tierra de fin del mundo.
Edición: 4362
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