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Por Oscar Taffetani
(APE).- El próximo 13 de febrero, Los Hornos, barrio más antiguo que La Plata (ya que de allí salieron los ladrillos para construir la ciudad) va a cumplir 124 años. En esa ocasión, probablemente, el municipio convocará a las fuerzas vivas para cumplir con los actos de rigor.
Y habrá tal vez una delegación de la Policía Bonaerense, ya que su Seccional 3º -se lee en una publicación escolar- “cuida la seguridad del barrio y mantiene una relación con la comunidad activa, estando presente y acompañando los diversos actos y ceremonias que la comunidad celebre”.
Pero será difícil, pensamos, que asistan representantes de la citada Seccional, ya que al menos cinco (Santiago Regalía, Christian Gutiérrez, Carlos Morales, Iván Martínez y Lucas Oyarzábal) se encuentran detenidos, acusados del vil asesinato de Darián Barzábal, joven vecino del barrio. Y los que no estén detenidos, deberán enfrentar la furia e indignación de los habitantes de Los Hornos, que han visto una vez más, en los pasados días, cómo se cumple un código feroz que rige en ésta y otras barriadas argentinas.
Orwell revisitado
En su novela 1984, George Orwell anticipó con lucidez el código de Los Hornos. Allí, el Ministerio del Amor se ocupa de organizar la tortura; el Ministerio de la Paz, planifica la guerra; el Ministerio de la Abundancia, mantiene el hambre del pueblo y un goebbelsiano Ministerio de la Verdad redacta y propala cada mañana las mentiras que la ciudadanía debe escuchar.
La Policía Bonaerense es el organismo de seguridad pública argentino que más puntillosamente cumple con el código orwelliano, que es el código del mundo del revés.
No hace falta enumerar los casos, están en la memoria y en la amargura de todos. Vecinos que necesitaban ayuda y que -equivocados- acudieron a la Policía... chicos que por un descuido se separaron de sus familias y cayeron en sus garras... jóvenes que no conocían el delito, hasta que no entraron a la Institución...
Otros chicos, otra guerra
El pasado 11 de enero se produjeron violentos incidentes en adyacencias de la Seccional 3º de la Policía Bonaerense, en el barrio de Los Hornos.
Una marcha organizada por vecinos, organismos de derechos humanos y agrupaciones de izquierda, para protestar por el encubrimiento del crimen de Darián Barzábal y exigir la aparición de Julio López (otro vecino de Los Hornos, desaparecido luego de prestar testimonio contra un genocida) terminó en batalla campal entre los manifestantes y la policía.
Los chicos de Los Hornos, armados de piedras como en la Intifada palestina (al fin y al cabo, ellos también son hijos de una larga guerra) enfrentaron a efectivos de la Bonaerense provistos de cascos, escudos, itakas y pistolas lanzagases. El saldo fueron múltiples heridos y por lo menos 11 jóvenes detenidos.
Hasta allí, la crónica periodística, que nos dispara una breve reflexión:
Hablan ciertos candidatos, al comienzo de este año electoral, de construcción de ciudadanía. Se trata, aparentemente, de tomar a un chico de 12 años del barrio de Los Hornos, es decir, alguien que ya tiene las primeras cicatrices de sus encuentros con el Bien (perdón por la ironía) y explicarle que esos gendarmes que metieron a su amigo en un patrullero -un patrullero decorado con el retrato del desaparecido Julio López- que lo golpearon esposado, que lo mataron de un tiro en la nuca y que se lo entregaron a sus padres 14 horas después, en realidad son... sus amigos.
Va a ser difícil, lo anticipamos. Aunque el chico aprenda a leer. Aunque aprenda a comer. Porque el Fiscal de Garantías -de acuerdo al código de Los Hornos- es un señor que llega siempre tarde, y que se ocupa de garantizar la impunidad de los asesinos.
Y porque los denominados servidores del orden público son hombres armados, con licencia para matar, que se ocupan de que ningún muchacho de Los Hornos -ni de Budge, La Matanza o Avellaneda- pueda estar verdaderamente seguro.
El barrio donde vivían Darián Barzábal y Julio López se llama Villa Unión Nacional, pero nadie lo conoce con ese nombre. Hasta en eso se cumple el código de Los Hornos.
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