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Por Alberto Morlachetti
(APE).- El sistema económico que rige la Argentina -hace tiempo- es un asesino serial que entregó a voraces capitales nuestras mejores expresiones vitales que se van en la muerte chica de los olvidos.
El presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la Legislatura de Tucumán, José Cano, denunció que unos 30 niños y adolescentes entre 14 y 18 años detenidos en la Jefatura de Policía se encuentran en condiciones “deplorables”, “viven dentro de jaulas” o están aislados con alambres. Cano describió que los adolescentes “no están bajo ningún programa social; carecen de mesas y sillas, por lo que comen en el suelo y generalmente con las manos porque no se les facilitan cubiertos”, “no tienen baños y tienen que orinar en botellas de plástico”. Oscuras figuras que aparecen despojadas de cualquier atributo y sus vidas transcurren en “una zona de indiferencia y de tránsito permanente entre el hombre y la bestia”.
La vida se encuentra sometida en barrios que son cárceles a cielo abierto cuyos barrotes están hechos de gendarmes, prefectura y policías, en la amenaza impasible de los años. El campo de concentración y no la ciudad es hoy el paradigma biopolítico de Occidente dice Agamben. Un poder que amenaza permanentemente con la muerte “Es a partir de estos terrenos inciertos y sin nombre, de estas perturbadoras zonas de indiferencia, desde donde han de ser pensados los caminos y las formas de una nueva política”.
La poesía recogía en un oscuro café algunos versos perturbadores: Arrasa tu país, arrasa tu cultura, nada de agua corriente, Coca Cola pura. Voces a cualquier azar, como una botella lanzada al mar de los deseos, buscando una orilla donde dejar los restos del naufragio de la condición humana, quizás para buscar una segunda oportunidad, porque no existe nada muerto de una manera absoluta: cada sentido tendrá su fiesta de resurrección. Problema del gran tiempo, acotaba Bajtin.
Fuente de datos: Diarios Página/12 / Río Negro y El Independiente - La Rioja 08-06-05
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