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Por Carlos Del Frade
(APe).- -Ustedes viven con fantasmas. Los tienen metidos en sus propias ropas…-les dice el periodista a las chicas y los chicos entre ocho y diez años. Ensaya una forma de seducción para engancharlos en la historia argentina. Les cuenta que durante las noches, los bustos de Rivadavia y San Martín se pelean en la galería por las viejas cuentas pendientes.
Pero que el pasado está allí, entre sus ropas.
Porque los fantasmas del siglo diecinueve están dibujados en las monedas y los billetes, revela el cronista ante chicas y chicos que, ahora si, efectivamente, lo escuchan con atención, por lo menos por algún tiempo más.
Pregunta, entonces, por los colores. ¿Quién está en el billete de color azul?. Mitre, dice una niña. ¿Y en el verde?, San Martín, coinciden varios. ¿El marrón?, Belgrano, apuntan.
Y llega el billete rojo, el que tiene a Juan Manuel de Rosas y un dibujo que muestra algo del combate de la Vuelta de Obligado, del 20 de noviembre de 1845.
No está mal.
El heroísmo de las cadenas, la resistencia ante las principales potencias del mundo de entonces, Francia e Inglaterra y la dignidad de un pueblo perdido que demuestra su dignidad.
Sin embargo se perdió.
El día de la soberanía recuerda una derrota.
Los ingleses y los franceses pasaron.
Cortaron las cadenas y avanzaron por los ríos interiores.
En pleno siglo veintiuno, el símbolo que es sinónimo de soberanía recuerda, todos los días, que semejante gesto equivale a una derrota, a una pérdida.
Sin embargo, aquella guerra del Paraná continuó.
El pueblo argentino no se rindió.
Y siguió habiendo peleas, combates y escaramuzas.
Hasta que un día, en estos desolados confines del mundo, donde la civilización solamente era una palabra que nunca parecía nutrirse de realidad, el 4 de junio de 1846, en Punta Quebracho, sur de la provincia de Santa Fe, los paisanos les ganaron a los poderosos invasores.
En el exacto lugar de la contienda, una maravillosa terraza cósmica que dibuja el Paraná a la altura de Puerto General San Martín, se levanta hoy la multinacional Cargill que llega a facturar más de cincuenta mil pesos por minuto y no paga impuestos provinciales.
Aunque hay una cruz y una placa que nada dice, ese punto del mapa argentino fue –alguna vez- monumento nacional. En los papeles sigue siéndolo. El problema es que corrieron de lugar ese mojón. Le molestaba a la empresa estadounidense.
¿Por qué el billete rojo que recuerda el combate de la Vuelta de Obligado sigue vigente y la batalla de Punta Quebracho es prácticamente desconocida para las grandes mayorías argentinas?.
Quizás porque convenga que no se recuerde que el día que parte del pueblo decidió enfrentar al imperio más poderoso de la Tierra la terminó ganando. Que si una vez se pudo, tal vez se pueda otra vez.
Por eso el billete rojo recuerda la derrota y la soberanía.
Cuando, en realidad, esa historia que comenzó en la Vuelta de Obligado terminó en la
victoria de Punta Quebracho.
Otra vez las aguas del Paraná.
Pasado, presente y futuro.
-Acá estamos en Punta Quebracho. Fue acá donde le ganamos a los ingleses. Fue el 4 de junio de 1846. Pasó mucho tiempo. Pero seguimos insistiendo en ser un pueblo soberano… Porque la verdadera soberanía se conquistará cuando los trabajadores argentinos sean felices – decía Rubén Rada, referente permanente de los ex combatientes de Malvinas.
Fuente: “Cabral y Rivero, peones heroicos. De San Lorenzo a Malvinas”, del autor de esta nota.
Edición: 3063
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