El Bepy XI

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Por Angel Fichera

(APe).- Cuando sopla fuerte el viento Pampero, los vecinos se ponen adjetivadores. Es como una peste, una alergia que les agarra cada vez que las condiciones climáticas así lo piden. Entonces, cuando salimos de compras con el abuelo, no dudamos en saludarlos con “Buenísimos días”, o frases como “Mañana linda aunque algo nublada”, y ellos contestan “La tarde será diáfana, casi límpida, pero un poco fría”.

 Sabemos que en días así no conviene ni pasar por el frente de la carnicería, pero entramos igual, porque siempre nos anda faltando algún hueso para el puchero.

En ese sacrosanto local se reúne la más experta y distinguida casta de adjetivadores.

“Buen día”, decimos al entrar. “Hermosa y florida mañana invernal”, contesta el dueño y agrega “Siéntanse cómodos, libres, sueltos, despreocupados”. Y una clienta nos analiza de arriba a abajo y comenta “Hoy se los ve cansados, nerviosos, atribulados. Parecen algo dormidos, soñolientos, ensimismados”. “Hemos tenido una noche aciaga, agobiante, patética, ardua y abrumadora”, aclaramos. “Es el clima –opina otro–, el viento éste que es fastidioso, enmarañado, ponzoñoso y extenuante”.

Así es como perdemos el tiempo hasta el mediodía. Antes de terminar las compras, ya pasa otra hora desaprovechada, fugaz, cordial o desvanecida...

A veces pienso que lo hacen a propósito. Abren las ventanas por la noche para aspirar el polen que trae la brisa, hasta que la reacción ocurra. Como un asmático huele una lata de pintura hasta provocarse un brote... Entonces, salen a la mañana cargados de adjetivos calificativos, numerales, cardinales, comparativos y superlativos... Para lucirse con sus interlocutores.

Otras veces creo, sencillamente, que mienten. Que no existe tal alergia ni la influencia del Pampero. Que son ellos nomás los que embarazan, de palabras floridas y esbeltas, a ese viento tan pobrecito y callado...

De puro gusto, trivial, absurdo... o empoetecido...

Edición: 2368


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