El ataque feroz a la salud pública pone al Garrahan en peligro

La lucha de los trabajadores del Garrahan pone en escena los efectos de la política de destrucción de la salud pública. En un hospital que desde hace décadas salva vidas, sus profesionales están sometidos a condiciones laborales precarias. La única respuesta oficial es que el presidente propone hacer una obra teatral a beneficio.
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Por Claudia Rafael

(APe).- Hay rostros de pibas y pibes que se metieron para siempre en el país. Como el de Abril Dispenza, que en 2004 fue trasplantada de corazón y que hoy es estudiante universitaria y tiene 22 años. Otros, la mayoría, son anónimos y viven sus vidas en geografías y rincones de una Argentina que necesita de quienes a diario trabajan horas y horas en el Garrahan, que tiene protocolos y tratamientos únicos en toda América Latina. Hoy los profesionales de ese emblemático hospital pediátrico, inaugurado por Raúl Alfonsín en agosto de 1987 –cuatro meses después de la sublevación militar de Semana Santa- están en una situación cercana a la terapia intensiva.

Es una contradicción inexplicable: quienes salvan vidas a diario, quienes hacen trasplantes de órganos sólidos y de médula ósea impensables, quienes cuidan a niñas y niños debilitados por sufrimientos difíciles de concebir, quienes tratan a casi la mitad de las infancias enfermas de cáncer de todo el país, sostienen condiciones laborales precarias, integran equipos profesionales agotados, tienen desde hace meses salarios congelados o, a lo sumo, reciben como dádiva un 1 por ciento de aumento y trabajan más de 60 horas semanales.

En el contexto de esa paradoja, el presidente anunció –en “La Misa”, un programa de streaming- que protagonizará una obra de teatro titulada “Juicio al capitalismo”, que está gestionando hacerla en donde estaba emplazado el Muro de Berlín y que será a beneficio del Garrahan. Las respuestas de trabajadores fueron inmediatas. Decía la enfermera Meche Méndez en esta agencia: “no somos Carmelitas descalzas, no necesitamos caridad, necesitamos sueldos dignos, régimen de insalubridad, aumento de presupuesto, que su gestión deje de aplicar un ajuste criminal que desfinancia el hospital pediátrico de mayor complejidad, con el solo objetivo de lograr su destrucción. Ajuste que está provocando –intencionalmente- una triste sangría (avalada por títeres internos que hacen cumplir su política), con pérdida abismal de nuestro poder adquisitivo, con cantidad de trabajadores, muchos profesionales de excelencia que buscan otros destinos mejor remunerados y reconocidos para seguir ejerciendo su trabajo: nada menos que cuidar niños gravemente enfermos”.

En octubre de 2023, la misma página oficial del Garrahan publicaba que un grupo de profesionales había sido premiado en el 41 Congreso Pediátrico por una investigación sobre el triaje en los servicios de Emergencias. En la foto, como integrante del grupo se ve a Ana Fustiñana, jefa de Clínica del área de emergencia, que por estos días, en entrevista en La Nación + decía que “somos médicos que hicimos 6 años de universidad, posgrados, doctorados. Para que un profesional entre a trabajar en este hospital hablamos de una inversión de 12/14 años para arrancar. Y hoy se está yendo gente con 10 años de antigüedad, es decir, gente con 22 años de formación. Si no hay una solución urgente esto va a ser muy difícil de resolver. Lo más crítico en este momento es el recurso humano. Porque si tenemos los insumos y no tenemos a las personas, no se puede trabajar”.

Historias

Hace un año, en sus páginas, el Garrahan reflejaba que a lo largo de su historia realizó 2232 trasplantes: 1091 de riñón, 1023 de hígado, 100 de corazón y 18 de pulmón. Esos son números concretos que esconden historias. Fue justamente el jueves 2 de mayo de 2024 en que se concretó el trasplante de corazón número 100. Fueron 25 profesionales del Garrahan que trabajaron alrededor de 13 horas en un nene de apenas 8 años. Y, unos meses antes, el último domingo de agosto de 2023 más de 100 profesionales del Hospital hicieron un triple trasplante que implicó salvar las vidas de un nene de 4 años al que le trasplantaron el corazón, de una beba de un año, a la que le trasplantaron el hígado y una adolescente de 13 que recibió un pulmón.

Los médicos realizan el trasplante de corazón número 100.

O cinco años atrás, en julio de 2020, se concretó el primer trasplante argentino de médula ósea con sangre de cordón umbilical de donante no familiar a un bebé jujeño de 10 meses.

Cada una de esas historias, como aquella de Abril Dispenza 21 años atrás o tantas otras de mayor o menor gravedad, generan empatía, aplausos, emociones. Porque son en definitiva las historias de esas infancias golpeadas por enfermedades estacionales a veces pero también, tantas otras, por las consecuencias de un modelo de producción que envenena y muta en leucemias o en cánceres. Son las historias de familias que llegan desesperadas al Garrahan soñando con que allí encontrarán un diagnóstico que les viene siendo esquivo y luego un tratamiento que les permita saber que habrá un futuro.

Pero esos tratamientos, esos diagnósticos, esos protocolos no llegan por herramientas tecnológicas, artificiales y máquinas frías.

La multitudinaria asamblea del Garrahan aprobó el paro.

Decía el pediatra Pablo Puccar, jefe de clínica de la sala de cuidados intermedios del Garrahan, en entrevista en Radio con Vos que “estamos pagando costos enormes en equipos que se construyeron durante años. Una curva de aprendizaje de patologías complejas, enfermedades raras y que fuimos transmitiendo a la descendencia. Pero hoy esos profesionales jóvenes se estén yendo del hospital y la gente más grande jubilándose. Entonces la pérdida va a ser incalculable. Se está perdiendo algo que nos distinguió en toda América y en el mundo. A nadie en el hospital le genera duda que el objetivo es destruirnos. Los residentes de pediatría comenzaron la semana pasada un paro sin guardia de 3 días porque un residente de primer año cobra 780.000 $ por 60 horas semanales con las guardias. Llevamos 100 renuncias de profesionales de altísimo nivel y los primeros en irse son los mejores. Gente que se fue a Estados Unidos, a España, al sector privado, gente que era única para nosotros y se fue yendo”.

La sensibilidad al momento de escuchar de una vida niña que se salva dentro del hospital debiera trasladar la mirada también a quien la salva, a quien la arrulla, a quien pone en marcha todos sus saberes y aprendizajes para que los días de las infancias puedan ser parte indisoluble del futuro.

En tiempos en los que el discurso oficial reivindica el que se salven solos, el ahogamiento, el desprecio y la destrucción de la salud pública como meta, sólo puede ser frenada por la reacción organizada y colectiva.

En un camino en el que defender los espacios públicos de cuidado y atención de las infancias tiene necesariamente que transformarse en bandera.


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