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Niñas y niños que han visto a su madre violada, golpeada, humillada. Que han vivido con terror cotidiano. Cada día peor que el anterior. Ni siquiera con incertidumbre, que para muchos es la peor situación. Pero la peor situación es la certidumbre plena de que hoy la pasarán peor que ayer.
Por Alfredo Grande
(APe).- Hace algunas décadas que escribo sobre los tres registros que organizan los procesos de subjetivación: el deseo, el mandato y el deseo de mandato. El deseo organiza la subjetividad erótica; el mandato organiza la subjetividad represora, y el deseo del mandato la subjetividad represora que ha conseguido negar su condición de represora. Este es el proceso que en una escala grupal y social se denomina “negacionismo”.
Además del negacionismo de los holocaustos, las masacres, las dictaduras, hay un negacionismo que se ha naturalizado, o sea que se ha culturalizado en forma represora. La publicidad como equipamiento es la encargada de que la alquimia del deseo al mandato se concrete. Entonces deseamos lo que nos ordenan desear. Y la diferencia entre deseo y mandato ya no es posible de ser pensado.
No en vano un candidato dice que es la primera marca. Aunque el producto sea un asco, es la primera marca de ese producto. Un asesor de imagen es muy parecido a un creativo de una agencia de publicidad. Reino del revés de las apariencias que, en este caso, no engañan. Siempre que se tenga la decisión de usar claves de desciframiento. El tema es que, si usamos esas claves, percibimos demasiado de cerca nuestra miseria real. Y demasiados eligen las diferentes marcas de los alucinatorios políticos que hay en las góndolas electorales porque la percepción de la miseria real es insoportable.
Como me dijo un amigo: mi identidad autopercibida es de rico, pero encerrado en el cuerpo de un pobre. Algunos llaman a eso ascenso social. Mirar siempre para arriba para no mirar la miseria real que queda para abajo.
Hay niños y adolescentes asesinos. Los fabrican para que sean, porque si la vida de ellos no vale nada, la de los otros tampoco. La aberrante pregunta: ¿la pobreza promueve delitos? es una forma de negar el efecto devastador que tienen en la subjetividad las necesidades básicas insatisfechas durante varias generaciones.
Niñas y niños que han visto a su madre violada, golpeada, humillada. Que han vivido con terror y horror cotidiano. Cada día peor que el anterior. Ni siquiera con incertidumbre, que para muchos es la peor situación. Pero no. La peor situación es la certidumbre plena de que hoy la pasaré peor que ayer. Mucho peor.
La humillación cotidiana es igual o peor que la cotidiana falta de comida. Hay niños y adolescentes asesinos. Pero no torturadores. Hay niños y adolescentes que ejercen violencia destructiva. Pero no torturan. No ejercen crueldad. Toda la crueldad la tienen encerrada en sus cuerpos y almas heridas.
Ayer recordé una película que vi cuando tenía 10 años. El Globo Rojo. El mediometraje, muestra a Pascal quien en el trayecto hacia su escuela una mañana, encuentra un globo rojo. Pascal juega con su nuevo juguete, y descubre que el globo posee una mente y voluntad propia y éste comienza a seguirlo a donde quiera que vaya, a veces flotando al lado de la ventana de su habitación, del lado de afuera, ya que su abuela no le permitía la entrada con el globo a su casa.
El globo rojo sigue a Pascal por las calles de París, y ambos llaman la atención de los adultos y la envidia de otros niños que vagan por las calles. En un momento el globo entra en el colegio de Pascal, provocando un alboroto entre los demás estudiantes. El ruido alerta al director, quien se enoja con Pascal y lo encierra en una habitación hasta que el día escolar termina. En sus andanzas por el vecindario, Pascal y el globo encuentran una banda de traviesos niños quienes persiguen por varios sitios a ambos para quitarle el globo. Finalmente lo consiguen y terminan pronto destruyéndolo.
La película termina cuando, desolado por la pérdida de su "amigo", el niño es sorprendido cuando todos los globos de la ciudad se escapan de donde se encontraban y acuden a consolar a Pascal, quien los ata y juntos se elevan y se pierden en el horizonte.
Hoy anhelo que ese horizonte vuelva a ser un horizonte posible. Porque sin horizonte el globo rojo destruido no podrá convocar a los demás globos para que se lleven a nuevos horizontes a Pascal. El globo rojo destruido es la niñez que no pudimos o supimos proteger. Nuevos globos de todos los colores siempre llegarán. La Fundación Pelota de Trapo, aunque no solamente, siempre estará para cuidarlos.
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