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Por Carlos del Frade
(APe).- Los puentes son para caminar sobre ellos, sirven para comunicar a la gente. Los puentes son símbolos de encuentro, de vínculos. Así fue desde el principio de esta aventura que lleva casi cuatro millones de años sobre esta cápsula espacial llamada planeta Tierra.
Mujeres y hombres buscaron superar sus límites, encontrar nuevos lugares, gente nueva. Allí nacieron los puentes.
Símbolos de encuentro, de vínculos.
Sin embargo, no hay muestras de fotografías o filmaciones que remitan a las diversas y múltiples guerras que no reflejen la inversión de los puentes.
En esos lugares devastados por los intereses económicos de unos pocos que jamás sangrarán en semejantes puntos del mapa, los puentes aparecen como frágiles parapetos para salvar la vida, para estirar el peregrinaje existencial.
En la ciudad de Buenos Aires, opulenta y soberbia, aunque no haya sido declarada ninguna guerra, hay familias enteras que repiten el antisímbolo del puente.
Más que un lugar para transitar, para buscar el abrazo del diferente, más que un camino de encuentro y vínculo, los puentes aparecen como modestas trincheras ante bombardeos invisibles pero cotidianos.
Aquellos que pulverizan el derecho básico de tener una casa, una vivienda, un hogar. A pesar de anuncios oficiales que propagandizan miles de viviendas y facilidades para acceder a créditos hipotecarios, familias y familias de argentinos no tienen el techo prometido por las generaciones de sus abuelos.
Ya no están ni esos abuelos que ahorraban para comprarse la casita ni la Argentina que vivieron sus abuelos.
Están los restos de aquellos sueños, los puentes del desvínculo y el desencuentro.
Las autopistas porteñas son las que ofician de improvisadas paredes para cuidar lo poco que se tiene.
Debajo de los puentes, la resistencia cotidiana de los argentinos que no tienen casa. La crónica periodística dice que desde hace ocho meses, una familia de seis integrantes intenta vivir en la esquina de Bernardo de Irigoyen y San Juan.
Para la organización Médicos del Mundo en Argentina, hay diez mil personas que viven en la Perla del Plata en situación de calle. Muchos de ellos, debajo de los puentes.
La familia que sobrevive en esa ochava bajo la demencial marcha de los automóviles y camiones que circulan por la autopista “25 de Mayo”, construyeron su lugar como pudieron.
La nota describe que “sobre el terraplén de tierra, improvisaron un piso con retazos de alfombra de diferentes colores. Con cartones y chapas armaron dos habitaciones, una para el matrimonio y otra para los chicos. Además, montaron un living con un sofá que encontraron en la calle y para cocinar utilizan maderas y carbones. Y justo en la unión entre el terraplén y la autopista ubicaron dos cuchetas. Están montadas sobre un gran bloque de hormigón: "Son para los amigos que vienen a visitarnos y se quedan a dormir con nosotros", contó la señora.
La comida, la mayoría de las veces, proviene de la solidaridad de los vecinos, tal como confiesan otras familias de cartoneros, también habitantes del antisímbolo de los puentes porteños, los que no sirven para encontrarse ni para descubrir nuevos horizontes, sino para soportar la invisible guerra desatada contra los que son más en estos arrabales del mundo.
Fuente de datos: Diario Clarín 05-01-08
Edición: 1186
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