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Por Alfredo Grande
(APe).- Una de las paradojas actuales es que para hablar en contra de Milei hay que hablar de Milei. Lo que no es recomendable pero parece ser inevitable. Y por eso creo que cuando estás en la paradoja, lo que cabe es sostenerla al máximo. O sea: no intentar surfearla, sino sumergirse en ella. El riesgo es obvio: no es lo mismo atravesar la paradoja, que la paradoja nos atraviese a nosotros. Ya no seremos los mismos. Los denominados radicales pelucas lo saben claramente.
El “anti Milei-Milei” es un dispositivo inventado, que intenta seguir las memorables enseñanzas de Emilio Rodrigué, “el hombre sabio de Bahía”. Escribió el “anti yo-yo” junto a Martha Berlín y recuerdo su lectura en los dorados 60 y en los combatientes 70. El dispositivo “anti Milei Milei” es un intento de aceptar la paradoja, pero sin que nos atraviese del todo. Y remarco del todo porque en parte todos ya estamos atravesados. Pero, y esto pienso que es fundamental, no de la misma manera. Lo mismo digo de la cultura represora: nos atraviesa a todos, pero no de la misma manera. A Jesus y a Judas.
La versión más berreta que el dispositivo tiene que enfrentar es “vamos bien, pero iremos mejor”. Traducción: más motosierra para el 2025. Menem mucho más contrariado decía: “estamos mal, pero vamos bien”. Ahora directamente estamos bien. Y vamos mejor.
La paradoja tiene el vicio y la virtud de que todo es verosímil. Ya no importa si es cierto. Sobre todo, porque se ha borrado el contexto del texto, lo cual habilita niveles de abstracción absolutos. Una de las formas de definir la abstracción es “macroeconomía”. El sujeto queda borrado, queda anulado. La economía deja de ser una actividad humana, de humanos para humanos, y es una abstracción organizada por las fuerzas del cielo. Lástima que vivimos en la tierra. Y somos humanos, demasiado humanos, según aseguraba Nietzsche.
Intentaré ser menos abstracto. La macroeconomía es cultura represora financiera. Los adoradores de ese templo están de festejo. Aguardan el premio Nobel para su Dios pagano. Y esto es simple: cuando pocos andan muy bien, los muchos que andan muy mal mantienen la esperanza activa. Yo lo llamo “alucinatorio politico social”, pero es poco relevante. La esperanza en este caso es como una enfermedad auto inmune. Nos va comiendo por dentro. Es como durante años jugar al Loto, esperando acertar los 6 números.
Alguna vez escribi que, en un sistema injusto, las dos constantes de ajuste son el azar y el delito. Hoy el azar y el delito siguen siendo constantes de ajuste a un nivel de abstracción que ha permitido que tanto el delito como el azar sean legales y legitimadas. Incluso el mejor arquero del mundo, no conforme con promocionar hamburguesas, juego electrónico, ahora sacrifica su nombre en aras de un medicamento que tiene demasiadas contraindicaciones. La paradoja lo atravesó y ya no es el mismo. Pero es un botón, importante cuando ataja, pero apenas un botón.
El “dispositivo Milei Milei” está para ser atravesado, con el riesgo de ser atravesado por el dispositivo. Freud decía que los demonios de una época, son los dioses de la siguiente. En realidad, decía al revés, pero se’gual (invoco al Minguito Tinguitella, el personaje que encarnó Juan Carlos Altavista). El dispositivo “anti Milei Milei” logra que aun los que lo combaten, reconocen los éxitos de la macro economía. O sea: alientan la abstracción, que es la esencia de Milei Milei. Deploran los efectos negativos, incluso lo señalan indignados, pero sostienen la paradoja. La alimentan.
Milei Milei es un análogo a un agujero negro: te acercás y te absorbe. Recuerdo una película “Voyager” sobre una sonda espacial que salió de un agujero negro. Lo cuento en otro texto, porque escribir es delirar un poco. Lo concreto es reconocido: jubilados que financian el déficit cero. Niñas y niños que financian con hambre el riesgo país. Pero la abstracción es más fuerte. Por eso cantamos el mismo himno nacional que cantan nuestros enemigos. Celebramos la navidad y el fin de año que celebran nuestros enemigos. Hasta que nos olvidamos que son nuestros enemigos. “Palabra de enemigo” como dice Arcadio Buen Día en “Cien años de Soledad”.
Milei Milei debe ser destruido. No la persona, no el personaje. Pero sí el dispositivo que ha sabido construir. Donde la abstracción (no solamente la financiera, pero también) le gana la guerra a lo concreto. Recuperar la materialidad de la vida es imperativo. Los chicos del pueblo son una materialidad que denominamos “sujeto político”. Y la política revolucionaria es lo concreto de la situación concreta.
El “dispositivo anti Milei Milei” nos permitirá en el mejor de los casos, sostener la paradoja, atravesarla, sin que la paradoja nos atraviese.
En el peor, el futuro será peluca. ¿Feliz año nuevo? De ninguna manera, todavía falta para que sea nuevo el año y más para una vida nueva.
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