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Por Carlos del Frade
Foto: Cecilia Sarmiento
(APe).- “Aparición con vida de Franco Casco”, decía la bandera detrás de la cual se encolumnaron alrededor de medio millar de personas desde el histórico Cruce Alberdi rosarino hasta la comisaría séptima adonde lo llevaron detenido hace más de veinte días. En esa dependencia de la policía, hacia el año 2002, se falsificaban los documentos de identidad de chiquitas paraguayas para que posaran de mayores de edad y fueran sometidas a una red de trata y narcotráfico. A casi 31 años de la recuperación democrática las marchas siguen pidiendo aparición con vida. A más de tres décadas siguen los desaparecidos en la Argentina crepuscular del tercer milenio.
Menos de 24 horas después, el cuerpo de Franco apareció flotando sin vida en las aguas marrones del Paraná a la altura del Parque España, pleno centro rosarino.
Franco tenía solamente veinte años y había venido de Florencio Varela. En el día de la Virgen de Rosario, la fecha de la ciudad según la historia oficial, el muchacho fue demorado en la séptima, salió a la noche y nunca más lo encontraron. Luciano Arruga multiplicado a la vera del Paraná. En la zona fronteriza de la terminal de ómnibus “Mariano Moreno”, la misma región donde mataron a Sandra Cabrera a principios de 2004.
Desaparición en el agujero negro rosarino. Ese espacio ocupado por las mafias policiales, bandas varias y que cuenta con el silencio cómplice de sectores políticos, judiciales y empresariales. Ese agujero negro que se constituyó a partir de los años noventa cuando el trabajo fue robado de los barrios, cuando cerraron tiendas, pequeñas empresas e industrias, talleres mecánicos y metalúrgicos y, desde entonces, no se puso nada para darle ocupación a la pibada. Ese lugar fue tomado por la narcopolicía. Ni siquiera hubo palabras para explicar el porqué del saqueo de los barrios. La corporación política fue corresponsable de la profundidad de ese agujero negro.
“La única novedad respecto del caso es que tres testigos dijeron haberlo visto el domingo en un templo evangélico del barrio Luis Agote, cercano a la comisaría 7ª y pidiendo por ropa y comida. En este sentido, el secretario de Control de las Fuerzas de Seguridad de la provincia, Ignacio Del Vecchio, confirmó que el pastor y dos empleados de una parroquia ubicada cerca de la terminal de ómnibus habrían tenido contacto con el joven el domingo pasado”, dijeron los medios de comunicación.
-Me llamaron en un momento pero yo les dije a los de Fiscalía que iba a ir mi abogado y que le dijeran a él, yo no tengo por qué ir – dijo Elsa Godoy, la mamá de Franco.
“El devenir de Franco en Rosario comenzó la primera semana de octubre. El joven fue a la casa de su tía María y se mantuvo muy cerca de su primo. El 6 de octubre se aprestó para volver a Buenos Aires y la llamó a su madre para que lo esperara en la estación Retiro, nunca volvió. El 7 de octubre fue detenido a las 13.30 por efectivos de la comisaría 7ª y liberado a las 22.30. Aparentemente al ser detenido estaba “dado vuelta”, como le dijeron a su madre, y ofreció resistencia. Desde la comisaría también dijeron que “ingresó golpeado y sin documentos ni pertenencias”. En el libro de salida su madre Elsa no reconoció la firma de Franco y ahora ella sólo tiene por delante “dudas, miedo y mucha angustia”, apuntaron los agudos cronistas del diario “La Capital”.
Mientras el agujero negro rosarino goza de buena salud, cientos y cientos de pibas y pibes ponen el cuerpo para inventar otra geografía, distintas salidas para ese espacio ganado por la hipocresía, las mafias, las complicidades y el miedo. Esos militantes van pariendo lugares para el encuentro, intergeneracionales; denuncian con valentía y apuestan al arte, al deporte, la educación y el trabajo en los barrios. Ellos son los que insistieron en encontrar a Franco con vida, en encontrar la vida en estos atribulados arrabales del mundo.
Edición: 2806
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