Don Adolfo

|

Por Carlos del Frade

(APE).- La temperatura es de quince grados bajo cero en Ingeniero Jacobacci, provincia de Río Negro, territorio de dulces manzanas y minerales valiosos, como el petróleo y el gas.

Belleza y riquezas por adentro y por afuera de la tierra rionegrina.

Río Negro, “todo porvenir”, saluda la página oficial del gobierno provincial a cualquier internauta que se aventura en el conocimiento del lugar.

“Todo porvenir”, hermosa definición.

Allí uno se informa que la provincia “aporta más del 70 por ciento de las manzanas y peras a la producción del país, y casi el 38 ciento de ésta se exportar tipo fresco, mientras que un 40 por ciento se industrializa en forma de jugos concentrados, y su destino final es la exportación”.

También se dice que “la provincia de Río Negro no es una provincia petrolera, es una provincia con petróleo, registra dentro de sus actividades económicas productivas la exploración y explotación de hidrocarburos. La región hidrocarburífera se ubica geográficamente al noroeste del territorio provincial, siendo parte integrante de la denominada cuenca neuquina de la que participan las provincias de Neuquén, La Pampa y Mendoza”.

El petróleo y el gas “son los principales productos mineros y poseen una elevada incidencia en la estructura del producto bruto geográfico. Río Negro vende aproximadamente el 70 por ciento del crudo extraído a destilerías ubicadas en la provincia de Buenos Aires, mientras que el 30 por ciento restante se transporta a través del oleoducto que une la localidad de Allen con Puerto Rosales, en Bahía Blanca, desde donde se exporta”, explica el sitio del estado provincial en internet.

Por eso se ufana en decir, esa página del gobierno de Río Negro que la provincia es “todo porvenir”.

Pero no para todos. Eso también debería decirse.

Porque estos no son días bellos para los que se quedaron afuera de sus propias riquezas.

Así es la realidad de Adolfo Peña.

Cuentan las crónicas periodísticas que el abuelo sobrevive en una casa de un solo ambiente. Está rodeado de nieve congelada. Le resulta difícil ir hasta la letrina que está a uno cinco metros.

Todo está congelado: agua, canillas, cañerías y no tiene gas.

Don Adolfo tiene un amigo, su perro Sereno Pataco, así le puso. Conversan porque es un animal “muy entendido” y “también le da calor durante las noches porque duerme a sus pies en la vieja cama, tapado con cueros de ovejas que se mezclan con otros trapos y restos de lo que alguna vez fue una manta. Según afirma, no tiene pensión ni subsidio y sólo recibe una bolsa de comida y dos medios tambores de leña que reparte el PAMI y un poco de leña que le da el municipio”, agrega la notable postal existencial aparecida en un medio regional.

El caso de Don Adolfo se multiplica por cientos y cientos en la rica provincia de Río Negro, donde empieza la Patagonia.

Su manera de sobrevivir es consecuencia del país saqueado y todavía no recuperado para sus habitantes, para su pueblo.

No hay demasiado porvenir para los miles de Adolfo salvo que las riquezas sean repartidas para ellos, para los hijos del pueblo, como lo exigía aquel viejo soñador llamado Manuel Belgrano.

Fuente de datos: Diario Río Negro - General Roca 02-08-06


Suscribite

Suscribite al boletín semanal de la Agencia.

Sobre la fundación

Fundación Pelota de Trapo nació hace décadas para abrigar de las múltiples intemperies a niñas y niños atravesados por diferentes historias de vulnerabilidad social.

Sobre la agencia

Agencia Pelota de Trapo instala su palabra en una sociedad asimétrica, inequitativa, que dejó atrás a la mayoría de nuestros niños y donde los derechos inalienables de la persona humana solo se cumplen para unos pocos elegidos por la suerte