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Por Carlos del Frade
A veces el fútbol…
Entre las montañas rojas, amarillas, misteriosas y portadoras de ecos lejanos que reverberan las luchas montoneras, con precipicios respetables, allí, desde la ruta que multiplica curvas y a determinada altura, pasajeros de diversas migraciones pueden asistir a partidos de fútbol en una cancha sin tribunas y que parece destinada a caerse del mapa. Semejante postal, anidada para siempre en la memoria del cronista, sintetiza esa cada vez más extraña pero todavía presente magia que tiene el fútbol.
Al borde de los vacíos cósmicos, chicas y chicos patean con ganas sin reparar en los abismos ni tampoco que las hinchadas suelen ser los misteriosos habitantes de cerros y cielos desconocidos.
La pelota le gana a la belleza del universo.
A veces el fútbol, entonces, trasciende el negocio y presenta contextos de poesía y resistencia.
Diego Armando Díaz es parte de esas ventanas profundas que se cuelan en lo hiperprofesional de la actividad.
Juega para Unión, uno de los grandes de Santa Fe, capital del segundo estado de la Argentina, rojiblanca su camiseta y a principios de abril de 2025 hizo el gol agónico, como dirían los relatores, con el que los tatengues le ganaron a Cruzeiro.
Al pibe le dicen “Carbonero” porque trabajaba en esa dura tarea que viene del siglo diecinueve o mucho antes y que llega al presente. Ayudaba a la familia para poder comer.
–Hace pocos días, ya estando con contrato profesional en Unión de Santa Fe, volvió a su pueblo, Los Frentones, allá en el Chaco. ¿Sabés lo primero que hizo?: compró leña, horno y se puso a hacer carbón. Después, salió a la calle a vender. Como si nada hubiera cambiado – contó Elvio Acosta, el descubridor de DAD, Diego Armando Díaz, el muchacho que en 2024 hizo 47 goles en la Liga San Martín de la provincia de Santa Fe.
El pibe es de Los Frentones, una localidad del Chaco y su fama de rompe redes la ganó en el Club Atlético Susanense, en María Susana, departamento San Martín.
–Me gusta arrancar casi de mitad de cancha. Jugábamos con doble 9, así que yo volvía un poco más y mi compañero se quedaba más arriba. Es un sueño lo que estoy viviendo – dice el muchacho carbonero.
Las crónicas periodísticas cuentan que se hizo viral en las redes sociales por uno de sus entrenamientos personales. Su esposa fue la que lo grabó llevando a cabo diferentes rutinas entre las que se destacó un zigzag sobre una cancha de tierra en la que fijó botellas vacías de fernet como si fueran conos.
En medio de tanta dependencia y crueldad, la historia del goleador abre una ventana hacia el siempre diverso mundo de las emociones, donde las necesidades golean pero a veces pierden ante ciertas gambetas, ante tantos gritos de gol que de pronto son escuchados por miles y miles que hasta ese momento ignoraban esas realidades.
Vaya uno a saber cuál será el futuro de Diego Armando Díaz pero lo cierto es que mientras tanto su alegría sirvió para pensar esa niñez y aquella adolescencia atravesadas por las urgencias, el hambre y la cotidiana pelea por hacer carbón.
A veces el fútbol, entonces, muestra más brasas que cenizas del origen rebelde y popular que tuvo hace mucho tiempo atrás.
Ojalá que en la cancha grande de la historia, miles de muchachos como DAD, miles de familias como la de DAD, sean capaces de hornear un presente mejor, donde los escuchen gritar de felicidad, mientras las reglas de juego no sean eternamente las que sirven para mantener los privilegios de los ganadores de casi siempre.
A veces el fútbol…
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