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Por Alfredo Grande
(APe).- El Terrorismo de Estado no es necesariamente, una dictadura cívico militar. Puede serlo, lo ha sido, quizá nunca vuelva a serlo. Pero hace tiempo que pienso que el “nunca más” tiene más que ver con las formas que con los contenidos. O sea: nunca más a que militares fascistas, con la complicidad de civiles fascistas, asalten el aparato del Estado. El Mercado, el Gran Capital, al cual hace tiempo que no solamente no se lo combate, sino que por el contrario, se lo vuelve a llamar, y con seguridad va a volver sin la frente marchita a la casita de los viejos necios, exige más sofisticación.
Por Alfredo Grande
“Y la ley que me protege... ¿por qué la vetaron? -decía un glaciar mientras se derretía”
(aforismo implicado)
En una isla del Delta, la empresa Colony Park expulsa a los antiguos pobladores
Igual que la Campaña del Desierto
Emulando la lógica colonizadora del general Julio Roca, un consorcio abre un barrio privado a precio vil. Carece de habilitación y tiene procesos en la justicia civil y en la penal federal.
Algunas de las casi 700 hectáreas de la Isla de Marzi eran, hasta hace un año, el suelo que sostiene el hogar de alrededor de 60 personas que, a tan solo mil metros de los barrios náuticos más exclusivos de la zona Norte del conurbano, sobreviven de la siembra, cosecha y venta de madera; de la venta de juncos y abono para la tierra; y de la pesca. Sus ranchos, construidos con troncos, chapas y alambre, fueron destruidos y hasta algunos prendidos fuego. “Los del Colony Park arrasaron con todo. Hay ranchos que les echaron dos metros de tierra arriba”, relató Roberto Galloro, uno de los damnificados. Colony Park Isla Privada es un emprendimiento inmobiliario de construcción de un barrio cerrado en esa isla de la 1º sección del Bajo Delta argentino y, si bien hay dos órdenes de suspensión de obra y un juicio penal en la Justicia Federal que recayeron sobre la empresa en los últimos meses, las construcciones iniciadas en septiembre de 2008 no cesan.
Ninguna de las personas despojadas de sus hogares o amenazadas de serlo cuenta con título de propiedad. No así Colony Park, que pagó 30 mil pesos por 360 hectáreas de la isla a la compañía uruguaya Better S.A., en septiembre de 1999. Hoy, cada lote del barrio privado, de media hectárea, vale 200 mil dólares. Sin embargo, los vecinos “son poseedores para la ley argentina” del espacio donde viven o vivían según sea el caso, explicó Ferreccio a Página/12. Porque llevaron a cabo lo que se llama “posesión veinteañal”, es decir “la posesión por más de 20 años del lugar en forma pública, pacífica e ininterrumpida”.
Las pruebas serán aportadas en el marco de la causa por “falsedad ideológica” en la que se exige que “se declare nula a la Escritura Pública Nº 300”, donde figura la transacción entre Better S.A. y Colony Park S.A. “Existe falsedad ideológica porque son los isleños los que tienen la posesión”.
(Diario Página/12 14/09/09)
(APe).- El Terrorismo de Estado no es necesariamente, una dictadura cívico militar. Puede serlo, lo ha sido, quizá nunca vuelva a serlo. Pero hace tiempo que pienso que el “nunca más” tiene más que ver con las formas que con los contenidos. O sea: nunca más a que militares fascistas, con la complicidad de civiles fascistas, asalten el aparato del Estado. El Mercado, el Gran Capital, al cual hace tiempo que no solamente no se lo combate, sino que por el contrario, se lo vuelve a llamar, y con seguridad va a volver sin la frente marchita a la casita de los viejos necios, exige más sofisticación. No pretendo hacer una crítica a la banalidad de la democracia. Prefiero directamente hacer un reproche. Como Pablo Neruda, pido castigo. Ese castigo, ese escarmiento que hace tanto tiempo estamos esperando que truene, y cuando parecía que llegaba, el trueno y el rayo del 2001, entre las hojas apareció el que fuera popularizado como “el pingüino”. Y a esperar otra vez, sin truenos ni rayos y mucho menos escarmiento.
La Colony Park, sin eufemismos, sin la jactancia de ningún intelectual, como diría el mentor cara pintada del Ñato, aquel que vendió la Estancia MODIN al cabezón por treinta dineros (1), actualiza el terrorismo de estado, el mismo del cual el genocida Roca se ufanaba mientras afanaba tierras y más tierras. Todas desiertas. Porque el Terrorismo de Estado, como la eutanasia, puede ser activo o pasivo. Las dictaduras cívico militares lo ejercieron con brutal actividad, a la que denominaron Proceso de Reorganización Nacional. Su continuidad actual se denomina “Va a estar bueno Buenos Aires”. Para el gobierno de la reina del plata, jugar limpio se parece demasiado a una limpieza étnica. Lo que se denomina Estado de Derecho, apenas ha logrado que los derechos sean apenas un estado, una estadía, una mera expresión de deseos, una cierta forma de expresarse, apenas un gesto, o quizá solamente un mohín. Si para muestra basta un botón, van dos: el hambre y la trata. Colony Park sería el tercer botón, pero si buscamos, encontramos demasiados. Tampoco acepto el remanido discurso del Estado Ausente. El Boletín Oficial es lo menos parecido a una necrológica. Hay una febril actividad de resoluciones, decretos, necesidades y urgencias que desmienten el tránsito lento de los intestinos de la democracia. Colony Park debe ser heredera de los bienes aprendidos en el Jurassik Park, pero en este caso haciendo una “joint venture” con el Tiranosauro Rex. El nombre de la bestia es Better S.A., que por suerte es Better aunque por su accionar podría ser Beast, o incluso Better Beast, porque como bestia es una de las mejores. Sin importarle demasiado que aparezca una Bella que lo transforme, vende por 30.000 pesos las 360 hectáreas. Una bestia para los negocios, que luego la Colony Park convierte en una mina de oro a barrio cerrado, variante de la minería a cielo abierto de otra bestia, la Barrik Gold. Los Ranchos contra Los Countries. Lucha de clases tan desigual, que sólo cabe esperar el exterminio de pobladores, conquistados y pacificados por la espalda, como contara Mario Benedetti. Curiosamente, son propietarios veinteañales, o sea, la tierra no es solamente del que la trabaja, sino también del que la habita, la mira, la acaricia. La tierra no es para pisarla, sino para bailar sobre ella. Pero Colony Park no cree en lágrimas, ni en gritos, ni en familias que se protegen para seguir viviendo. El Estado Ausente tiene en su perversa omisión, que en realidad es una perversa afirmación y elección por el más fuerte, por lo menos la misma responsabilidad que el Tiranosauro. En realidad, es coparticipe necesario para que, mientras nos ocupamos del monopolio de los medios, el medio sea destruido. La tala de bosques, glaciares derretidos, contaminación de tierras y de napas, son también crímenes de lesa humanidad. Una mirada desde el google earth mostrará una tierra visitada por imitadores de Atila, al frente de los “unos” que vinieron “unas” cuantas veces. Arrasan con todo. La relación costo-beneficio-rentabilidad es la nueva sagrada trinidad. Trino capitalista, tres en uno. Por eso siempre digo que mientras el neoliberalismo llora, el capitalismo ríe. Por más serio que sea, no puede dejar de reírse porque el camuflaje democrático permite que el tiranosauro sanguinario parezca un inocente colibrí. El cambio ecológico, como sucede en la física quántica, es irreversible. No hay retroceso, ni las partes rotas del ecosistema pueden recuperarse. Madres que le dan de beber a sus hijos agua con gasoil, quizá no entiendan que terminó la dictadura y que sus hijos podrán ver fútbol gratis, al menos antes de quedarse ciegos. La santísima trinidad capitalista considera, con justicia plena, nichos de mercado a las oportunidades de maximizar ganancias. Nichos y tumbas del mercado, el cementerio globalizado. En última instancia, Colony Park se constituye en un analizador privilegiado de la esencia del sistema predador. La Macro Legalidad de la Democracia encubre y garantiza la Micro Ilegalidad de la Economía. El Estado de Derecho Burgués es una formidable pantalla similar al Cinerama de la década del sesenta. Una intelectualización, una cosmovisión delirante, una hipnosis de masas, con la cual los capitalistas encuentran algo así como un enorme Parque Jurásico sin ningún tipo de control. Por ejemplo: la renta financiera no tributa. Los privilegios jubilatorios son equivalentes a títulos de nobleza. La “falsedad ideológica” excede el marco de la propiedad de las tierras. De hecho, nadie se presenta como “desterrado”, aunque en realidad hemos sido despojados de las tierras que por derecho ciudadano nos pertenece. El significante “desocupado” todavía tiene algún sentido, pero es posible que en una generación más también lo pierda. Aunque los pobladores del Delta hubieran estado menos de 20 años, o más de 200, la falsedad, la estafa, el engaño colosal tiene que ver con cuál es el sentido de la historia que avalamos. Qué tipo de humanidad queremos construir, qué tipo de humanidad queremos destruir. La Colony Park es apenas un absceso, pero nos habla de la septicemia política. Tanto preocuparse de la gripe A, y se filtra la maffia de los medicamentos. En el marco de la cultura represora, el remedio siempre es peor que la enfermedad. Y desde ya, a los sufridos pobladores del Delta no les llegarán los beneficios de ningún tratado internacional. Alguna vez pensé que la política internacional más progresista puede encubrir la política nacional más reaccionaria. Quizá la solución sea que la seguridad social le pague a todos los beneficiarios unos días en un spa. Y a los pobladores arrasados unos días más, después de todo el estado insiste en ser benefactor, para que reciban en mejor estado la gracia trinitaria del exterminio. La Democracy Park tiene cuerda de ahorque para rato.
1) Para los que no están familiarizados con la vernácula argentina, me refiero al Coronel Mohamed Seineldín, actualmente en retiro absolutamente efectivo, y a su discípulo Aldo Rico, un héroe de Malvinas para el “padre de la democracia”, el Presidente de las casas que están en orden, el Dr. Raúl Alfonsín. Que rima con Modín, pero es una casualidad. El “cabezón” es una forma tierna de referirse al ex presidente de semi facto Eduardo Duhalde.
Edición: 1597
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