Democracia en situación de aborto

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Por Alfredo Grande

      (APe).- Como he contado varias veces, incluso creo que ya lo he escrito, tuve una percepción de la cultura represora cuando cursaba la materia Obstetricia. En ese momento el Dr. Leboyer había iniciado los estudios y prácticas que llevaron al denominado “parto sin violencia”. En la mesa de examen, el docente me preguntó sobre el tema. Le contesté bastante bien. Sin embargo, cuando me referí al parto habitual, dije: parto con violencia.

Me corrigió amablemente. “No, Grande. El parto tradicional es parto. La innovación de Leboyer es el parto sin violencia.

“De acuerdo –intenté argumentar. –Pero si el parto Leboyer es sin violencia, quiere decir que el anterior era con violencia.

-Mire, la cosa es así –me dijo con una actitud educativamente correcta-. El parto habitual es parto. El parto Leboyer es sin violencia.

-Justamente. Por eso digo que el anterior es con violencia.

Me aplazó. Pero aprendí algo importante. La cultura represora odia la cualidad. Por eso familia patriarcal era simplemente familia. O matrimonio era, obviamente, heterosexual. Una madre era, obviamente, una mujer casada. Si no lo era, se aclaraba: madre soltera. Como si la fertilidad dependiera del estado civil. La violencia en el parto ha sido la norma tradicional de la obstetricia. Y la violencia con el recién nacido. Empezando por la nursery, ese campo de concentración de bebés. Las cosas han cambiado. Pero la violentación que la cultura represora ejerce sobre mujeres, niñxs y varones herbívoros, se mantiene y se incrementa en con prisa y sin pausa.

La interrupción voluntaria del embarazo es un tema mal planteado y el riesgo es que sea peor resuelto. La única respuesta de la cultura represora frente a las cuestiones que la interpelan, es penalizar. O sea: transformar en delitos las conductas que devienen de las paradojas y contradicciones irresolubles que los mandatos generan cuando no se pueden cumplir. Sin ir más cerca, la abstinencia sexual.

Aún la iglesia de Roma no pudo enfrentar el tema del celibato de los sacerdotes. Una de las fuentes, quizá no la única, quizá no la más importante, pero una de las fuentes de la pedofilia endémica. Dicho en otros términos, la cultura represora nunca supo qué hacer con la sexualidad. O mejor dicho: lo único que supo hacer es transformarla en sexualidad represora.

El debate sobre la despenalización del aborto es un debate sobre la sexualidad. Si mantenemos el corset de “monogámica, heterosexual, reproductiva” o subvertimos ese mandato represor. Las Iglesias, salvo excepciones que necesariamente no son honrosas, odian toda forma de sexualidad no reproductiva y toda práctica sexual que no contemple aumentar la prole. No es casual que los métodos anticonceptivos tolerados por las jerarquías del Vaticano sean justamente los que no sirven. Incluso algunos son de dudoso buen gusto (sic)

Pues mal: el permanente y sistemático saboteo contra todas las formas de anticoncepción racional, han logrado que la epidemia de sida aumente en forma exponencial y los embarazos no deseados terminen en interrupciones traumáticas. Aquellos que rechazan toda forma de legalización del aborto, son los mismos que generan las causales para que aumenten los embarazos no deseados. O sea que la hipocresía, el cinismo y la crueldad de la cultura represora se expresa con trazo grueso en los cuerpos de las mujeres.

El embarazo no deseado es un castigo; la ilegalidad del aborto es un castigo suplementario. Porque en nuestro formato subjetivo, lo ilegal es malo, lo ilegal es sucio, lo ilegal es perverso. En el marco de la cultura represora, lo ilegal es vivido como no legítimo. Y entonces el tercer castigo para la mujer que aborta es el aumento de la culpa, tanto individual como vincular.

Despenalizar el aborto no es la única solución, pero es la única forma adecuada de poder plantear el problema. Por eso no estoy a favor del aborto, pero si estoy a favor de su absoluta despenalización. La mujer no se embaraza para abortar sino que aborta porque está embarazada. Y no desea estarlo. Pero el deseo no es una prioridad para la cultura represora uno de cuyos fundamentos es reprimir el deseo. Todos los deseos. Desde el parto con violencia hasta la penalización del aborto.

Sin embargo, en el marco de un análisis institucional amplificado, es necesario, diría imprescindible, mencionar que la cultura represora que ha encontrado ese disfraz electoral que llaman democracia, tiene legalizados multiplicidad de abortos civiles, políticos y sociales. Se ha pasado de los derechos humanos a los abortos humanos. Producto de que la política de los derechos humanos ha sido reactiva y encubridora.

En el mejor de los casos, que tampoco es demasiado buena, ha penalizado la violación de los derechos humanos, pero sin ninguna política adecuada para impedir esa violación. El Estado, la pata secular de la Iglesia, tiene diferentes administraciones, algunas más simpáticas, otras un poco más irritativas.

Los socialdemócratas, los retroprogresistas, los keynesianos, y especies similares, reparten las sobras del banquete en forma más generosa. Los liberales, los mercadistas, los monetaristas, reparten las sobras del banquete en forma más miserable. Pero con el banquete nadie se mete.

El banquete es la acumulación de riqueza y poder, producto del robo sistemático de los únicos que generan valor, o sea, los trabajadores. El capitalismo es un robo y estafa a escala planetaria. Por eso en vano es pedir por la distribución de la riqueza cuando no hay mecanismos para impedir la acumulación de la riqueza. Cada salario, incluso el más justo y legal, crea el mundo del banquete y el mundo de las sobras del banquete.

Pero hay que pasar el invierno. Y el verano. Y pasarlo es sobrevivir. Y sobrevivir es también, sobremorir. Y entonces se legitiman y se legalizan todas las formas de aborto, con la única excepción, hoy al menos interpelada, de aquel que se origina en la sexualidad.

Un listado provisorio permite establecer que la cultura represora habilita a:

1) Aborto de la niñez. Niños y niñas sin niñez. Sin abrigos afectivos, sin comida, sin calor cuando hace frío, sin frío cuando hace calor, sin destino, sin presente, sin futuro.

2) Aborto de la vejez: jubilaciones sin privilegios, medicamentos para lucrar, transportes para sufrir, geriátricos de exterminio.

3) Aborto de la educación: docentes en los tres niveles con ingresos en el nivel de pobreza; desprestigio sistemático de la tarea educativa; ruptura del estudio con la capacidad de generar trabajo.

4) Aborto de las mujeres: prostitución por mandato, secuestros, torturas, reducción a servidumbre, violentación y crueldad en los vínculos de pareja, asesinatos por odio de género.

5) Aborto de los trabajadores: desempleo constante; trabajo ilegal y esclavo; despidos masivos; retiros voluntarios sin voluntad de retirarse.

6) Abortos de la ciencia: vaciamiento del Conicet, del Instituto Nacional de Tecnología Industrial, de los postítulos en educación, de todas las formas de capacitación.

7) Abortos en la defensa nacional: hundimiento, desaparición de un submarino, abandono total de las familias afectadas, indiferencia por los tripulantes sepultados en el mar; fronteras liberadas para todo tipo de contrabando.

8) Abortos de la gesta de los granaderos, que desfilan con la bandera de sus enemigos, aquellos que la letra de nuestro himno, que escribiera Vicente López y Planes, refiere como: “En los fieros tiranos la envidia escupió su pestífera hiel. Su estandarte sangriento levantan provocando a la lid más cruel”.

9) Abortos del arte, de la creatividad, de la felicidad, de la alegría que nunca más tendrá su himno, del bienestar, del buen vivir, de la solidaridad, de la fraternidad y sororidad, de la igualdad, de la libertad.

Nuestra democracia, que nació de un parto de nalgas, y que por un acto de alucinación colectiva vimos un rostro cuanto en realidad eran las nalgas, es una democracia en permanente situación de aborto. Bienvenida la despenalización del aborto por embarazos no deseados, no buscados, mal encontrados. Pero solamente subvirtiendo el fundante represor de esta cultura, podremos nuevamente disfrutar de todos los embarazos a término. Que no es otra cosa que disfrutar la vida.

Edición: 3592

 


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