El sueño de un lugarcito en el cielo

Del potrero a la nada

La mala alimentación, además de provocar secuelas irreversibles, es un problema que detectan cada vez con mayor frecuencia en los pibes de 9 o 10 años que llegan a una institución con la fantasía de debutar en Primera

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Por Ignacio Pizzo (*)

(APe).- El fútbol parece ser el idilio, la única meta a una ilusión de paraíso, en una Argentina que no inventó el deporte de la redonda pero se huele polvillo de rodaje de balón-pie en cada rincón. Las camisetas se multiplican, sean originales o réplicas de papel.

Cada niñez se ilusionó con ser Gonzalo Montiel y tener en su pie, el tiro del final para la consagración del máximo título al que un futbolista puede pretender como destino. El de aquel chico de la Matanza, al que su pobreza no le dio más que una habilidad que supo explotar en los potreros. El que se coló por algún intersticio del sistema, para evitar ser atrapado por la telaraña que se teje para la pibada valiente, que logra sobrevivir en la densa niebla dentro de la oscuridad del no privilegio.

Pero la gloria no es para todos y las estaciones intermedias se derrumban a ritmo de terremoto en los arrabales. El tren pasa y los que logran subirse quizá sean habilidosos gambeteadores de la cruel realidad o simplemente forjadores de azar o bien tengan un mínimo vestigio de tejido social circundante que haya permitido tal beneficio.

Nuestro piberío viaja colgado de aquel tren-banquete que, de sus ventanas, en ocasiones deja caer algún pochoclo sin gusto. Sin embargo, pibes y no tanto, idolatramos a un grupo de 26 futbolistas profesionales, cuyos millones se cuentan en bancos de Europa, y la comitiva acompañante, vividores de rapiña, perpetúa el negocio con piernas ajenas.

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No obstante, la movilidad social ascendente futbolística, vidriera de la meritocracia sin proyecto, donde la típica historia del chico humilde logrando títulos mundiales parece ser el camino ejemplificador, ya está empezando a mostrar en nuestro territorio la consecuencia inevitable que da el pase del potrero al olvido y del olvido a la nada.

Nicolás Turdera narra en una nota de Perfil (9-10-22) que entrenadores y especialistas en nutrición coinciden en que la mala alimentación, además de provocar secuelas irreversibles, es un problema que detectan cada vez con mayor frecuencia en los pibes de 9 o 10 años que llegan a una institución con la fantasía de debutar en Primera. El hambre se devora mucho más que el sueño de un fútbol competitivo, señala la nota.

Allí se destaca la palabra de Hugo Tocalli, actual coordinador de inferiores de platense y ex integrante del cuerpo técnico de la selección de José Pekerman: “Cuesta encontrar jugadores con una estructura física tan importante como teníamos antes". Y agrega que cada vez es más infrecuente encontrar jugadores de potrero.

Por otra parte Juan Bige, coordinador de fútbol amateur del club Deportivo Armenio alega: "Hay chicos que vienen a probarse todos los años y vas notando cómo cambian. Por lo general, para el exceso de peso".

Obesidad y hambre

El observatorio de la deuda social de la UCA, describe que las oportunidades de socialización y formación en el deporte son escasas para más del 60% de los niños y el 80% de los adolescentes.

En su último informe sobre Emergencia Alimentaria, la Universidad Popular del movimiento Barrios de Pie, analizó el diagnóstico nutricional de 38.622 niños, niñas y adolescentes (NNyA) que asistieron a espacios comunitarios durante agosto, septiembre y octubre del 2022, en 17 jurisdicciones.  El resultado muestra que el 48,6% de los chicos tienen sobrepeso, obesidad o baja estatura. El 40% dejó de ingerir una de las cuatro comidas diarias.

Las alteraciones más frecuentes fueron el sobrepeso, detectado en el 20,9% de los casos; y la obesidad, en el 24,5%. El déficit de peso en cambio se ubica en un 3,2% global. Por otro lado, la baja talla, que suele ser producida por desnutrición crónica, alcanza el 6,7%, con un fuerte predominio en menores de 2 años (20,2%) y niños y niñas de 2 a 6 años (8,9%).

El médico Marcos Caviglia, especialista en medicina general y familiar, fue uno de los responsables sanitarios de este trabajo. Señaló que los índices obtenidos son ampliamente mayores si se los compara con los obtenidos en 2019. En esa oportunidad, previo a la pandemia, la malnutrición global era de un 44,1%, con un sobrepeso de un 22,5% y obesidad de un 19,6%.

En el primer semestre del 2022 Según la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) publicada por el Indec, la pobreza alcanzó a un 50,9% de niñas y niños de hasta 14 años. Esto equivale aproximadamente a 5,5 millones de chicos.

En un informe de la página de UNICEF fechado el 10 de agosto de 2022 se destaca que más de un millón de niñas, niños y adolescentes en Argentina dejó de comer alguna comida. La insuficiencia en los ingresos también generó una reducción del 67% en el consumo de carne y del 40% en la ingesta de frutas, verduras y lácteos. 

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Vidas desangeladas

Los números citados se palpan en cada esquina de las barriadas que el orden establecido trata de ocultar con un cerco indivisible, detrás del que, al ritmo del rodaje de la pelota, el desangre de la niñez adopta su perversa y perfecta metodología oculta, sistemática, con panzas llenas de grasas saturadas, e hidratos de carbono complejos, en el mejor de los casos. Con pulmones repletos de humos desechables de paco y tuberculosis subdiagnosticadas, con fuegos cruzados de uniformados y bandas criminales que se apropian de vidas desangeladas del pobrerío para no matarse entre ellos, tercerizando el sicariato.

Pero el sueño mundialero-malvinero terminó hace poco más de un mes, y el rico volvió a su riqueza y el pobre a su cada vez más pronunciada pobreza.

A los que quedamos en el país quizá nos queda abrazarnos, levantar vasos y copas en brindis, para que los espacios de la infancia se multipliquen, sin adorar becerros de oro.  El fútbol seguirá siendo el deporte pasional que más nos estremece. Jugaremos, gritaremos y festejaremos en abrazos efímeros. Pero  nos queda la permanencia, sin aviones privados; nos queda  cada lugar  donde  tratar  de hilar ladrillos para edificar  la belleza de la infancia  en proyecto, con juguetes y las cuatro comidas, con la refrescada en una pileta,  con las fiestas de primavera , del día del niño, de Navidad, con  los deditos en  los bollos  crudos intentando amasar  dignidad, con  la presencia en cada puerta  de educadores con dialéctica afectiva, con el cuidado de la salud en consultorios que intentan  brindar color   sin  la momificación del guardapolvos en un profesional,  con el ratón de las monedas en cada diente de leche depositado bajo una almohada o un colchón poco mullido.

Así, tal vez, se pueda soñar con un colectivo de aventuras colectivas, sin esperar que pase el tren para que la tierna inocencia se busque colar y emprender el surf de los pobres.

Pergaminos y medallas, héroes de bronce y piedra, y poquito más de 6 kg de oro se pasearán en cada pantalla, encendiendo las emociones de los que no acusan recibo de sueldo, sino que son acusados por el ojo de la Patria que los condena a morir sin gloria y sin corona.

(*) Médico generalista. Casa de los Niños, Fundación Pelota de Trapo. Cesac Nº 8 - villa 21-24 CABA


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