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Gente vinculada a los grupos paramilitares o parapoliciales de los años setenta se nutren de las bandas narcopoliciales actuales para traer una amenaza de muerte a una joven abogada rosarina. Los intereses de los desaparecedores de los años setenta se presentan como vinculados a los que manejan la industria del sicariato en el tercer milenio.
Por Carlos del Frade
(APe).- El olor a carne quemada debe estar intacto en la memoria de los sobrevivientes del Auschwitz rosarino, el llamado Servicio de Informaciones que estaba en la esquina de las calles San Lorenzo y Dorrego, casi en el corazón del microcentro de la ex ciudad obrera. Mil ochocientas personas pasaron por allí según relató un ex teniente coronel de doble apellido, González Roullet y quedó en los documentos de la vieja causa judicial 47.913 “Agustín Feced y otros”, nombre que revela el jefe de la policía en los primeros años del terrorismo de estado. A quien alguna vez lo invitaron a ser el mandamás de la Triple A y que cuando declaró ante el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas en la incipiente democracia de 1987 sostuvo que hizo lo mismo que llevó adelante el coronel Varela en la Patagonia, aquel que produjo el fusilamiento de mil quinientos obreros protagonistas de las huelgas inmortalizadas en “La Patagonia Rebelde”. Feced hasta inventó su muerte pero también tenía clara su función: debía desaparecer a jóvenes trabajadores con ideas revolucionarias. La misma tarea que Varela.
El principal torturador rosarino era un policía de memoria implacable, José Rubén Lo Fiego, alias “el Ciego”, acusado de matar 68 personas, la mayoría pibas y pibes menores de treinta años.
-Después de la tortura me lavaba las manos, me sacaba la sangre de ellas y me ponía a redactar los informes que iban a cuatro lugares distintos. Los otros necesitaban darse con la blanca que venía del Comando – dijo alguna vez “el Ciego”. El comando del segundo cuerpo de ejército del cual surgieron nada menos que Ramón Genaro Díaz Bessone o Leopoldo Fortunato Galtieri. La droga la manejaba el Comando, esa gran unidad de batalla, como les gustaba decir a los militares.
En estos días de saqueo, se escucha que ha vuelto el combate contra el terrorismo. A veces le suman “narcoterrorismo”, fórmula que repiten para impulsar la presencia de las fuerzas armadas en las calles de Rosario en primer lugar y luego en cualquier otro de la geografía argentina. Democracia de bajísima intensidad. De pésimo y primitivo nivel intelectual como lo demostró un funcionario del ministerio de seguridad nacional que en la estragada Rosario sostuvo que combatir al “terrorismo” es meter presos a chicas y chicos de doce años tal como enuncia su jefa, la titular de la cartera, la señora Patricia Bullrich.
El jueves 11 de abril de 2024 se conoció la denuncia de Abuelas de Plaza de Mayo e HIJOS Rosario de la amenaza por escrito que dejaron contra la joven abogada Natalia Moyano en la que se decía que dejara de participar en las causas de lesa humanidad y que “raje a tiempo” ya que había “un sicario pago para ella y su familia”.
He aquí un puente que lleva medio siglo.
Gente vinculada a los grupos paramilitares o parapoliciales de los años setenta se nutren de las bandas narcopoliciales actuales para traer una amenaza de muerte inspirada en aquellos años de la desaparición de personas.
Es un signo poderoso. Los intereses de los desaparecedores de los años setenta se presentan como vinculados a los que manejan la industria del sicariato en el tercer milenio.
Quizás entre los condenados por delitos de lesa humanidad haya descendientes que hoy actúan en esas bandas integradas por nichos corruptos de los distintos niveles del estado.
Hay “un sicario pago para ella y su familia”, dice la nota.
Los parapoliciales de los setenta vuelven en las bandas naropoliciales del tercer milenio en la geografía rosarina.
Como bien dice el comunicado de Abuelas e Hijos, “a poco de conmemorar los 40 años de democracia, estos delitos son inadmisibles y repudiables. Por lo tanto, instamos de manera urgente a los gobiernos nacional y provincial a frenar los discursos de odio que habilitan la estigmatización y la violencia contra quienes piensan diferente…”.
Y terminan ratificando que “los organismos de derechos humanos seguiremos trabajando colectivamente para demandar justicia por estos hechos de violencia y persecución política y continuaremos exigiendo el esclarecimiento de los crímenes de la dictadura y la sanción a sus responsables. Nunca más es nunca más”.
Fuentes: “Ciudad blanca, crónica negra”, “El Rosario de Galtieri y de Feced”, libros del autor de esta nota y diario “Página/12”, del viernes 12 de abril de 2024, nota de Sonia Tessa.
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