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Por Carlos del Frade
(APE).- Veinte mil chicos presos en la Argentina. En el país que alguna vez creyó en que los niños eran los únicos privilegiados. Medio siglo después, la campana invertida. Los pibes son, ahora, los primeros perjudicados.
Es necesario hacer un ejercicio de imaginación para pensar en la dimensión, en el espesor de la cifra, del número.
En las principales provincias del país patas arriba, los pueblos se convierten en ciudades cuando superan los diez mil habitantes.
Ahora sí la propuesta.
Imagínese director de cine o videasta.
Su idea es reflejar lo que sucede a las doce del mediodía en dos ciudades del sur del mundo. La cámara arranca, a la altura de los hombros, caminando por los arrabales. Muestra comercios, chicas y chicos jugando, saliendo de las escuelas y entrando a los comedores, carritos empujados por caballos cansados repletos de basura y comercios chicos y multicolores que venden promesas de alegrías rápidas. Ahora la imagen se trepa al carro y avanza por una avenida y cada vez se ven más autos, más negocios, más luces, más gente, más parques, más movimiento. El ritmo es cada vez más frenético. Y repite la imagen en otra ciudad. Gente y gente, dos ciudades en movimiento en el horario pico del mediodía. Y de pronto la imagen se queda huérfana de personas. Quedan los edificios, las avenidas, las calles de tierra, los comercios, las fábricas, las canchas de fútbol; todo se queda sin nadie. Es la ausencia de la vida. Ha desparecido la gente en dos ciudades argentinas.
Ese es el tamaño de la cifra. Veinte mil pibes presos en el país.
Dos ciudades encerradas. Dos ciudades vacías de gente.
Hay dos ciudades de chicas y chicos que existen entre rejas.
Ese es el grado de persecución contra los pibes.
Del paraíso prometido, al infierno construido.
Hay que instrumentar políticas sociales, le pidió la Comisión Interamericana de Derechos Humanos al gobierno argentino.
Se basan en estos datos: "hay 19.579 personas menores privadas de su libertad" en la Argentina, de las cuales "el 87,1 por ciento" se encuentra en esa situación "por causas no penales". Están "judicializados y separados de sus familias en razón de su situación social", en contra de lo que marcan las normas internacionales vigentes. Aunque fuentes de la propia administración nacional indicaron que los verdaderos números alcanzan a 23 mil niños, niñas y adolescentes, remarcaron los medios de comunicación que publicaron la solicitud del organismo internacional por la suerte de los pibes argentinos.
La Comisión también hizo hincapié en que "desde 1997 hasta la actualidad la justicia de menores de la Argentina ha aplicado 14 sentencias de reclusión y prisión perpetua a adolescentes, en abierta contradicción con la Convención sobre los Derechos del Niño".
En la Argentina crepuscular de principios del tercer milenio, los pibes se han convertido en demonios que deben ser exorcizados.
No se trata de una contradicción, sino de la más palpable y flagrante demostración de la destrucción de un sueño de país.
Fuentes de datos: Diarios Página/12 y La Prensa 07-03-07
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