Darío

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Por Carlos del Frade

(APE).- A Darío lo mataron. Sus asesinos están encubiertos, enmascarados en la perversa y repetida trama de desidias acumuladas. El lugar de los hechos fue Concordia, tierra estragada por las consecuencias de la riqueza acumulada en pocas manos y el saqueo del trabajo de los que forman las mayorías.

 

Darío tenía un poco más de cuatro años. Pesaba apenas once kilos y medía 85 centímetros y medio. Un duende chiquito que se convirtió en ángel exiliado del paraíso tantas veces prometido a los pibes. Debía pesar dieciocho kilos y medir más de un metro. Desnutrición es la máscara que usan los asesinos.

Fue en el día que empezaba el invierno de 2005. Su nombre estaba incluido en la lista de los que recibían ayuda en el denominado Programa de Refuerzo Alimentario Focalizado. Pero alguien decidió sacarlo, borrarlo. Y Darío piantó a la pampa de arriba.

Concordia está atravesada de planes sociales que reciben distintas carátulas. Plan Familias, Plan Alimentario Familiar, Programa “El hambre más urgente”, siete mil planes jefes y jefas de hogar, bolsas de alimentos, dietas especiales, dieciocho comedores municipales y otros más.

Tres de cada cuatro chicos están por debajo de la línea de la pobreza, sostuvo el cura gaucho, Andrés Servin, cuando la Marcha de los Chicos del Pueblo pasó por la ciudad entrerriana.

Los números, entre los que se movía la esperanza de Darío, dicen que ocho de cada diez chicos son pobres en Concordia. Genocidio. Planificación de un futuro huérfano de mayorías.

-Esto viene de hace mucho, la desnutrición crónica se observa en todas las familias. No es solo desnutrición alimentaria. Es cultural, emocional y de afectos. Es un contexto de mucho riesgo, con chiquitos cumpliendo tareas de adultos, con niñitas de diez o doce años haciendo las veces de madres lo que implica que no concurren a la escuela en forma regular -dijeron las maestras Evangelina Areguati y Angélica Locker al periodismo regional.

Y agregaron que el peligro “es acostumbrarse”.

Las maestras, las que ponen el cuerpo y el alma todos los días para enfrentar a los asesinos de chicos, saben que naturalizar el crimen es hacerse cómplice por omisión.

Las educadoras remarcaron que lo peor es “creer que porque lo vemos todos los días es algo normal”. ¿Cuánto hace que lo normal no presenta sus documentos en la realidad cotidiana de Concordia?

-Nosotros hicimos todo lo que pudimos en el caso de Darío. La madre hizo lo que pudo y suponemos que los médicos también y sin embargo no alcanzó. Es que hace falta mucho más. No alcanza con la sola voluntad de un grupo de personas o de un médico excelente y comprometido como Blas Gómez. Hace falta más, mucho más -añadieron las maestras.

Hace falta construir un país con justicia. Una país que recupere sus sueños fundacionales. Ir contra la riqueza acumulada en pocas manos para que sea posible el amor, la belleza y el futuro entre los que son más. Proyecto inconcluso. Proyecto robado. Crimen impune, padre de crímenes como el de Darío. Crimen disfrazado de desidia y burocracia.

Para el diputado provincial Antonio Mainez es necesario investigar el manejo de los planes sociales porque algún funcionario decidió dejar afuera a Darío y fue esa determinación la que terminó matando al nene de cuatro años.

¿Qué cuenta habrá pagado el dinero que alguien le sacó a Darío?

¿Qué futuro se anuncia con el dinero que no llegó a Darío?

En las tierras estragadas de Concordia, todavía deambulan los vientos de otros tiempos en donde la política preparaba un futuro de bienestar y alegría.

Mariano Fragueyro, el economista de Justo José de Urquiza, había proyectado un sistema basado en la distribución de la riqueza y la permanente presencia del Estado para apoyar la educación, la salud y el trabajo de los habitantes de la Confederación Argentina.

Fragueyro es hoy un desconocido en las facultades de ciencias económicas y políticas. Hay otros libros, otros pensadores. Hay quienes justifican la necesidad de recortar fondos públicos para destinarlos a otras necesidades. Esos que terminan construyendo las máscaras detrás de las cuales se esconden los asesinos de chicos como Darío.

Fuente de datos: Diarios Cronista Digital y Análisis Digital - Entre Ríos 11-07-05

 

 

 


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