¿Cuánto valor tiene la vida de un niño?

Por Claudia Rafael

(APe).- ¿Cuánto vale una vida? A juzgar por lo ocurrido, la de Bastian Escalante, mucho menos que la moto Rouser Ns 200 del policía que lo asesinó con su Bersa 9 milímetros. El buitrerío que buscaba enancar su muerte en el debate por la baja en la edad de imputabilidad se retiró en silencio ante las evidencias: las balas provenían del arma de Juan Alberto García Tonzo, el policía de 30 años del Comando de Patrullas de Avellaneda. No hay dudas, según el informe del fiscal Juan Ignacio Colazo: los trozos de plomo en el pequeño cuerpo de 10 años de Bastian provenían de “una pistola semiautomática de acción simple y doble, calibre 9x19 mm (9mm Luger), marca Bersa, modelo TPR9, con numeración serial 13-J84797”. Y precisa que se individualizaron ocho vainas que provenían de su arma.

Bastian tenía 10 años, amaba el fútbol, jugaba en el Club del Barrio de la Carne, en Wilde (Avellaneda), idolatraba a Messi, era el menor de tres hermanos, sonreía para las fotos en las que se le conoció el rostro tras su muerte, iba y volvía en bicicleta, con su madre al lado, en una práctica cotidiana; tenía 50, 60, 70 años por delante. Como sus compañeros de club, a quienes les quedó definitivamente clavada una esquirla en el alma, en el centro del miedo. Como sus hermanas, que cargarán sobre sus espaldas la mochila de un dolor que no cesa a través de las décadas por venir.

La moto de García Tonzo es una Rouser NS200 que tiene un valor de 3000 a 4500 dólares según la antigüedad. ¿Es ése el valor que un policía del Comando de Patrullas adjudica a la vida humana al momento de descerrajar su arma a pesar de que, como planteó el fiscal de la causa, no hay evidencias de disparos por parte de los dos jóvenes que habían intentado robarle?

Los detenidos en los expedientes por el asesinato de Bastian eran tres: un policía y dos jóvenes, de 17 y 18 años. Los dos imputables, según la ley actual. Y de los tres, a partir de las evidencias, el único que disparó fue el policía, que fue liberado en la tarde del martes. ¿Por qué, entonces, fogonear a partir del homicidio –como una imperiosa necesidad- la modificación en la edad necesaria para imputar un delito? “Con (Patricia) Bullrich queríamos bajar la edad de imputabilidad a 12 años”, dijo el presidente apenas se conoció la muerte del pequeño. Era Bastian Escalante el único niño de la historia. Una vez más: los dos jóvenes que intentaron robar la moto son, según la legislación actual, imputables. Entonces, queda expuesta la maniobra de utilizar el dolor.

La pena aplicada fue la ejecución extrajudicial ante un intento de robo por parte del propietario de la moto, policía, fuera de servicio, con ropas de civil, pero con el arma reglamentaria lista para matar, en una tardecita invernal del conurbano bonaerense. Sólo que la bala, las balas, atravesaron el cuerpo de un niño de 10 años, que volvía del club con su mamá.

El desinterés en ubicar a García Tonzo como el héroe de la historia responde, quizás, a la fuerza de seguridad de pertenencia: la Bonaerense. La reivindicación a ultranza en otras crónicas de gatillo fácil (como en el crimen de Juan Pablo Kukoc por parte de Luis Chocobar, como en la represión y heridas a niños de la villa 1-11-14 por parte de gendarmes, como en aquel “cuidar a los que nos cuidan”, de Bullrich tras los crímenes de Rafael Nahuel y de Santiago Maldonado) ha tenido como protagonistas a integrantes de fuerzas federales o de la ciudad.

Bastian Escalante tenía 10 años. Jugaba al fútbol en el club del Barrio de la Carne, al sur del conurbano bonaerense. Soñaba seguramente con parecerse a Messi. Iba a la escuela y, en algún acto, le tocó –como abanderado o como escolta- llevar la bandera nacional.

¿Cuánto valor tiene una moto Rouser Ns 200?

¿Cuánto la vida de un niño?