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Por Alfredo Grande
(APe).- Después de intensos estudios de tipo virológico, he logrado aislar una mutación del COVID 19. Esta primicia sólo está destinada a los obstinados y obstinadas lectores de esta Agencia de Noticias. Debo confesar, en un sentido más cristiano del que me gustaría, que cuando confirmé el descubrimiento, realizado con la ayuda de anónimos militantes del gran laboratorio que es la militancia social, manoteé un rivotril que siempre tengo en la cabecera de mi cama. Con fidelidad a mi aforismo “no hay que pensarlo con la almohada, hay que decidirlo con el colchón”, me desvelé completamente. Escribo este texto con barbijo puesto, ya que un informe de una fundación en Kamthacka, señala que nano gotículas se trasladan por los monitores de las computadores y telefonía celular. O sea: el estornudo virtual es una nueva fuente de contagio.
Es probable que este descubrimiento sea rápidamente neutralizado desacreditando a mi persona. Lo que debo reconocer que no es difícil. Por eso espero ansioso que este texto se publique y se difunda, a los efectos de intentar evadir el trágico destino de Assange. El antes del covid 19, o sea la llamada “vieja normalidad” tenía varias catástrofes: ambientales, alimentarias, de vivienda, de salud pública, educativas, refugiados, masacres cotidianas, exterminio de miles de especies, arrasamiento de la tierra, el aire y el agua. La vieja normalidad era un planeta en default. Obviamente, con respeto absoluto a la aberración clasista de los privilegios humanos.
Como la lucha de clases ha sido desacreditada, especialmente por lo que denomino “retroprogresistas”, lo que queda del reparto es la hegemonía de una casta. Diría: de varias castas, todas privilegiadas. Entendamos que el privilegio es el revés de los derechos. Me parece que no lo entendemos y por eso vivimos y dormimos con los privilegiados. La vieja normalidad estallaba por varios lados. La constante de ajuste es siempre las diferentes variantes de exterminio. Masacres como constantes de la contradicción no dialectizable entre el lucro de las mega empresas y las necesidades elementales de las masas trabajadoras. Dicho en otro términos: exceso de lo suntuario y escasez de lo necesario.
En un planeta donde las hambrunas son cotidianas, se destruyen alimentos. Repartirlos sería disminuir el precio y la rentabilidad no puede bajar aunque suba la mortalidad. La vieja normalidad es tan normal como una licuadora para hacer funcionar un barco. El pánico de los privilegiados por un estado insurrecional que pasara el nivel de las fuerzas de seguridad para controlarlo, fue expresado por la esposa de Piñera, el votado dictador de Chile y por Manu Ginobili, para no ir más cerca. La cuestión era simple: si las masas hambrientas y desesperadas llenan las calles nuevamente, el costo político de la masacre no lo puede asumir ni el cinismo ni la crueldad de la derecha.
Para sacar patente de fascista, o patente de corso que no es lo mismo, pero es igual, hay que tener espaldas y una banca muy poderosa. O sea: nuestra derecha, desde el fascismo de consorcio hasta la que sufre de reminiscencias del nazismo, no se asume, por cobardía total, como fascista. Su identidad autopercibida es “liberal”. Incluso el significante neoliberalismo le hace un gran favor a esa operación camouflaje. Decir neofascismo sería muy apropiado y por eso no se utiliza. Entonces: la vieja normalidad no podía sostener a los palacios de invierno y de verano. Algunos llaman a esos palacios Paraísos Fiscales. Entonces había que inventar alguna forma de solución final. Al menos por algunas décadas para ir ganando tiempo y preparar nuevas formas de esclavitud, eso que algunos llaman flexibilización.
No sé si el origen fue la sopa de murciélago o un puchero de lombrices. Lo importante es que ha sido la operación más exitosa de aislamiento, reclusión, encierro, destierro o como se llame, para que las vacas entren solas al corral. El peligro actual es que entre el interferón cubano, que clona gente normal en comunistas, la plasmaféresis, y la temible vacuna que será descubierta y patentada , el covid 19 puede quedar obsoleto. Pero ya hay una variante que no podrá ser anulada. El covid 1984. Control individual, vincular, familiar y social. Trabajo en casa con lo cual ir del trabajo a casa será sencillo. Lo real será lo virtual. La diferencia entre percepción y alucinación (auditiva, visual) será abolida. La realidad virtual será sin casco.
Entendamos antes que sea tarde. Bueno, ya lo es. Lo virtual existió siempre. Desde los sueños de los profetas. Pero era virtual justamente porque había realidad material. Lo virtual es pura abstracción. Una desmaterialización del humano en su mamífera realidad. Seguramente habrá placentas virtuales y reproducción robótica de nuevos humanoides. Nadie se acordará de los respiradores vinculares que una remota cooperativa en salud intentó desarrollar. Un control absoluto, un panóptico infinito, un Gran Hermano infinito. Eso he descubierto. El covid 1984. Voy a ser sincero, al menos una vez. Comparto este descubrimiento con George Orwell. Ahora trabajemos en neutralizarlo. En destruir los laboratorios donde se genera. Mi laboratorio acabo de destruirlo al escribir este texto. La resistencia al represor continúa.
Edición: 3997
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