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Por Carlos del Frade
(APE).- “Negros quilomberos”, dice la frase cargada de racismo y odio de clase.
Se pronuncia en varias partes del sur del mundo, donde América sufrió el saqueo de sus recursos naturales a partir de la explotación humana de miles y miles de mujeres, chicos y hombres negros que fueron secuestrados de su tierra natal, de África, para luego ser esclavizados al servicio del naciente sistema económico, político y cultural llamado Capitalismo, que parió Europa en el siglo dieciséis, y que se consolidara en el siglo dieciocho.
“Negros quilomberos”, repite el sistema más de quinientos años después.
La frase quiere decir que ellos, los negros, solamente pueden ser protagonistas de problemas, de caos, de cosas que dificultan el orden establecido.
El orden que, justamente, se fundó en la explotación de sus abuelos y de los abuelos de los pueblos originarios de América.
La continuidad del desprecio contra los negros expresa la necesidad de seguirlos explotando, de continuar empobreciéndolos.
“Negros quilomberos”, sostiene el sentido común impuesto por las minorías contra aquellos que produjeron la riqueza desde hace más de cinco centurias.
Y ellos, mujeres, chicos y hombres exiliados de África, también sufren la inversión, el saqueo de sus propias palabras.
La mentira impuesta a través de las palabras delata la persistencia de la falsificación de la historia para seguir justificando aquella explotación original.
Quilombo no es desorden ni prostíbulo, como alguna vez se identificara en la zona del Río de la Plata, a fines del siglo diecinueve.
Quilombo quiere decir asamblea. Y así se llamaron los primeros pueblos libres del continente saqueado, los Quilombos de los Palmares, en el noreste brasileño que resistieron durante sesenta años los embates furiosos de los hacendados que no podían tolerar que los esclavos conquistaran su libertad y fundaran comunidades independientes. Los quilombos son sinónimos de futuro y dignidad, todo lo contrario a lo que vive adentro de cada uno de los habitantes del continente cada vez que pronuncian la frase de acuerdo al punto de vista del explotador, del esclavista, del dueño de tierras y vidas, de vientres y dineros.
Fueron los negros los primeros en producir una guerra de liberación en la isla de Haití, hoy castigada por el saqueo permanente, increíble condena que sufre la población por haber sido la primera rebelde con gobierno propio.
“¿Qué se creen estos negros quilomberos?”, parece completarse la frase. “Ya van a aprender”, sostienen los permanentes domesticadores de pueblos.
Por eso siempre el poder se descarga contra ellos, contra los que son capaces de producir quilombos, asambleas de mujeres, chicos y hombres que quieren ser definitivamente libres.
Por eso la cifra es una confirmación de la perversión reciclada, del castigo permanente: “la pobreza afecta al 92 por ciento de la población negra de Latinoamérica y el Caribe, que alcanza a unos 150 millones de personas, que representan el 30 por ciento de la población total de la región, según ha informado UNICEF”, dice la información que acaba de circular por varias agencias de noticias internacionales.
La UNICEF agregó que "la pobreza se ha acentuado durante la última década afectando con mayor fuerza a esta población" y que "la marginalidad y la exclusión se han convertido en una característica estructural".
Esos números marcan el desprecio contra los que aún explotados durante siglos, siempre son capaces de construir su propia libertad, de ir a la mandinga, a la selva, para levantar pueblos en donde la música, el baile, la poesía y la astronomía vuelvan a encontrarlos con los sueños de sus días originales, cuando vivían en África donde aprendieron que la palabra quilombo es sinónimo de porvenir, a pesar de los presentes oscuros que les imponen.
Fuente de datos: Diario El Mundo - España 17-03-06
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