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Por Carlos del Frade
(APE).- Córdoba es sinónimo de lucha, poder económico y desarrollo universitario. La provincia es el tercer estado de la Argentina y su historia le dio semejante estatuto existencial. Las primeras facultades e imprentas aparecieron en su territorio atravesado de arroyos, ríos y sierras de fantasía, cuando ni siquiera el país era soñado como tal.
Desde su interior aparecieron las montoneras federales de Juan Bautista Bustos para instalar la idea de la unidad continental, la autonomía provincial y el beneficio de la libertad para todos y no solamente para unos pocos.
Cuando se terminaba la segunda década del siglo veinte, la reforma universitaria parida desde el corazón generoso de su juventud, fue un faro para toda América y el mundo europeo. Aquel manifiesto liminar de 1918 decía: “Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan”.
Y a fines de los años sesenta, cuando la provincia generaba empleo para casi todos sus habitantes, estalló la insurrección de mayo de 1969, que pasó a la historia como el cordobazo. Hecho de masas que se convirtió en la lápida de la dictadura de un tal Juan Carlos Onganía. Protagonismo del pueblo liderado por obreros muy bien pagos y que no podían aceptar que su realidad no sea la de todos.
Después vino el adelanto del terrorismo de estado, cuando la derecha barrió el sueño de los setenta y aparecieron los proveedores de la muerte de manera desbocada.
La provincia cambió.
En los años noventa, la otrora región industrial se hizo geografía de servicios y apareció el llamado “poder mediterráneo”, conformado por sus nuevas burguesías en relación con las riojanas.
El pueblo cordobés supo del tamaño del saqueo cuando sus clubes de fútbol se fueron al descenso luego de haber campeonado durante mucho tiempo en los años setenta.
En aquellos primeros años de los noventa, un senador, el ingeniero Regino Maders, discípulo de Enrique Angelelli y amigo de Agustín Tosco, fue asesinado por sus denuncias en torno al narcotráfico, los juegos clandestinos, la trata de blancas y las privatizaciones en contra de las mayorías cordobesas.
Regino decía que el pueblo cordobés pagaría la fiesta de unos pocos.
Hasta el presente, el crimen de Regino Maders sigue impune en cuanto a los autores intelectuales.
Pero sus advertencias se cumplieron.
Las cifras sostienen que hoy el 70 por ciento de los empleados del Gran Córdoba no llega a cubrir con su salario el valor de la canasta básica que mide la línea de pobreza (766,25 pesos).
Y en el otro extremo de la pirámide, “sólo el 10 por ciento de los asalariados cordobeses cobra más de 1.300 pesos por mes (con un salario promedio de dos mil pesos). Según la Gerencia de Estadísticas y Censo de la Provincia de Córdoba, una familia necesita 1.335 pesos para cubrir sus necesidades mensuales”, manifiestan los artículos periodísticos.
Esos números que marcan la realidad del presente cordobés, en realidad, no son hijos del ahora.
Sino de las varias impunidades que sufre la provincia, en particular, y el país, en general.
Desde algún lugar del universo, la voz de Regino Maders sigue hablándole a los cordobeses. Algunos de los cuales todavía lo llaman el senador del pueblo, un reconocimiento tan real como la injusta distribución de las riquezas que padecen los habitantes de la provincia mediterránea.
Fuente de datos: Diario La Voz del Interior - Córdoba 26-12-05
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