Tres años de prisión condicional

Condenan a un productor agropecuario por el envenenamiento de Kily Rivero

Condenaron a tres años de prisión condicional al productor agropecuario responsable de la muerte de Kily Rivero. Fumigó su plantación de tomates a metros de la casa del niño de escasos 4 años. Que enfermó y murió por envenenamiento.

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Por Claudia Rafael

(APe).- La justicia tiene sus larguísimos tiempos. Once años después de la muerte por envenenamiento de José Kily Rivero, el Tribunal de Juicio de Goya acaba de condenar a tres años de prisión condicional a Oscar Antonio Candussi. Es el productor agropecuario encontrado culpable de fumigar con pesticidas organosfosforados la plantación a escasos 15 metros de donde vivía el niño de apenas cuatro años. La querella había reclamado 14 años de cárcel; la defensa de Candussi, la absolución y la fiscalía, los tres años condicionales que finalmente los jueces le otorgaron.

Momentos antes de la sentencia, Candussi dijo que era inocente y planteó: “Tuve siempre una trayectoria intachable, una conducta intachable y nunca tuve intenciones de matar a un animal, menos a un ser humano. Estoy dañado psicológica y moralmente con este hecho”.

Se escucharon muchísimas definiciones en la sala de audiciencias. Candussi planteó que entiende el dolor de la familia de Kily porque él también tiene hijos y nietos. Su defensa argumentaba que no hubo intención  alguna de dañar. La fiscalía fundamentó que ya en 2012 había legislación que definía distancias y cuidados. Y que quien utiliza agrotóxicos tiene en claro que existen los vientos y que la llamada deriva lleva para aquí y hacia allá los venenos.

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Audiencia en la que se leyó la sentencia condenatoria.

Los tres años a Candussi no volverán a la vida al pequeño Kily. Pero a la vez se produjo un hecho sustancial: la justicia –más allá de las penas nimias- está reconociendo que los ecocidas no son remedios, como tantas veces se los sigue llamando. Que antes de Kily habían muerto algunos animales. Que el niño que hoy tendría 15 años estaría vivo, jugando al fútbol o trepando a los árboles, yendo a la escuela, teniendo amigos y amigas y sentándose día tras día en esa mesa familiar estragada por un modelo que produce en base a la utilización de venenos. Una familia quebrada por el crimen de Kily pero luego también por la muerte de su hermana mayor, Antonella, en abril de 2021 por un cáncer devorador.

El verdadero y definitivo acto de justicia no serán estos tres años sino la determinación política de que no debe haber zonas de sacrificio. Que no puede seguir en pie este modelo de producción cruel y brutal que utiliza la rentabilidad financiera como vara para producir en desmedro de la vida. Kily es apenas uno en ese mar de infancias entregadas como tributo a la muerte.

Hace apenas un manojo de días el médico legista Damián Verzeñassi dijo en una sala del hospital Garrahan que “hay una geopolítica de la enfermedad por la utilización de la enfermedad como estrategia de dominación”. Estrategia que fogonea la utilización de sustancias químicas para la eliminación de especies bajo la premisa de que todo vale para aumentar sustancialmente el rubro ganancias.

Kily simplemente quería jugar. Pero un sistema que vanagloria la rentabilidad y desprecia la vida se interpuso en su camino.


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