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Por Alfredo Grande
(APe).- La columna vertebral era el movimiento obrero organizado. Organizado por el Estado. O sea: movimientos rigurosamente vigilados. Y financiados. Se movía, pero en un corralito político, económico e ideológico que ni se estiraba, ni se doblaba, ni se rompía. Cuando todo andaba bien, digamos primer plan quinquenal, todo andaba bien. Una columna ágil, de acciones armónicas, elegante, sincronizada. Permitía que el movimiento se expandiera, siempre en su medida y armoniosamente. Es cierto que hubo que arrasar sindicatos y organizaciones comunistas, anarquistas, socialistas. Nadie es perfecto, le dijo el buen dios al diablo. Pero cuando los tiempos cambian, o sea, empeoran, la columna vertebral soporta más peso, está más desgastada, la artrosis avanza, y si la inflamación no se cura, el dolor vuelve. El final de la marcha hacia el ministerio de la productividad pareció diseñada por el empresariado contrariado.
Escribí:
La productividad es una trampa para maximizar ganancias empresarias a costa de la sobre explotación de los trabajadores. De nada sirve producir más sin revertir la estafa del impuesto al consumo y eximir a las mega empresas de tributar ganancias. O peor: pagarles sus deudas con total impunidad. ¡Trabajadores del mundo, uníos!
Arenga que evidencia más impotencia que lucidez de combate. El ministro, cualquier ministro, no es más que el gerente de una oficina.
Este es un país presidencialista. O sea, feudal. Existen bulas laicas, que algunos llaman decretos de necesidad y urgencia. O sea: la cruz roja del poder democrático.
Una admiradora del PRO, dijo el remanido mantra de que al presidente lo votaron. Es cierto. Pero en la argentina hay casamiento y también hay divorcio. Si esto fuera parecido a una democracia de, por y para el pueblo, el divorcio sería la revocación de mandato.
Esta admiradora del Pro confunde, obviamente dando cuenta de la doctrina de la real malicia, lo constitucional con lo democrático. Le faltaría decir que las bestias de la Alianza Anticomunista Argentina, organizadas desde el Poder Ejecutivo Nacional, de un gobierno electo por el voto mayoritario y plebiscitario del pueblo, eran democráticas. Quizá lo piensa, quizá lo diga. Para la columna vertebral, es importante mantener esa confusión. Lo constitucional es lo democrático. La república no deja de ser república porque haya más de 30% de pobres, y no solamente pobres de espíritu. En ese caso el porcentaje aumenta.
La república nada tiene que ver con la equidad, con la justicia, con el amor, con la esperanza, con la ternura, con la libertad, con la felicidad. La República, así, con mayúsculas, puede ser el zaguán de un Cuarto Reich. La columna vertebral podrá desfilar, pero nada sabe de marchas. Por eso pudo ser interpelada con el canto dulce de: “poné la fecha, por la mujer en situación de prostitución que te parió”. Dicho lo cual, tuvieron que huir del mismo escenario al cual se habían subido, por un masivo pedido de revocación de mandato.
Las marchas no son desfiles. Incluso, son lo opuesto. En una marcha no hay columna vertebral. Hay muchas ramificaciones, muchos despliegues y otros tantos repliegues. Hoy hablaríamos de líneas de fuga. El éxodo jujeño no fue un desfile: fue una marcha de heroínas y héroes. Pero nada sabe de eso la columna vertebral. Para tomarla en serio, tiene que ser: columna, o sea, sostener todo el peso de la militancia y vertebral, o sea, central. Sin sucursales. ¿CGT de los Argentinos? ¿Qué es eso? Personería gremial para la CTA: de ninguna manera. Una sola columna vertebral. Y columna del estado benefactor. Ninguna huelga para un gobierno que es de los trabajadores.
En la constitución de 1949, se suprimió el derecho de huelga. La huelga era anti patria. La revolución fusiladora la suprimió, pero ni siquiera en la reforma de 1994 se intentó retomarla. Ahora bien, mejor dicho, ahora mal. Si un Partido encarna los intereses de los trabajadores, para que seguir discutiendo. De todos los trabajadores, y muy especialmente de los que se le oponen. Pobres, no saben lo que hacen, pero por las dudas, no los perdones. La ley antiterrorista de dictó cuando estaban los “buenos”, supuestamente porque nunca pensaron que llegarían los “malos”. Pero la mala, reaccionaria, terrorista, era esa ley. Y seguimos discutiendo la teoría de los dos demonios, y seguimos confundiendo violencia con crueldad, y seguimos discutiendo la estafa, el saqueo y la masacre cuidadosamente planificada, con la sana rebeldía, con los proyectos emancipatorios y libertarios.
Por eso cualquier Estado tiene que seguir estando. Y para seguir estando construirá todas las columnas vertebrales que necesite. Y se agarrará con desesperación a las columnas vertebrales del pasado, aunque no puedan sostener ni a un Pomerania en los hombros.
No sé si los santos, pero si sé que los rebeldes vienen marchando. Y cuando arrasen con los corralitos políticos, ideológicos, económicos, culturales, históricos, afectivos que el Gran Estado Sometedor impuso por amor y por terror, entonces las marchas serán todos los días, nunca más habrá desfiles, y lo excepcional será cotidiano. Y, como enseñó el Che, entonces será la revolución.
Edición: 3351
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