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(APE).- En el siglo XIV, una región del mundo -Europa-, fue el centro de las peores catástrofes que pueda sufrir la humanidad. Millones de personas, víctimas de la inequidad social propiciada por la insolencia de los Estados monárquicos, se debatían en la más profunda miseria. La fatal trilogía de la guerra, el hambre y las enfermedades, diezmaba pueblos enteros y la gente andaba, por entonces, tal como sucede ahora -increíblemente- de este lado del mundo, con un peso hondo de multitud desangelada.
En este mapa argentino que se despliega por mitades: de un lado, los ciudadanos, por definición sujetos de derecho y del otro, los pobres -tapiados hasta las nubes- sobreviviendo hermanados en historias de hambruna, pestes y abandonos que a menudo no saben si sueñan o están muertos.
Pero una leyenda heroica que viajó hasta nuestros tiempos, desde el oscuro viento de la Edad Media, se hizo carne, el jueves pasado, en un chico de 16 años que detuvo un camión cargado con 800 kilos de hamburguesas y las repartió en la Villa “Esperanza”, ubicada en el Partido bonaerense de Tres de Febrero. Dicen -como escribe Rafael Alberti- que la sorpresa paralizó el pulso y el color de los astros en ese asentamiento al que sus habitantes dieron un nombre entrañable, para poder vivir con lo posible.
Luego del reparto que este pequeño Robin Hood bonaerense realizó en la villa, con ayuda de los pobladores, un operativo cerrojo de la policía terminó con su intento de proclama de pan para todos. Con la palabra amor, desmoronada, el pibe -que estaba escribiendo su leyenda- fue detenido y trasladado a la Comisaría 5° donde se “instruyeron actuaciones por robo calificado”.
Hoy, como si se tratara de una de esas pinturas medievales que pretendían acercarse cada vez más a la realidad -recreando los espacios- en una producción llena de originalidad y riqueza, sobre el cielo de la Villa Esperanza cuelga la noche, con dientes y cometas.
Fuente de datos: Diario La Prensa 02-10-04
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