Con ballenas o Evitas, los billetes son ajenos

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Por Claudia Rafael

(APe).- Durante largos nueve días, fue azotada por el enemigo en la plaza pública. Había recibido una bala. La trágica derrota de Ayohuma ante los realistas (no precisamente anclados en la realidad sino defensores férreos de la realeza española) hizo que apenas el azar la salvara de la ejecución. Difícilmente, ella, María Remedios del Valle, la “madre de la patria” (condenada por el enemigo al “flagelo público”) se imaginara junto a Belgrano estampados en el flamante billete de 500 pesos que Alberto Fernández anunció con bombos y platillos: “Han vuelto los Padres de la Patria y las Madres de la Patria a los billetes argentinos. Estamos poniendo a nuestros mejores hombres y mejores mujeres que dieron todo para que este país sea lo que es”, dice.

E insiste: "los pueblos que olvidaron su historia muchas veces cometieron los mismos errores" mientras comunica que esa mujer negra y pobre, olvidada por el Estado de su tiempo hasta ser encontrada como mendiga por las calles, recibió el ascenso al billete junto a su general. Ese hombre de rostro delicado que un septiembre de 209 años atrás decía: “Se han elevado entre los hombres dos clases muy distintas; la una dispone de los frutos de la tierra, la otra es llamada solamente a ayudar por su trabajo en la reproducción anual de estos frutos y riquezas o a desplegar su industria para ofrecer a los propietarios comodidades y objetos de lujo en cambio de lo que les sobra. El imperio de la propiedad es el que reduce a la mayor parte de los hombres a lo más estrechamente necesario”.

En los anuncios de AF supimos que Evita, que ya fue portada del billete de 100 pesos, regresa con la sonrisa, el rodete y el trajecito. Vuelve diez años después de aquel septiembre de 2012, cuando se cumplían las seis décadas desde su muerte y el gobierno de CristinaF la incluía en la moneda nacional. Ese papel que contenía el rostro de aquella mujer, que supo también tener los cabellos libres al viento, equivalía entonces –diez años atrás- a cinco dólares. Hoy se requieren dos de esos papeles con el rostro de Evita para alcanzar a un dólar. En ese tiempo, un Evita bastaba para comprar cinco kilos de pan. Ahora se necesitan casi tres. Y seis de cada diez de aquellos que ella llamó los únicos privilegiados, hoy están por debajo de la línea de pobreza. Los mismos por los que batalló para que recién fueran punibles a los 16 (y que la dictadura del 55 devolvió a los 14), ¿Se escandalizaría Eva Perón de ser foto de billete? ¿La misma Evita que decía que olvidar a los niños es renunciar al porvenir?

Como Juana Azurduy, la que no quiso ser monja, como le prometían los destinos familiares de la época. La que gritó desde su rabia a los españoles –ante un intento de cooptación de su marido- que “la propuesta de dinero y otros intereses sólo debería hacerse a los infames que pelean por mantener la esclavitud, mas no a los que defendían su dulce libertad, como él lo haría a sangre y fuego”. Hoy el gobierno la hace billete, junto a Martín Miguel de Güemes, con valor de 200.

En medio de la crisis más profunda de los últimos años (la inflación más elevada desde enero de 1992) y niveles de pobreza que están al borde del 40 por ciento, con más de un 8,2 por ciento de indigencia, el presidente plantea que “los pueblos que olvidaron su historia muchas veces cometieron los mismos errores”.

Ya en 2017, el presidente de ojos claros había planteado correr a los personajes de la historia para dar rienda suelta a una reivindicación zoológica de la fauna autóctona.

Un ciervo llamado taruca corría entonces al genocida Roca aunque Macri es insospechable de eliminar de los billetes por puro repudio ideológico al hacedor de las campañas de ampliación del territorio nacional, contra todo viento, marea y vidas estragadas en el camino. Y hoy el taruca es reemplazado nuevamente por Evita que ya durante un tiempo había extrañamente convivido con Roca. La Juana y Güemes ahora sacan del medio a la ballena franca austral y el yaguareté, oriundo del Iberá, es olvidado para traer a la memoria a Belgrano y María Remedios del Valle. Mientras San Martín, en el billete de 1000, corre del medio al hornero. Ese que edifica sus nidos con barro y pasto. Elementos básicos con los que Perón instaba a construir cuando decía que para hacer “un buen adobe” hacen falta “tierra, agua, paja y… bosta”. Abriéndose a sí mismo las puertas para construir con aquellos que –la historia demostró- no aportaron más que estrago y destrucción.

Por estos días, una familia de dos adultos y dos niños necesita 95 sanmartines y tres evitas para no ser considerada pobre. Y para no ser incluida en el ancho universo de los indigentes, requiere de 42 sanmartines más un billete con los rostros de Belgrano y María Remedios del Valle y otro con el de Evita.

Discusiones y anuncios estériles. No le importa a nadie qué imagen llevará cada billete. Un papel con valor cada vez menos real. Que durará apenas segundos en las manos. Unos reivindicaron a ballenas, ciervos o yaguaretés para borrar de plano “las ideologías”. Otros, regresan a los héroes y heroínas de la historia como ejemplo de su propio “patriotismo”.

Guiños vanos en grandilocuentes anuncios. La misma historia repetida al hartazgo. Quedarse en la superficie mientras los grandes dolores y las tragedias siguen arrasando a los olvidados.

Edición: 4119


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