Composición tema: ¿qué mundo queremos?

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Por Oscar Taffetani 

(APe).- Pablo Dreyfus, hijo de un conocido publicista argentino, está entre las víctimas reportadas en la tragedia del Airbus 330-200 de Air France cuyos rastros se perdieron cuando volaba sobre el océano Atlántico, no muy lejos de las costas del Brasil.

 

Por los diarios nos enteramos del trabajo profesional y político de Pablo y de su esposa (la socióloga Ana Carolina Rodrigues, desaparecida con él) en favor de un mundo donde se fabriquen y vendan cada vez menos armas de fuego. Un mundo que tienda a construir puentes, en vez de muros. Un mundo inteligente y solidario, dedicado a buscar cada día, cada década, cada siglo, más equidad y más justicia.

Tal vez la más valiosa información sobre Pablo y Carolina que se ha publicado por estos días sea el mensaje de la propia ONG Viva Río, a la que ambos pertenecían. “Ustedes marcaron nuestras vidas para siempre -escribió el director ejecutivo Rubem Cesar Fernandes. (...) Tenían una honestidad más allá de los límites razonables (...) Viva Rio es lo que es gracias a ustedes, y ciertamente ya nunca más será lo mismo (...) Adiós, queridos".

La violencia armada suele ser, en la sociedad contemporánea, consecuencia de otro tipo de violencias, parejamente injustas y destructivas: la violencia del hambre, la violencia de la desigualdad, la de la exclusión...

Sin embargo, el tráfico de armas grandes y pequeñas (lo mismo que el tráfico de personas, el tráfico de drogas o la manipulación y corrupción de menores) imponen hoy sus propias reglas y su propia dialéctica de exterminio. Ya no son sólo efecto; también son causa.

Pablo y Carolina, con quienes seguramente tendríamos diferentes opiniones y matices en la interpretación de los hechos sociales, pertenecían a la saludable raza de quienes rechazan este mundo “inevitable” que el capitalismo ha construido. Por eso expresamos aquí, aunque de lejos, el dolor por esa pérdida.

Propuestas de ingenieros
Mucho daño a la imagen de los ingenieros (profesión digna y plausible, no exenta de poesía) le causó en 1990 el caso Horacio Santos, ingeniero que se convirtió en paradigma de la “justicia por mano propia”, al asesinar a dos jóvenes ladrones que intentaron robarle el pasacasete del automóvil.

A partir de allí, se reforzó en la opinión pública la idea de que un profesional formado en el mundo físico (el de las cosas inanimadas) es más apto que un humanista para resolver arduas cuestiones como la inseguridad ciudadana.

El (falso) ingeniero Juan Carlos Blumberg, década y media después, consiguió arrastrar voluntades y simpatías por haber sufrido la pérdida de su hijo Axel, víctima de una ola de violencia armada y secuestros extorsivos, donde las mismas fuerza de seguridad del Estado se hallaban involucradas.

A veinte años del caso Santos, el ingeniero Mauricio Macri, alcalde de la ciudad de Buenos Aires, busca solucionar el problema de la inseguridad urbana -perentoria demanda de su electorado- con modelos y técnicas ya probadas por otros alcaldes, en otras grandes ciudades del planeta.

Así, al inaugurar recientemente un Centro de Monitoreo Urbano en el barrio de Barracas, anunció que antes de fin de año serán 500 las videocámaras instaladas en distintos puntos de la ciudad, atendidas por un equipo de casi 200 operadores, los 365 días del año.

La Reina del Plata no ha podido resolver aún el serio déficit de vivienda que jaquea a la población de menos recursos. Sin embargo, como medida práctica de prevención del delito, ya cuenta con cámaras que monitorean, además de parques, plazas y edificios públicos, los accesos a la Villa 31 de Retiro (dudoso privilegio que no tienen otros barrios de la ciudad).

¿Será más segura la Buenos Aires panóptica que nos propone el ingeniero Macri? Lo dirá la estadística policial.

¿Será más justa, más solidaria y más vivible esa ciudad hipervigilada?

En nuestra humilde opinión (que Pablo y Carolina compartirían) siguen sin resolverse problemas de fondo como la desocupación, la desnutrición infantil, la precariedad sanitaria y el déficit de vivienda. Por otra parte, Buenos Aires es una megalópolis que jamás podrá resolver sus problemas si no articula sus políticas con los municipios del gigantesco y explosivo Gran Buenos Aires.

Manuales de paranoia urbana
“La gacela sabe que desde que sale el Sol deberá correr si quiere escapar del leopardo, y el leopardo sabe que, si quiere sobrevivir, deberá correr a la gacela desde que sale el Sol. Por lo tanto, ya sea usted gacela o leopardo, desde ya debe saber que si quiere sobrevivir deberá comenzar a correr desde el momento en que el Sol asome sobre el horizonte...”

La cita pertenece al prólogo del libro Manual del Sobreviviente Urbano, escrito por el uruguayo Freddy Vallini con la colaboración del ingeniero Eduardo Guillén y el ingeniero Marcelo Martínez.

Decíamos que los expertos en cosas inanimadas tienen un conocimiento parcial de la naturaleza. La alegoría del leopardo y la gacela demuestra que Vallini y sus asesores saben muy poco de los hábitos del leopardo y la gacela.

Pero además, proponer al ciudadano que entienda la vida entera como una amenaza, y que compre armas y rottweilers y alarmas y perímetros vigilados, como rutina, en la búsqueda incesante de seguridad, es un delirio paranoide que no serviría ni para escribir un buen relato policial.

En su Manual de armas y técnicas para la defensa personal y domiciliaria (Axis, 1994), el argentino Alejandro Reinoso recomienda una ametralladora (el subfusil Parabellum calibre 9 mm) como “arma apropiada para la defensa de residencias aisladas”.

El español Pastor Petit, autor de un grueso Manual de Seguridad Ciudadana, escribe en uno de sus capítulos: “Ya sabemos, el espíritu cívico, la cortesía y los sentimientos cristianos exigen ser humanitario, amable y servicial con el prójimo. Pero... ¡hay prójimos y prójimos!”

Discriminación parecida observamos en el Manual de Adiestramiento de Perros que viene publicando la Policía Federal Argentina. Allí se entrena a los canes para que recelen de los vagabundos e individuos mal vestidos o con aspecto de pobres (esto explicaría por qué los perros de policía no han detectado, hasta ahora, a los ladrones de guante blanco).

Ironías aparte, lo que está en discusión, lo que verdaderamente está en discusión, no son las “técnicas” para defenderse de las “amenazas”, sino las posibilidades de convivir, de desarrollarnos y de trascendernos en el amor y en la belleza, en el seno de la familia humana.

Este infierno fascista y tecnológico (la expresión es de Cortázar) al que alegremente nos dirigimos, jamás podrá redimirnos de ese crimen de lesa felicidad que un día cometimos.

Edición: 1522


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