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(APe).- Se fue Adriana, quién sabe detrás de qué quimeras. Ella sabía de territorios en los que ya no se cree tanto. Ella está segura de estar en la nube que merece, a mano izquierda según se va al cielo, como canta Serrat. Está segura porque ella soñó un paraíso comunitario, esa nueva sociabilidad humana que compartía con Alberto como última ilusión a perseguir. Lo soñó en el cielo, con dios o Dios pellizcando los panes y multiplicándolos para que alcancen para todos y el hambre deje de ser el crimen atroz que es.
De todas maneras, sabe Adriana (en la nube donde está) que estamos enojados. Que no perdonamos a la muerte enamorada, no perdonamos a la vida desatenta, no perdonamos a la tierra ni a la nada.
Porque ella también empuñaba el alma cuando escribía. Cuando sembraba su puntillosa y organizada terquedad en estos mundos.
Y no es justo.
No es justo que se esté yendo así y dejándonos tan solos.
Ella, que se vino del Uruguay pero nunca abandonó el botija y el ta con el que concluía las frases. Ella, que era actriz, que era dramaturga, que ganó todos los premios, que le tocó el timbre a la viuda de Miguel Hernández en Madrid y no le cerró la puerta en la nariz, que ya se parecía con Cristina Banegas de puro compañera, de puro hermana. Ella que organizó brujas con las pibas de Pelota de Trapo. Ella que disciplinó con mano de hierro la administración de Pelota de Trapo. Ella que militó en la Parroquia de la Santa Cruz. Ella que se recluía en la Atlántida, su minúsculo continente escondido en la playita uruguaya. Ella que le apostó a la vida rabiosamente. Que iba y venía por el Río de la Plata porque era de allá pero era nuestra. Cabalmente nuestra. Talentosa, brillante, nos encuadró para organizar el primer Concurso de Crónicas de Infancia “Alberto Morlachetti”. Y ahora es el segundo y ella se fue, quién sabe detrás de qué quimeras.
Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.
Cantaba el Miguel Hernández que ella escribió con Villanueva Cosse y que estuvo en cartel hasta ayer no más. Hasta antes de que la vida se acabara.
Un pájaro lleno de pájaros es Adriana Genta.
En vuelo, como se debe. Planeando sobre todo, compañera. Porque después del amor, la tierra. Después de la tierra, nadie.
Y nosotros, que nos quedamos tan solos.
Edición: 3331
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