Coca

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(APe).- Hay una neblina rara en el barrio Flores. Una humedad salada que lo cubre todo, lo toca todo. Lo entristece todo. Es que en las callecitas de las barriadas del oeste mendocino ya no andará doña Coca.

 

Quedó huérfano el barrio. Quedaron huérfanos todos. Los niños que ahijó porque todos eran de ella, los que salieron de su vientre y los que no. Se llamaba Alejandrina pero era un nombre demasiado largo. Se vino desde Bolivia un lindo día de hace casi cuarenta años. Y fue para siempre Coca.

La Coca mendocina, una de las madres del Movimiento Nacional Chicos del Pueblo. Porque los niños en desventura “no son chicos de la calle, son chicos del pueblo. No se los podemos regalar a la calle porque la calle no tiene brazos para abrazarlos ni labios para besarlos”, dijo tantas veces en tanta esquina de esta historia nuestra.

Por eso no hay muertes para Coca. Que volverá en los sueños que se cumplan, en los álamos de la primavera.

Porque a los que luchan no se los entierra. Se los siembra.

Edición: 2176

 


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