Clonar a Mazza

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Por Carlos del Frade

(APE).- Salvador Mazza nació en junio de 1886, en la provincia de Buenos Aires y a los veinticuatro años obtuvo su título de médico en la Universidad de la Capital Federal. Fue inspector sanitario, participó en varias campañas de vacunación en la principal provincia argentina y fue nombrado bacteriólogo del entonces Departamento Nacional de Higiene.

 

En 1916, en medio de la primera guerra mundial, Mazza viajó por Europa y África y se entrevistó con el premio Nobel de Medicina, Charles Nicolle.

En 1925, Nicolle estuvo en la Argentina y le devolvió gentilezas a Mazza apoyándolo en su proyecto de crear un instituto que se ocupara del tratamiento de las enfermedades endémicas del país, especialmente las del noroeste, como el Mal de Chagas. Fue el nacimiento de la Misión de Estudios de la Patología Regional Argentina (MEPRA).

La enfermedad en cuestión, afecta a casi veinticuatro millones de personas en América Latina y provoca 45 mil muertes cada año y es provocada por un parásito que llega al ser humano a través de la vinchuca.

Pero Mazza sabía que el insecto, en realidad, no era la causa, sino la pobreza, la multiplicación de la exclusión social, económica, política y cultural.

La existencia de la enfermedad fue descubierta en 1909 por el brasileño Carlos Ribeiro Justiniano das Chagas mientras estudiaba el paludismo en el nordeste del coloso verde sudamericano.

Pero cuando quiso presentar sus investigaciones en Buenos Aires, la soberbia de ciertos sectores científicos argentinos denigraron al brasileño. Hasta que la apasionada tozudez de Mazza demostró que Chagas tenía razón y que la enfermedad era consecuencia de las paupérrimas condiciones existenciales de cientos de miles de latinoamericanos.

“Mazza recorrió el país desde el Lago Argentino hasta el cerro Zapaleri, desde Caleta Olivia hasta Puerto Irigoyen, explorando, enseñando, estudiando sin descanso y sin tregua, haciendo todo de a centenares: extracciones de sangre, cultivos, exámenes serológicos, inoculaciones, biopsias...”, dice una de las tantas biografías del médico argentino. En 1943, gracias a sus trabajos, la Argentina logró producir penicilina, pero el gobierno se mostró indiferente ante la empresa sanitaria.

En 1944, ya circulaban biografías de Mazza en el extranjero. “Se dice allí que soy un sabio, pero no existen más sabios... Hubiera preferido que se dijera que soy un hombre tesoneramente dedicado a una disciplina circunscripta y en la cual hago lo posible para no dar pasos hacia atrás...”, comentó entonces.

En 1958, años después de su muerte, la Misión fue cerrada y el material se perdió o fue destruido.

Medio siglo después, la multiplicación de la pobreza ha vuelto a colocar al Mal de Chagas en el ojo de la tormenta.

En los últimos cinco años los casos de la enfermedad crecieron mucho más de lo esperado. Casi un reflejo del aumento de la pobreza. Las principales zonas de riesgo son las provincias de Santiago del Estero, Formosa, San Juan, La Rioja, Córdoba, Chaco, Corrientes, Salta y Santa Fe. Porque en esos estados se decidió interrumpir las campañas de desinsectación y, como consecuencia, aumentaron los casos agudos notificados.

El doctor Ricardo Gürtler, del Laboratorio de Ecoepidemiología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, sostuvo que después de un descenso durante la década del noventa, con tres o cuatro casos agudos anuales hacia el final del período, en los últimos cinco años las notificaciones están volviendo a aumentar. “Ya hay 24 casos agudos notificados durante el año último en cinco provincias", agregó. "Estamos viendo la punta del iceberg", advirtió. Remarcó que “una de las cosas que descubrimos es que el talón de Aquiles en la lucha contra la vinchuca es que el insecticida no funciona bien en los alrededores peridomiciliarios, de modo que si no se hace nada, entre tres y cinco años después uno ya tiene casos nuevos. El problema es que hace entre cinco y ocho años que no se está rociando. ¿Qué se puede esperar? Lo que se está viendo. Y va a seguir habiendo más casos si no cambia el programa". Según los investigadores, los programas nacional y provinciales contra el mal de Chagas tienen dificultades operativas para mantener una acción continuada en el tiempo. "Nosotros creemos que hacemos las cosas bien, pero no es cierto. Si bien la situación no se ha revertido a lo que ocurría en la década del ochenta, lo terrible es que a esta velocidad podemos llegar a ese pasado dentro de no mucho tiempo. Lo que muestran estos trabajos es que hay que mantener programas continuos y coherentes. El problema es que la población afectada por el Chagas no tiene peso político...", añadió el estudioso.

Como en los tiempos de Mazza, la enfermedad avanza no por la perfidia de las vinchucas, sino por la decisión política de hacer invisibles a miles de argentinos.

Fuente de datos: Diario El Libertador - Corrientes 01-08-05


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