Cirugía de clase

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Por Ana Villarreal

(APE).- Toda muerte evitable es un crimen de Estado. La economía de mercado es la bomba de exterminio más efectiva que ha conocido la humanidad y los gobiernos administradores son corresponsables de la matanza. Esto es aplicable tanto en Nueva Orleáns como en la geografía local del hambre, donde el más elemental de los derechos humanos sólo se protege en la retórica.

 

No es ninguna novedad para la luna de Neil Armstrong sucumbir en el barro o ahogarse con sangre. Queda muy evidente cómo la garra del águila convierte en carroña a sus propios hijos con la exactitud quirúrgica de la clase: en Nueva Orleáns, los muertos son pobres y, en su mayoría, negros, que no contaron con los medios para escapar a los efectos del huracán.

La perversión sistémica sustentada en la difusión de las “catástrofes” muestra, una y mil veces, la imagen del cadáver que flota, quitándole hasta la condición de la misma muerte a la víctima. La espectacularidad mediática es la guarida más perfecta. Es una de las garantías de impunidad ideológica del capitalismo, ya que esconde o tergiversa las causas del padecimiento de la mayoría de los seres humanos que habitan el planeta.

En definitiva, de lo que poco se habla es de las responsabilidades de los administradores de los Estados y de sus decisiones políticas. Sólo el correlato ideológico del abandono de persona por parte de los gobiernos explica que en América Latina, al tiempo de registrarse superávit en la producción agrícola, 52 millones y medio de seres humanos vivan en condiciones de subnutrición.

En Argentina, existen 12 millones y medio de jóvenes y niños menores a los 18 años. De ellos 8 millones 600 mil son pobres y de éstos, más de la mitad, 4 millones 400 mil son indigentes.

Puede una funcionaria de alto rango de Naciones Unidas, Louise Arbour, felicitar “la seriedad” en el tratamiento de los derechos humanos por parte del gobierno argentino, tal vez porque los medios no estén agrandando las costillas de una niña tucumana.

Felicitaciones cómodas porque el hambre no tiene cámaras o porque, simplemente, los derechos humanos ya no nombren la vida. O tal vez, porque cuando los pobres mueren, ya ni la misma muerte pueda nombrarlos.

Gentileza: ANC-UTPBA


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