Cinco balazos

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Por Carlos Del Frade

(APe).- La segunda parte del recuerdo de los fusilados de Rosario y Santa Fe en el diciembre atroz de 2001 es el relato de cómo lo remataron a Juan Marcelo Delgado. Tenía 28 años cuando participó de un movimiento de vecinos en la zona de Necochea y Cochabamba que buscaban alimentos en un supermercado del lugar. Faltaban quince minutos para las cinco de la tarde de aquel miércoles 19 de diciembre de 2001, casi tres horas antes de la declaración del estado de sitio.

La necropsia reconoció cinco orificios de armas de fuego de distintos calibres (16, 8, 10, 26 y 13 milímetros), más otra herida contusa con orificio de salida de arma de fuego pero de 20 milímetros. Cuatro proyectiles estaban “incrustados dentro del abdomen”. A Delgado lo fusilaron.

-¡Que los chinos entreguen 200 bolsones a cinco pesos! -era el grito que percibieron integrantes de la comisaría cuarta. Había, según la policía, alrededor de 200 personas.

-¡Vigilantes hijos de puta!. ¡Ustedes están cagados de hambre igual que nosotros! - les gritan a los hombres de La Santafesina SA.

Dicen ellos que reprimieron con gases, escopetas con cartuchos antitumultos hasta lograr la dispersión.

Sin embargo hubo “lucha cuerpo a cuerpo, actitud que fue repelida mediante el uso de baristones, en tanto que se continuaba escuchando detonaciones de armas de fuego provenientes del sector sur, no pudiéndose individualizar a personas, ni tipos de armas”, declaran los policías.

En esos momentos fueron arrestados José Morales, Abel Urgente y Mariana Defazio que fueron conducidos a la Escuela de Cadetes de la Policía, ubicada en Alem 2050, de Rosario. El número después se multiplicaría por diez.

Después de los incidentes, se advirtió que “tirado de cúbito ventral había un joven de 20 a 25 años estaba caído sobre las veredas de calle Pasco, herido en la cabeza”, según dijo el comisario Correa, titular de la sección.

Ese mismo día se difundieron los antecedentes de Delgado que entre 1992 y 2000 incurrió en desacato ante la autoridad, robo, robo calificado, hurto y tentativa de robo. Los comerciantes también dijeron lo suyo. Palabras que deberían servir para investigar el origen de aquellos saqueos y separar la paja del trigo en relación a la organización de los mismos y la utilización de las verdaderas y palpables necesidades de vastos sectores sociales en la región.

-No eran vecinos los que querían saquear. No conocía a nadie. Solamente escuché disparos -dijo Elida Mónica, comerciante. Paula Almirón, también comerciante, hizo una diferencia entre los sonidos de los disparos, cuando declaró que “había personas con armas de fuego. Vi gente con revólveres en mano. Después vi a la policía que tiraban tiros más fuertes”, sostuvo.

“Había agitadores. No entraron al negocio gracias a la policía que actuaba en propia defensa”, argumentó otro titular de uno de los negocios del barrio, Pablo Sonvico.

Para Huang Shi Min, titular del Super Sur, sus palabras son idénticas a la descripción que hizo la policía al inicio del enfrentamiento : « Nos pedían 200 bolsones a 5 pesos, no llegaron a saquear... no vi armas de fuego”.

Pero el cuerpo de Delgado era una prueba demasiado obvia para ocultar. Alguien sintió nervios en La Santafesina SA.

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Una nota de la comisaría cuarta, firmada por el comisario principal Correa pidió que “rectifique la Dirección Judiciales la pistola 11,25 milímetros Colt 92.324 de fecha 7 de julio de 2001 por una pistola 9 milímetros FM Hi Power 333.528”.

El concejal del Socialismo Auténtico, Alberto Cortés, llegó a la zona quince minutos antes de las cinco de la tarde.

Vio una gran cantidad de móviles policiales por calle Necochea a gran velocidad, al mismo tiempo que un grupo grande de personas corrían hasta Pasco para huir de las tropas.

“Ahí observé que uno de los policías que bajó del auto disparó a muy corta distancia, contra una de las personas que en ese momento doblaba por Necochea hacia Pasco, al este. Después una veintena de personas quedaron acostadas en el piso, por disposición de la policía… Observé que un policía pateó a uno de ellos”, sostuvo el edil.

Habló con quien se identificó como jefe del operativo y subjefe de la comisaría cuarta y observó “gran interés de llevar a todos los detenidos posibles… incluso una embarazada”. Ratificó que “no había enfrentamiento porque el policía acababa de llegar y quien lo recibió solamente huía. Yo llegué en ese momento pero pude observar que el policía que disparó, bajó de un móvil policial que llegaba en ese momento… pensé que se trataba de balas de goma…”, agregó.

A Elena Alegre, vecina, le contaron que entregaban bolsones de alimentos. Fue con sus dos hijos. La policía, supuestamente, actuaba “de intermediario con el dueño del super, entregarían bolsones por 6 pesos pero solo a las mujeres. Pidieron que los hombres se retiraran”, contó la señora. Hasta que llega un camión que se mete de trompa al super y del mismo baja un policía.

Detrás del camión venía media docena de móviles del Comando Radioeléctrico efectuando disparos. “Con la jugada de hacer ir a los hombres provocaron que quedaran encerrados entre los móviles que venían… El camión no traía comida, sino policías. Recibí un impacto de bala de goma en el brazo izquierdo. Lesionada llegué a la esquina y mi hijo mayor me dijo que me vaya. Corrí por Pasco y cuando reaccioné que había dejado a mis hijos solos, pegué la vuelta”, recordó Elena.

-Justo en ese momento pasa al lado mío un chico que me dice: “apúrese doña” y en ese momento se mete entre nosotros un móvil del comando, se baja un policía y le efectúa a este chico un disparo a quemarropa con la escopeta, pero parece que eran de goma, porque el pibe sigue corriendo. Ahí fue cuando me asusté y me refugié en un pasillo… Para el lado de Necochea veo a un muchacho tirado en el piso, al cual cinco o seis policías lo estaban golpeando con palos o escopetas. Yo estaba a menos de media cuadra, pero veía que intentaba levantarse y la policía lo mataba a golpes, provocándole que cayera al suelo. Ahí le vi la cara y noté que no era uno de mis hijos, sino Juan Delgado. Allí salgo corriendo por Pasco para el este y me meto en los pasillos… no puedo identificar quién era, se bajó de un móvil del comando. No dio voz de alto, se bajó y le disparó a dos metros, aproximadamente -dijo Elena con una elocuencia que merecería la inmediata conformación de la Comisión Bicameral en la Legislatura provincial.

Sin embargo eso no va a ocurrir. Por complicidad o por cobardía.

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-¿Cuáles eran las instrucciones de cómo proceder en relación al armamento en situaciones puntuales como ser manifestaciones? -le preguntaron en el juzgado de instrucción número 13 a cargo del doctor Osvaldo Barbero.
-No lo recuerdo…previo a la escuela de cadetes no hubo instrucciones, estuvimos en La Reina de San Martín y Ayolas… teníamos escopeta, pistolas reglamentarias, no recuerdo si más -contestó Bravo, que estaba a bordo del móvil 2134 del Comando Radioeléctrico.

Según el subcomisario Horacio Valenzuela, apenas contaban con siete cartuchos antitumultos. “La fuerza policial estaba desbordada”, antes de las cinco de la tarde, dijo. La inexistencia de directivas implica la ejecución de las rutinas acostumbradas. En toda la ciudad de Rosario había, según el informe de Asuntos Internos de la propia policía, solamente 3.675 personas participando de los llamados saqueos. La décima parte de la concurrencia a un clásico de fútbol entre Central y Ñuls que merece una seguridad de no más de mil efectivos policiales.

Esa frase que admite un supuesto desborde de la fuerza sirve para justificar, según la mentalidad de La Santafesina SA, el fusilamiento que sufrió Juan Delgado.

Edición: 3292


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