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Por Sandra Russo
(APE).- Viven en chozas. Pequeñas chozas. Viven en Formosa, en un basural. Pero el basural es tan grande y es tanta la gente que vive de esos restos, que lo que alguna vez fue el basural del barrio 12 de Octubre ahora parece un barrio. Un barrio en el que emergen, entre las pilas de basura, las pequeñas chozas levantadas por quienes antes merodeaban el lugar buscando cómo sobrevivir, y ahora se han instalado en él.
“Lo que yo hago acá es rebuscarme”, dice un hombre. Y esa palabra queda ahí picando, lista para ser escuchada nuevamente y en otro sentido. ¿Ese hombre, esos hombres y mujeres, esos niños, se han perdido? ¿Deben rebuscarse para volver a dar con ellos mismos? “Junto plásticos, aluminio, cartón, todos los desechos que se pueden vender. Lo que saco no es mucho porque acá somos tantos... “, agrega el hombre.
Hace años que los habitantes de las chozas del basural no tienen ni trabajo ni pensión ni ayuda ni subsidios ni nada. Pelean cotidianamente con los cuervos para alzarse con algún botín preciado por unos y otros.
Los chicos se amuchan cada día a la espera de cada camión municipal. Llevan un hierro en la mano y la boca tapada con un barbijo improvisado. Cuando el camión derrama, como un boca descompuesta, su cargamento de desperdicios, ellos atacan: es un raro y diminuto ejército de buscadores de basura. La discriminan, la seleccionan, la ordenan, ejercen sobre la basura una lógica de la que sólo ellos pueden dar cuenta. La conocen más que nadie. La basura les da de comer. Es su herramienta. Su materia prima. Su universo de olores fétidos y bacterias activas.
A la gente de las chozas no les gustan los visitantes ni los periodistas. Recuerdan que en épocas de campaña dirigentes políticos fueron a cebarles los oídos con promesas que luego no cumplieron. Saben que son un espectáculo: triste, patético, y no quieren ofrecerse al show ni de la lástima ni de la especulación.
Sus hijos son los que salen a pedir monedas por el centro de Formosa. El subsecretario de Acción Social provincial, Telésforo Villalba, pide a la población que no entre en el juego de la monedita que piden los chicos. Detrás de cada chico que pide, sostiene ese discurso conocido, hay un explotador. Los explotadores de estos chicos no parecen perversos que disfrutan de la vida ni de la que pueden ofrecerles a sus familias. Parecen más bien irredentos infelices cuyo único lugar en el mundo apesta.
Fuente de datos: Diario Noticias Formosa 20-11-05
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